domingo, 29 de julio de 2018

MANOLO MARCOS / POEMAS y PINTURAS


NOCTURNO

Hasta se ríe tu tristeza
de cuando el sol era niño
y recogía en las manos de Dios 
las conchas desperdigadas,
las uvas más negras del cielo,
el cabello bastardo del viento,
la podredumbre sola del silencio,
la materia sin forma de los sueños.
Sin tú saberlo, con todo eso
hizo los huesos de tu cuerpo,
el animal herido en todo el centro
cuya mirada funda las estrellas
porque ellas callan tu nombre,
te observan desnudarte,
te velan mientras duermes
y así, ungida de inocencia,
derramas el amor de madrugada.
Sin tú saberlo, se ríe tu tristeza.



HAY PENAS 

Que no se lloran
para afuera en desahogo
sino que se quedan dentro,
que van creciendo y comprimen
el tallo duro del tiempo
hasta encorvarlo en silencio.

Penas que son como un cuervo
negro amigo de una noche
perdurable en el recuerdo
que vuelve siempre fielmente
a perturbar la desidia
de tantos días sin fecha.

Auténticas.

Sin remedio.
 




LUMBOSACRA

En tu carita lunareja nostalgia.

Pulmón organillero rarea
el oxígeno rasmillando
este mi hueso de herrumbres.

Hola, sanísima flor, a tu salutación
de pétalos abiertos, le rezo
trimilenario, una salve espermática.

Amor berrendo, un pan con trigo de
cuchareta te clavo en la espalda.

Rabadán de tus penas como ovejas,
enhorabuena de mandolina
para mi hembra deshojada,
tonta manecilla, otra mandíbula rota
cascando rueznos.

Quiero pasarte el rubicón.




EL TRISTE EQUÍVOCO DE LA SANGRE

Olvídate, no hay firmamento.

Las estrellas están cauterizadas, una sombra
camina pensativa por la penumbra del pasillo
pensando una manera de cautivar a la muerte
en el nombre del padre y la familia.

El odio es el único vestigio que nos queda
de lo sagrado.




EVANGELIO APÓCRIFO

                                                                          A Pilar Baena


¿Qué astilla clavada en el paladar de la nube,
qué refugio palpan las manos del que duerme,
qué serena muerte espera al trepanador de sueños,
qué avidez en los párpados tensos del agua?

Asíntota que posa un ave blanca y acaricia
el dígito fugaz en el ciego silencio de la noche,
lábil nervio de llanto atenazado.

¿Qué camino se pierde al final de las palabras,
más allá de las turbias renuncias del miedo
donde el sol apacenta su rebaño de estrellas
y el olvido es la sombra de la muerte de Dios?





Manuel Marcos (Rotterdam, 1968) es licenciado en Educación musical por la Universidad de Córdoba, músico y cultivador de la poesía y del relato corto. Mantiene el blog Plus ultra, ínsula literaria. Sus influencias literarias, confiesa, son eclécticas y van desde Dante a Cortázar, pasando por Cervantes y el Siglo de Oro, Borges y los poetas de la generación del 27, pero también ha pesado en él -reconoce- la huella surrealista de Max Ernst y Marcel Duchamp.  

https://al-juarismi.blogspot.com/




Obra de Manuel Marcos
tinta china de color




Obra de Manuel Marcos
(acuarela y tinta china)




Obra de Manuel Marcos
(tinta china y témpera blanca)






sábado, 28 de julio de 2018

ALICIA GALLEGOS / AUTODETRITUS

AUTODETRITUS


Soy el hombre que se construyó
a imagen y semejanza de seres mágicos

Me puse alas, arranqué las plumas

Me convoqué,me desterré


Nada queda si dejo de remar


Sin enemigos las espadas sobran


Sin hambre se pudre el alimento


Arrojé mis zapatos al fuego
veo en las cenizas
lo que perdura cuando ya no me celebro.







foto : alicia gallegos


PEDRO FLORES / 6 Poemas de COMO PASA EL AIRE SOBRE EL LOMO DE UNA BESTIA



TRILEROS


La poesía no es el tipo que mueve los vasos
más de prisa que los ojos del incauto.
Ni los veloces vasos turnándose en la confusión.
La poesía no es la piedrita
que a esas alturas ya no se esconde
bajo ninguno de los vasos.
La poesía es el niño sin camisa
que aprovecha el despiste del gentío
para meter sus manitas sucias
en los bolsillos ajenos.





