martes, 21 de mayo de 2024

JORGE SMERLING / Quedan los poemas y los recuerdos

          JORGE SMERLING / Quedan los poemas y los recuerdos                                                                                        

                                           
foto: parados (de izquierda a derecha): Daniel Viola, un desconocido, Eduardo Álvarez y otro desconocido. Sentados: Jorge Smerling y Luis Benítez.



Jorge Ricardo Smerling. Buenos Aires 1957 -2014. 

Publicó: Onirocrisis (1980), El vacío de la paloma (con Héctor M. Ángeli y Miguel A. Viola, 1980); El circo natural (1982), Bombardeo en las siestas vecinas (1984), Canción para Viola (1986), Quásar (1989), Canción de adiós para un rey oscuro (1993), Mosca de cuerno (1993), Canción para una fotografía de ausencia (1995), Misa por los árboles (1998) . Solo como en mí (2011) y 

La muerte no tendrá la última palabra (Ediciones en Danza) libro póstumo de Jorge Smerling. Graciela Smerling  recuperó los poemas inéditos de su hermano, fue una tarea de aproximadamente cuatro años que realizó junto con la sobrina de Jorge,  la recopilación incluyó  textos dispersos en archivos personales de poetas y amigos de Jorge Smerling.




Poema de Gerardo Burton para Jorge Smerling



nada de despedidas para smerling

y ahora de tus dedos nace el alba
allí donde estás, donde el dolor
no te alcanza, donde no
te hieren la belleza ni dios
ni el cristal blanco
que rompió tu corazón
y que tus ojos claros no pudieron soportar
y ahora ya nunca hablaremos
de las calles, de las distancias
de este sur donde habito
porque no estás en los poemas
peluquín de pubis
ni en las huidas telefónicas, ni en el
bar de Urquiza
donde ya no te esperaré porque
calla el viento
en el oscuro olivo de casa
y hace meses que estás en la muerte
morada más dulce
que la intemperie que te desabrigó aquí
acorralado por los gritos mudos
de los exiliados personajes del bosco
imagino el pálido dolor de tus madrugadas
de supermercados vacíos, de oscuros kioscos
de la añoranza de tu madre y de sus ojos
que hace tiempo habían dejado de cuidarte
imagino la pasión en huidizas horas, en el lecho
de tristezas, y en las puertas
que clausuraron el hogar de tu agonía
te extrañarán las ambulancias, los médicos
y otros domesticadores
que no pudieron con tu poesía
lluvia ácida, lluvia fatal esos versos tuyos
sobre el desierto
de cemento, vidrios y pampa: ¿dónde dejaste
los poemas, las misas
por los árboles y las plegarias de humilde adoración?
y ya un mes después, espero
el teléfono, el poema leído a 1.200 kilómetros
y el indetenible río de palabras y de imágenes
que horadan el muro de sombras
que hay esta noche entre la patagonia y buenos aires
no te alejes, por favor, no tanto
¿es necesario que los coros del mar profundo no te alcancen
ni calmen los cielos tu anciana sed?
pero yo hoy quiero celebrarte
es lo que quiero, celebrar
las fronteras disueltas
el más allá sin claudicar
la busca incesante
aun con dolor, aun a costa
del exilio y el desprecio
yo quiero celebrarte
hermano
desde las palabras iluminadas
con las aguas verdes de los ríos de la cordillera
te celebro
con el viento bárbaro que castiga
tu recuerdo
te celebro
hermano
y levanto el vino
no para el sacrificio
sino para
celebrar tu vida
con todos los demás
que estuvieron antes
que vinieron después
te celebro
y no me canso de hacerlo
desde la luna y sus
álamos
desde la lluvia azul
desde los cielos oscuros, del infierno
hondo
te celebro
en las calles húmedas y adoquinadas de buenos aires
te celebro
en la terrible ausencia
a que me condena
tu muerte, te celebro
y mis labios cantan
para romper con la canción
la distancia
y llegar al territorio
que habitan
el final del viento
el rincón de la luz
el vacío en la última fotografía
gerardo burton
en neuquén, marzo-mayo de 2014



                                         Jorge Smerling, Gerardo Burton y madre en la presentación de "Aire de penumbras", en la Casa de la provincia de San Juan en Buenos Aires, diciembre (aprox.) de 1996.