INFATIGABLES


Los pobres somos como los dientes del tiburón:
por cada uno que cae
otro ocupa su lugar en el hambre.





EL APAGÓN

Noche de amor y saqueo.
En nueve meses se multiplica por cien
el número de nacimientos.
Debemos a las sombras
una lavadora nueva
y otro saqueador ensuciando pañales.






PUNTO SIN RETORNO

Jamás volveremos.
no sobró ni una miguita
para señalar el sendero.
Empujamos con la última
la delicada carne
del último pajarito.






POBRE METÁFORA DE LA VIDA

La vida es un enorme búfalo rumiando tiempo
en medio de un campo cuyos límites ignora.
Un enorme búfalo rojo de belfos babosos
y mirada perdida
que come tiempo y se espanta con la cola
las moscas cuyas jijas ya sueñan,
enfundadas en sus capullos de nácar,
con el día en que roerán desde dentro
la caliente, púrpura intimidad de la bestia.






LO QUE OTROS TIRAN

Yo frecuento el muladar de la memoria,
los esteparios vertederos del olvido.
Los poetas desperdician demasiado,
tiran los versos a medio comer,
los costillares de sus mayores
con los delirios aún prendidos.
En la cáscara, en el hueso
yo encuentro lo que busco,
de ahí este poso de luz mordida,
este acre regusto a hambre usada.








Agradecimiento por el envío a Juan Jesús Hernández López
 



foto de Arcadio Suárez en CANARIAS7


Pedro Flores
Nació en 1968 en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
Desde la década de los 80, se ha dedicado a la escritura de poesía, libros de relatos, obras de teatro y cuentos para niños.
Considerado por la crítica como un poeta en continua denuncia social. Transgresor, realista, defiende la dignidad y critica a la sociedad contemporánea.
Ha publicado entre otros : Diario del hombre lobo, 
Memorias del herrero de Nod y 
una antología de lo hecho hasta el momento bajo el título Con la vida en los talones (Ed. Baile del Sol, Tenerife). 
Se le conceden premios como el Jaime Gil de Biedma (Nava de Asunción), 650 Aniversario de la fundación de Telde, Universidad de Las Palmas, entre otros. 
​Colabora asiduamente en la prensa local, siendo articulista del desaparecido diario La tribuna y efectuando entrevistas para la Gaceta. 
En narrativa obtiene  los premios “Isaac de Vega”, por su obra Onironauta y “Cajacanarias”, por Asha y el comepiernas
También ha publicado literatura dirigida al público juvenil: Fieras sin músicaCabeza de rataEl país del viento
Es autor de la pieza teatral Los huesos del poeta (Ed. Baile del Sol). 

miércoles, 25 de julio de 2018

CARLOS NÚÑEZ / REPORTE DEL CLIMA y VACANTES EN EL INFIERNO


DOS LIBROS DE CARLOS NÚÑEZ

     En 1992 Carlos Nuñez publicó su tercer libro VACANTES EN EL INFIERNO, antes (1987) EN LA COLMENA y en (1985) CASI LA SOMBRA, ahora en 2018 acaba de salir de imprenta REPORTE DEL CLIMA.
     VACANTES EN EL INFIERNO es uno de mis libros predilectos y tal vez uno de los mejores de los años 90. Es difícil para un autor competir consigo mismo, eso pensaba cuando me enteré que Carlos estaba preparando un nuevo libro para ser publicado veintiseis años después del anterior.
     Uno de los desafíos más complejos al escribir poesía es lanzarse a narrar historias utilizando para ello el verso libre por eso amo los libros de C.N. que logra hacerlo con maestría. Frecuentemente nos topamos con relatos dispuestos en la hoja intentando mostrarse como poemas sin serlo. El verso libre es complejo de explicar y más aun de entender en su construcción y funcionamiento, hay que tener mucha poesía adentro para poder catarlo o producirlo, por eso es interesante tomarnos el tiempo para leer bien,valorar, diferenciar.
     Tenemos en Carlos esa condición que le hace posible presentarnos poemas que contienen historias, ese virtuosismo  me intrigaba hasta hace poco cuando me enteré que C. participó en el Taller Literario de Nicolás Bratosevich y en el de Irene Gruss, que integró el grupo de acción poética Los Verbonautas y que en 1996 obtuvo una mención del FNA. Hay una formación apoyada en el cimiento del deseo de este tipo que inició Letras en la UBA y seguramente es un gran lector.
      Me fascinan los universos que se despliegan en VACANTES... y en REPORTE... por ser fuertemente masculinos y áridos (aún cuando aparezca el mar o el bosque), sus personajes varones van cargados por una masculinidad atravesada de pasividad aparente, hombres rotos que se enfrentan a la muerte o circunstancias propias de un mundo en llamas con la entereza del guerrero que transita el campo de batalla, con la frialdad de quien a pesar de saberse jugado guarda una última bala. Las mujeres con sus particulares dolores y tragedias (aunque lleguen a morir, a enloquecer, a prostituirse ) no son mujeres rotas por el deseo de ser compadecidas y al igual que los árboles, mueren de pie.
    Me gustan estos libros que han logrado no caer en la poética de "lo inefable y de lo intangible", de la mariconez descontextuada, sus construcciones no son espacios bellos donde podamos refugiarnos para ejercitar la contemplación, el ensimismamiento o el extrañamiento, lo escrito por Carlos  nos puede salpicar de barro o de sangre y aunque nos situemos como testigos mudos alguna imagen se nos quedará pegada porque entrar a los submundos nunca es gratis.

   
De Vacantes en el infierno tomo un poema al azar.

POEMA DE LOS HIJOS

Allí en la colina
un auto se incendia lentamente.
Los perros tienen hijos
los yanquis tienen hijos
las vicedirectoras tienen hijos
los villeros tienen hijos
En el final del humo del incendio
del auto en la colina está el cielo
y la seducción del viento
y los pájaros que planean sin saber
quizá su último vuelo
El auto fue prendido fuego por algunos
en la colina árida como un espantapájaros caliente
estalla y se calcina y marca
un punto trágico en el mundo
Los hijos crecen
adquieren cultura, aprenden idiomas,
son empleados en algún oficio,
miran televisión, conocen el sexo,
eligen ademanes, se enamoran.
El aire tiene un olor rancio cerca
de la colina donde se incendia el auto.
No hay nadie. Dentro del auto
                nadie vivo
la carne chamuscada
se devora a sí misma
nadie puede reconocerlos
nadie podría tocarlos
          ni abrazarlos.
Los hijos tienen hijos
y envejecen igual que los perros
que los yanquis, que las vicedirectoras
que los villeros.
Todos tienen un nombre o dos
para nombrar a la desdicha.
Un hombre saca una pistola
en un juicio televisado
y se dispara en la boca
sin que nadie pueda detenerlo
El auto de la colina es absorbido por
el paisaje, el viento
y el polvo lo han golpeado durante años.
Yo camino con mi hijo por la colina
y le digo palabras que resultan confusas
y me quedo callado.
El chico trepa hasta el auto
y me grita exaltado, feliz:
-Papá, acá hay un nido
acá hay un nido con pichones.




De Reporte del Clima tomo el inicio


Tilcara

I
Hace frío y espero que paren los disparos
antes de dormir un poco.
Me crucé un par de veces con esos tipos
que vienen a comprar niñas y
a helarle la piel a los viejos con una mirada.
Vi que los seguían en autos negros
            ambulancias
que los cuidaban
perros con ojos humanos
jadeándole al rocío una copa de sangre.
La gente cae presa o muerta
pero sigue saliendo sigue
comiendo porquerías en la oscuridad
hasta que los culpan de cualquier cosa.
Las niñas valen unos pocos cientos....................