Dos cartas del poeta Victorio Veronese para Jorge Smerling

Querido Vate, entre mis papeles tiene que haber uno donde te hablaba… quién de los dos viviría la muerte del otro y aquí estoy yo viviendo tu muerte. Una mierda. La Jelinek dice que la muerte es la apestosa solución de Dios, yo que no creo en Él -a pesar que  siempre pensaste lo contrario- digo que la muerte, es la apestosa solución de la Naturaleza.
Ando revolviendo papeles, libros, las actas judiciales que me dejaste, las cintas grabadas con tu voz, esa voz nacida de algún territorio desconocido habitado sólo por místicos salvajes, los videos que hicimos en mi aguantadero de la calle Saráchaga y los recuerdos, los recuerdos, los que más vienen a mi mente son aquellos que llenan los folios de nuestros prontuarios: el Chino del Bajo Flores, Kelly, la del Abasto, la casa de Fabiana, de Elizabeth, a medias borracha y a medias desnuda, el cuadro robado de Sigfrido Pastor ¡qué mierda le habré firmado!, en  una hoja arrancada a una agenda a ese desconocido a las dos de la tarde en plena calle Esmeralda para que nos diera unos míseros dólares, ¡qué mierda habré firmado en la clínica de Azul!, para que te internen y  conecten con infinitos cables que nada tendrían que envidiarles a los del paciente del hospicio de Rodez, siempre me preguntabas, creo que también me lo preguntaste  último día que nos vimos, la Navidad de 2013, qué hubiese hecho con vos si te hubieras muerto allí, en esa clínica y en esa cama donde estabas todo entubado, siempre te dije que te hubiese dejado allí, me hubiese ido a la mierda, ¡qué mierda se puede hace con un cadáver Jorge! Queda mal, muy mal que te lo eche en cara justamente ahora, cuando ya no estás más conmigo ni con nadie: más allá de las veces que te fallé, cuántas veces fuimos juntos a  las enfermerías de  los hospicios del submundo, en nada se diferenciaban a las de Charleville,  donde suponías que te darían alguna medicina que te calme la angustia existencial, Jorge, si no te la puedo calmar ese Dios en que tanto creías, todo era inútil, todo fue inútil, queda mal, muy mal que te lo eche en cara, pero jamás me negué unir mi prontuario al tuyo, ¡cuántos de los que hoy te lloran con lágrimas de utilería, huyeron de vos!, ¡cómo sus virginales currículums iban a entregar sus hipócritas virtudes a tu sucio prontuario!
Hoy estuve hablando con nuestra compañera de Vuelo solitario, Gala, Perla Patrón, entre lágrimas nos dijimos: que te preferimos drogadicto, judío, puto,  pero no muerto, como sí te prefieren muchos, porque ya no vamos a corromper el aire entrando en sus ascéticos quirófanos, donde leen sus higiénicos poemitas. ......................................................................................

Tengo  ante mis ojos tu poema Una piedra debajo de tu cabeza, lo escribiste cuando estabas dirigiendo a médicos y  pacientes en el Lanari, también al personal de seguridad que custodiaba –o creía que custodiaba- pasillos y puertas de accesos, una ingenuidad, un imposible, siendo vos huésped de esa casa.
 Una tarde llegué yo acompañado de esa mujer que me llevó a escribir ese verso que tanto te conmovía: “Desnuda sos como una lámina de oro bajo la luz de una lámpara”, digámoslo de una buena vez: te conmovía porque vos también conociste esa misma lámina de oro desnuda bajo la luz de esa misma lámpara. Aquello fue ¿promiscuidad o incesto? ¡Qué importancia tiene, si fue tan bello!
Los expertos en motores mentales, te informaron mal, entonces no  éramos para vos ella y yo y te escabulliste  en el último subsuelo de ese búnker siniestro.
Los expertos en motores mentales, también les informaron mal sobre ella y yo a dos enfermeros, entonces   prepararon  una habitación vecina a la tuya, para internarme a mí. No había manera de hacerles entender que éramos visitas, que veníamos a verte a vos.  El enfrentamiento con esos dos energúmenos protegidos bajo la merdosa figura de obediencia debida,  dos eunucos diseñados sólo para recibir órdenes,  duró hasta que decidiste salir de tu escondiste y  desarmar esa burda patraña armada vaya a saber por qué imbécil.