Nota y fotos por Alicia Gallegos



viernes, 20 de julio de 2018

CAROLINA ZAMUDIO/ LA TIMIDEZ DE LOS ÁRBOLES



       La timidez de los árboles es un libro que consta de cuatro partes cada una de ellas está conformada por varios textos.
       Me atrajo particularmente la Parte I,compuesta por cinco textos breves: La niña, La abuela, La doña, La vecina y El abuelo.
       Es allí en la primer parte donde encuentro esa intimidad en el contacto con los personajes que pasa de lo inocente a lo perturbador y de alguna forma lo confunde. En el resto del libro había percibido un despliegue que roza lo onírico pero aquí, en la Parte I, lo onírico no se detecta aunque seguramente está de algún modo imperceptible así como cada una de las esencias que componen un perfume se confunden en una nueva y luego eso que nos interpela es la totalidad. Aquí en éste entramado textual que da inicio al libro, todo lo leído puede reeditarse en nuestra mente en la forma de un ensueño asentado en una escritura siempre atravesada por lo poético.

       En una entrevista a la autora publicada en la plataforma cultural Leedor, Carolina dice que "La timidez de los árboles es un libro de prosa poética que indaga en la infancia y –quizá– en los rincones apartados del alma. En el interior, hacia el recuerdo, se construye una memoria que mezcla lo fantástico, los acontecimientos alguna vez vividos y que ahora se rememoran; pero también hechos que dejaron una huella en el inconsciente, en la conciencia o en el infinito interior: los antepasados, los abuelos, los juegos infantiles, los amigos, los temores, los descubrimientos, los asombros de la niña frente a un mundo que siempre se presenta como el misterio"

    Esas atmósferas rurales, los personajes pueblerinos y los escenarios podrían situarse en el noreste argentino, en algún rincón perdido de Galicia, de Irlanda o de Ecuador porque más allá de la especificidad de la resolución de los actos a través de los lugares lo que conmueve es lo inherente al ser y su soledad, que acontece a los personajes de manera brutal y a la vez casi imperceptible. 





Carolina Zamudio. Curuzú Cuatiá, Argentina (1973). Poeta y ensayista. 
Publicó “Seguir al viento”, Ediciones Último Reino (Argentina, 2013), 
“La oscuridad de lo que brilla”, edición bilingüe español/inglés, Artepoética Press (Estados Unidos, 2015) , "Rituales del azar" edición bilingüe español/francés y las plaquettes “Teoría sobre la belleza" y "Las certezas son del sol" 



http://leedor.com/2018/04/15/la-timidez-de-los-arboles-entrevista-a-carolina-zamudio/



foto y nota  de Alicia Gallegos

Nota y fotos de Alicia Gallegos

jueves, 12 de julio de 2018

ARANZAZU DE ISUSI / UN CUENTO de BENDITAS LUCIÉRNAGAS

                                                
CON PERMISO DE NATALIA

    Aquel día bebí demasiado durante el almuerzo. Después recogí a Natalia y procuré no hablar mucho para que no sospechara. A Natalia no le gusta verme borracho; ni siquiera un poco. Teníamos entradas para una obra de teatro. A mí no me entusiasma el teatro pero de vez en cuando se empeña en que debemos hacer planes juntos y yo voy, algunas veces algo borracho, pero voy. No me gusta discutir con ella, al fin y al cabo es mi mujer y, a mi manera, la quiero.
   Llegamos en hora y una vez dentro le dije a Natalia, usando el menor número de vocablos posibles, que tenía que ir al cuarto de baño. Me costó unos minutos discernir cuál era el de caballeros y me decidí por la puerta de la derecha, la correcta. Me quedé un largo rato mirando la pared, me mojé la cabeza, me peiné hacia atrás y, al fin, me vi listo para salir. Tomé el pasillo de la izquierda y de pronto me encontré entre actores con peluquín y barba falsa, actrices con pestañas postizas y trajes de ceremonia, supuestos testigos de boda vestidos con chaqué y maquilladores provistos de brochas y coloretes. Discutían. Por lo visto faltaba el novio y era imprescindible para la primera escena. Me quedé escuchándoles por un momento y entonces decidí preguntar a una chica que vestía de novia cuál era el camino hacia el patio de butacas. Natalia estaría preocupada y yo no sabía volver. La chica, a la que 20 llamaban Inés, me miró y dijo que me parecía mucho a Roberto, que era un tipo muy guapo y que podría hacer de novio. Sin mucha voluntad, me dejé poner un bigote finito y peinar con gomina. 
    Salí a escena como un novio primerizo y crucé varias sonrisitas con Inés. Después, me casé. Fue una ceremonia entrañable; todo hay que decirlo. Corté con Inés una tarta llena de corazones de caramelo y bailé el vals a pesar de que todo me daba vueltas. Vi cómo se alegraba el público y es que al público le encantan las historias de amor. Les miré con poca profesionalidad, sonriendo bobamente y, por un instante, traté de localizar a Natalia pero las figuras se mezclaban unas con otras. Seguramente mi boda no le estaba sentando bien. 
    Después, nos fuimos de viaje de novios a Positano y fui muy feliz. Recorrimos la costa en un barco y pasamos una noche en Capri. Yo estaba tan concentrado en mi luna de miel que no volví a buscar a Natalia entre el público. Fueron días de vino y rosas, como dicen los cursis, que a mí me hacían mucha falta. Al fin y al cabo, mi vida era un gran aburrimiento y hay que reconocer que una luna de miel anima mucho. Pero todo lo bueno se acaba y, después de quince días, volvimos a Madrid. 
   El público celebró con nosotros la entrada en nuestro apartamento y comenzamos una vida de recién casados. Me levantaba temprano y preparaba el desayuno para Inés. De algún modo, percibía la envidia de las mujeres de las primeras filas y las miradas que de refilón dirigían a sus parejas. No quise imaginar lo que estaría pensando Natalia a la que jamás preparé un café.
     Durante la jornada, Inés y yo, nos escribíamos mensajes de amor y al salir del trabajo paseábamos cogidos 20 21 de la mano por los bulevares. A veces y animados por el calorcito de la primavera, nos apoyábamos en el maletero de un Golf o de un Fiat lustroso y nos besábamos como adolescentes. 
    Todo esto hasta que Inés quedó embarazada. Entonces las cosas cambiaron. Tuvo un embarazo muy difícil que siguieron al detalle las madres que ocupaban el patio de butacas y, por fin, dio a luz a un niño grandote y colorado al cual llamamos Nicolás. Y Nicolás fue creciendo. Todo parecía sonreírnos hasta que, sin previo aviso, me echaron del trabajo.
    Al principio, me quedaba en casa haciendo que limpiaba y viendo la tele, pero me resultaba un poco aburrido, así comencé a ir al bar y a beber desde primera hora de la mañana. Más de una noche desperté en la alfombra del vestíbulo sin recordar cómo había llegado. 
    Inés empezó a cansarse de mí. No soportaba mi olor a ginebra. Estaba tan harta que el día en que al entrar tropecé y se hizo pedazos un antiquísimo jarrón chino decorado con dragones y peces, me echó a la calle. Yo, que no tenía dinero, dormía cada noche bajo un puente distinto al abrigo de las Dracónidas, de las Orónidas o de las Leónidas.
    A veces pensaba en Natalia. Incluso estuve a punto de dedicarle algún párrafo desde el escenario para que viera que no la había olvidado. 