Entonces no sólo nos hablaste del protagonista de tu poema, nos llevaste hacia él. Se estaba muriendo. Apenas si cambiamos unas pocas palabras, se fatigaba. Era joven y había sido bello, es cierto cuando decís en el poema: “Es el desmoronamiento de la belleza la verdadera muerte”.
A Olga le dijiste delante de mí, que yo pretendía someter a la belleza, y ella me dijo: “A la belleza no se la somete, con ella hay que amigarse”. A la Sulamita del siglo XXI la hace feliz, como a vos,  esa respuesta de Olga. ¿Pero no es más bello y más justo que yo, desde mi soberbia, someta a la  belleza, y no que el desmoronamiento la convierta en la verdadera muerte?
A pesar de todo, tal vez con la belleza me amigue o ya me amigué, pero jamás me voy amigar con la muerte, esa apestosa solución de la Naturaleza.
¿Y ahora Jorge qué voy hacer sin vos? ¿Resignarme? ¿Darte un lugar en el apestoso rincón de los recuerdos? No me queda otra, pero me siento un pusilánime…

Victorio


carta publicada en el blog de Victorio Veronese



EL VATE

Queridísimo Vate, en realidad tendría que empezar esto que estoy escribiendo, que seguramente será un capítulo de la continuación de El profesor de ajedrez, como empiezo la epístola a Allen Ginsberg, eliminando lo de ex comunista, porque vos nunca fuiste comunista. Lo que motivó que esté sentado ante la pantalla de mi compu, es que anduve metiendo mano en los estantes de mi biblioteca y aparecieron varios libros escritos por usted. Además tengo en uno de los placares una bolsa de plástico con material suyo, no sé si en algún momento iré en busca de ellos para utilizarlos en este relato. Usted sabe que también tengo en mi poder una orden judicial donde dice que andan detrás de su paradero, nunca supimos cómo ese papel está en mis manos, pero cuando llegó a mí usted estaba en la provincia de Córdoba. Su madre me llamó y me preguntó si sabía de su persona, estaba preocupada, la justicia, la justicia no, la policía, siempre la policía, iba en su busca.
Vate, ¿Por qué no me dejó robarle el poncho que usó Saint-John Perse a don Alva Negri?
En Canción para una Fotografía de Ausencia, en su dedicatoria me habla de los hilos celestes de los ángeles, que nos anudaron en lo invisible, para la radiación más fuerte del poema. Ya sé, me va a decir que no es exactamente lo que escribió, pero qué importancia tiene si traiciono sus palabras para acercarnos más a la poesía, en este caso a la prosa.
Miento cuando le digo a alguien que me pregunta por usted, y estamos peleados, sin hablarnos, que cuando nos hablamos vivimos punteándonos, porque no es cierto, el que lo putea soy yo, usted se enoja pero no me putea. Pero también es verdad que mis puteadas no sirven para nada, sigue creyéndole a Clarín, a Lanata, votando a los radicales, o hablándome de las virtudes de Binner, cómo un poeta de raza como usted puede comulgar con esa gente. Está claro porque lo puteo. Usted me saca del tablero, se niega a reconocer que la escaquera de la diosa Caissa tiene sesenta y cuatro escaques. Yo no me enojo con usted y con los que están parados en su misma vereda, porque piensan distinto, no, tienen todo el derecho a pensar distinto, lo que no pueden afirmar desde ese podio que construyeron en su imaginario, que San Lorenzo, River e Independiente nunca se fueron al descenso, ese es el tema. San Martín cruzó los Andes, no Belgrano. Pretender que Belgrano cruzó lo Andes en lugar de San Martín no es pensar distinto, es falsear la historia. Claro que me enojo y lo puteo, pero usted tiene que reconocer que es agotador todo el tiempo andar explicando lo obvio, lo evidente, y ya soy grande. Sé que lo pone mal a uno no tener la razón de su lado, y es que es más difícil saber perder que saber ganar, pero la razón no se impone tirando las piezas del tablero cuando se pierde, y menos, muchos menos, bombardeando Plaza de Mayo.