    Sin embargo, mi suerte cambió. Un día de noviembre, el famoso empresario de teatro, Cosme Abril, me encontró en una calle del centro. Me reconoció por mi gran papel de novio lo cual me halagó mucho. Mi actuación le había parecido magistral, sobre todo la vuelta de Positano. Ahí sí que me vio suelto, dijo. Yo le sonreí agradecido y él me 22 invitó a almorzar a su casa donde conocí a su mujer. Era una rubia de bote que en tiempos había sido corista y que se llamaba Madeleine, que es un nombre mucho más elegante que Magdalena. Fueron muy amables. Me dejaron ducharme en un baño de mármol con grifería dorada antigua y me asignaron un dormitorio dominado por una gran lámpara violeta. Viví unos meses junto a ellos. Seguí bebiendo como un cosaco, pero cuando estaba borracho me iba a la cama y esperaba a que llegara el nuevo día. 
   Durante estos meses, pasé mucho tiempo con Cosme y nuestra relación fue estrechándose. El mismo día en que me nombró supervisor de guardarropa de su nueva obra, nos hicimos amantes. 
   Yo evitaba mirar al público porque no quería ni pensar en la cara que estaría poniendo Natalia al verme en la cama con un hombre. Es probable que jamás quisiera volver a acostarse conmigo. Por otro lado, mis prejuicios hacían que me sintiera algo culpable ante la posibilidad de que mi hijo se enterara algún día de mis tendencias homosexuales. Pero todo discurrió bien, Cosme parecía ajeno a cualquier cosa que no fuera yo y plantó a Madeleine para poder vivir su amor conmigo. 
   Mi fuerza creció. Cosme me llevaba a los estrenos, me presentaba a los autores más influyentes, me invitaba a pasar el fin de semana en Venecia o a pasear por Estambul entre mujeres de pañuelos de colores vivos en la cabeza y hombres que miraban orgullosos sus cestos de peces plateados.
   Y yo me dejaba querer. 
   Con el tiempo, contagiado del ambiente, comencé a escribir obras de teatro. Eran obras que Cosme aplaudía y llevaba a la escena. Y así, entre bambalinas y lujos, pasaron los primeros quince años de vida en común. Me había 22 23 convertido en un autor más o menos célebre y Cosme era mi esbirro. 
    Mi actitud despótica me avergonzaba a ratos, pero estaba orgulloso de mi atractivo y de mi talento y era algo que el público, sin duda, percibía. Comencé a creerme un gran dramaturgo; creo que lo era. 
   Pero el tiempo no pasaba en balde y una mañana de pleno verano vi levantarse a Cosme y me pareció el títere más repugnante y seboso que podía imaginar. Sudaba y llevaba puesta una camiseta de tirantes que marcaba su enorme vientre y dejaba ver gran cantidad de vello blanco. Sin mediar palabra, le amenacé con abandonarle. Además, yo nunca había sido homosexual. 
    Aunque en su cara vi un sufrimiento infinito fui implacable.
    A la mañana siguiente recogió sus cosas y me dejó solo y sin un céntimo. 
   Me senté en un escalón de la entrada mientras se oía cierto murmullo entre el público. Me pareció que pensaban que lo tenía merecido y me dio pánico buscar a Natalia. 
   Traté de colocar una nueva obra que había escrito, pero ningún empresario la quiso. Entonces volví a beber, estaba borracho desde la mañana y no tenía dinero para pagar el apartamento. 
   Desesperado, al cabo de un mes llamé a Cosme y le rogué que viniera a verme. Se lo rogué llorando tanto que apareció una noche en mi casa. Llevaba un traje gris de raya diplomática y unos zapatos brillantes. Le recibí —todo hay que decirlo— con un pijama algo manchado de huevo, con legañas y despeinado. 
  Tuvimos una fuerte discusión y yo, que estaba borracho, le amenacé con un cuchillo de cocina. Cosme intentó 24 defenderse, me lo quitó, forcejeamos y acabó clavándomelo en una pierna. Quedé cojo para siempre y, desde entonces, me pasa una pensión para que no muera de hambre. Él volvió con Madeleine y siguen felices.
  Ya me había convertido en un sesentón sin oficio ni beneficio —nunca logré colocar otra obra— cuando supe de la muerte de Inés. Acudí a su funeral porque uno debe ir al funeral de cada persona a la que amó. Además, aún recordaba aquella célebre luna de miel en Positano. Me puse un traje oscuro y entré cabizbajo en la iglesia. En el primer banco pude ver a Nicolás. Era exactamente igual que yo cuando me casé con su madre. Delgado, con un bigote fino y gomina. Iba acompañado de una mujer muy elegante que vestía un traje de chaqueta negro y una blusa blanca. Supuse que era mi nuera. La miré de arriba abajo. Era una réplica de Natalia pero con el pelo ondulado.
   Y como tan sólo me separaban unos metros de mi amada Natalia, dejé el escenario, bajé al patio de butacas y me puse a llamarla. En un primer momento no contestó y temblé ante la posibilidad de que se hubiera ido. Seguí llamándola. El público no sabía si mirarme a mí o atender al funeral de Inés. Algunos me animaban. Viendo mi angustia, cada vez eran más los que me animaban. 
   De pronto, en la cuarta fila se levantó una mujer frágil, de piel blanca y pelo cano. Una mujer que tras observar mi penosa cojera, me reprochó por unos minutos mi incorregible insensatez para después cogerme del brazo con una ternura infinita y emprender junto a mí el camino hacia nuestra casa.