En El Circo Natural acontece que hay dos dedicatorias, la primera a Osvaldo Moro, además está su dirección de la calle Campana, su teléfono particular, y lo significativo: hay dos números telefónicos de su oficina. ¿Se da cuenta? Le digo oficina, porque usted puso oficina, ¡qué escándalo! Usted en una oficina. A usted le creen que trabajó en una oficina, a Blumberg le creyeron que era ingeniero, a mí no me creen que soy Experto en motores a explosión, se da cuenta cómo está diseñada la inteligencia del proparty porteño, usted mismo, más de una vez, cuando ve el diploma que cuelga en una de las paredes de mi bunker, se ríe. ¿De qué se ríe de mí o del absurdo que se me pueda considerar legamente a mí, precisamente a mí, experto en motores a explosión? Se da cuenta en qué mundo vivimos. Yo sé lo que usted hacia en esa oficina, pero no voy a decir nada, que no diga nada, tal vez en algún momento lo lamentemos, como hoy nos lamentamos no haberle robado a don Tomás Alva Negri el poncho que usó Saint-John Perse en su viaje a Tierra del Fuego. Le recuerdo: tuvimos en nuestras manos las fotos donde se veía a Perse con el poncho en Tierra del Fuego y en ese mismo momento junto con las fotos teníamos en nuestras manos ese poncho, yo le propuse que lo robáramos, y usted en un ataque feroz de aseo, de decencia, de honestidad, se negó. Lo debo querer más de lo que yo creo que lo quiero Vate, porque su actitud fue la negación de un acto poético que de haberlo consumado nos hubiese embellecido a los dos.
Le decía que El Circo Natural tiene dos dedicatorias, la primera a Moro, y la segunda reza así:
Certificado de pertenencia: Por intermedio de estas líneas, yo, Jorge Ricardo Smerling, de puño y letra y bajo un cielo que atrae con el movimiento de los astros, la serena e inquieta noche de los amantes de los cuerpos y las palabras, digo que este libro pertenece desde este instante, al poeta V. V., y para que no hayan confusiones, también experto en motores a explosión , similares a las secretas maquinarias del poema que estalla en cualquier momento del día, como cada perversa y extraña metáfora en Poesía, entre sus manos, sin más, éste: El Circo Natural, libro que sirve de plataforma de lo que vino después, con todo corazón a mi gran amigo V.V. Jorge Smerling.
Después de esto, pretende que lo inviten a lecturas de poemas y a festivales de poesía, se da cuenta que usted vive en la rareza.
Ya que hablé de vivir en la rareza, para alegría del joven rokero Renzo Sinisi, voy a transcribir tu poema, Vivo en la rareza:


me pregunto
¿por qué todo es tan raro ahora?
siento que el universo duerme en la rareza
y el mundo cae al mundo como una piedra al cielo
¡ay Señor!
yo también caigo en ese vago sueño
donde tientan los espejismos y las mutaciones
y de pronto
me aturden las alarmas de otra rara luz
que me incorpora
y recuesta sobre las voces y las músicas
y el milagroso dormirme
cuando llega otra vez
sin redes
la mañana
y nada despierta para avisarme
que se han movido las cosas
del sin lugar
y apenas es un apenas:
el corazón la taquicardia
ver los telares de la muerte sonando y sonando
en sus escasos movimientos
y es tan raro Señor
todavía
aún y todavía
y cuando solamente el mundo sobre mis ojos
azules pasando
como el libre cometa desterrado hacia el peligro
¡y es tan raro
Señor
seguir vivo de este modo!


Jorge Smerling . Victorio Veronese







Un poema de Jorge Smerling



De un pato a otro pato


Vuela. No importa el camino.
Sube en ese ejército que alaba las facciones del universo:
tensas quizá como una flor con el beso de la aurora.
Vuela.
La vida es bella a pesar de los fusiles.
Vuela.
Aunque debas llorar por tu muerte
y la de un pato solo
                              a orillas del río.