Aranzazu de Isusi nació en Madrid y es Licenciada en Derecho y auditora de cuentas.
Imparte talleres de escritura en diferentes escuelas de arte y dirige varios clubs de lectura. Además, colabora como tertuliana en programas culturales de radio.
Ha publicado dos libros de relatos:  “Cuentos de sombreros y paraguas”(Quadrivium, 2008), que fue traducido al alemán y publicado por la prestigiosa editorial DTV (Deutscher Taschenbuch Verlag) bajo el título “Sehnsucht und andere wirklichkeiten- Deseo y otras realidades", y “Benditas luciérnagas” (Torremozas, 2017)
Su trabajo como cuentista ha sido recogido en numerosas antologías, y galardonado en distintos premios, nacionales e internacionales.

Acerca de BENDITAS LUCIÉRNAGAS
 Dijo  Ángel Zapata (escritor y profesor de escritura creativa)  en la revista de literatura Quimera  
"Benditas luciérnagas, de Aranzazu de Isusi, es uno de los libros más originales aparecidos últimamente en el panorama del cuento español”.
“ Hay, desde luego, una apuesta lúcida y consistente en torno a la esencia de lo literario en este segundo libro de cuentos de Aranzazu de Isusi. Pero la hay como trasfondo a la dimensión que su mismo desarrollo hace pasar a primer plano, a saber: la fruición de una escritura que se propone antes que nada como juego, como una fiesta continuada de la invención y del lenguaje. Benditas luciérnagas es, en este sentido, un libro intensamente imaginativo y lúdico. 
Por derecho propio, pues, Benditas luciérnagas es un libro de cuentos medido, maduro, equilibrado, estructurado por secciones con mucho acierto y bellamente aglutinado por el leit-motiv de las estrellas fugaces. Como es también un libro plenamente, agudamente actual, y lo es en la medida en que las historias que contiene recogen la perplejidad y la labilidad y el aturdimiento y la zozobra del sujeto contemporáneo —coetáneo, habría que decir más bien—, y la recogen desde una punzante y nada complaciente intención satírica, que no excluye sin embargo cierta adhesión a las vicisitudes de los personajes, e incluso, aquí y allá, un fondo de ternura.

En este sentido, Aranzazu de Isusi acierta en algo tan difícil como lo es ese “humorismo del bien” del que tuvieron el secreto autores como Gómez de la Serna o Medardo Fraile, y que sabe detenerse un paso antes del despeñadero de lo dulzón, la ñoñería y el “humor blanco”. Su escritura tiene, a mayor abundamiento, el talento del bien, o el talento singularísimo de decir el bien, sin que esa intempestiva poética de la ben-dición nos horripile y nos estrague, después de Sade o de Lautréamont, de Céline o de Beckett.” 

Dijo Javier Velasco Oliaga  en la revista Todoliteratura:
“Las lluvias de estrellas, refuerzan el tono de los relatos, y  no mojan ni calan el cuerpo, sólo el alma  y nos invitan a ver el mundo con otros ojos, a darnos cuenta de lo que no percibimos a simple vista”.

Dijo Kike Martín ( periodista cultural de Radio Euskadi) 
"Un prodigio de imaginación y sensibilidad."

Dijo Javier Sáez de Ibarra ( Escritor, profesor de literatura y de escritura creativa)
"El libro habla de lo esencial que es lo que seguiría valiendo después de la muerte. Escribe de lo esencial poético viendo el lado más luminoso de la vida".

Dijo José María Sulleiro (Periodista y escritor)
“Lo que como lector me importa es la percepción de que lo que ahí se cuenta es “verdad” ese tipo de verdad que sólo nace del deseo y de la pasión por contarse. Hay mucha ternura en los relatos, mucho humor, no poco lirismo y una piedad tan delicada como amorosa. En pocas palabras, tras la lectura de algunos de esos relatos, uno siente correr por las venas algo más cálido que la propia sangre”.

Dijo Eloísa Martinez Santos (escritora y empresaria) 
“Pongo este libro entre los mejores de relatos que he leído en muchos años.
Destila talento, ironía, escritura fina, estilo e imaginación”.