martes, 21 de mayo de 2024

JORGE SMERLING / Quedan los poemas y los recuerdos

          JORGE SMERLING / Quedan los poemas y los recuerdos                                                                                        

                                           
foto: parados (de izquierda a derecha): Daniel Viola, un desconocido, Eduardo Álvarez y otro desconocido. Sentados: Jorge Smerling y Luis Benítez.



Jorge Ricardo Smerling. Buenos Aires 1957 -2014. 

Publicó: Onirocrisis (1980), El vacío de la paloma (con Héctor M. Ángeli y Miguel A. Viola, 1980); El circo natural (1982), Bombardeo en las siestas vecinas (1984), Canción para Viola (1986), Quásar (1989), Canción de adiós para un rey oscuro (1993), Mosca de cuerno (1993), Canción para una fotografía de ausencia (1995), Misa por los árboles (1998) . Solo como en mí (2011) y 

La muerte no tendrá la última palabra (Ediciones en Danza) libro póstumo de Jorge Smerling. Graciela Smerling  recuperó los poemas inéditos de su hermano, fue una tarea de aproximadamente cuatro años que realizó junto con la sobrina de Jorge,  la recopilación incluyó  textos dispersos en archivos personales de poetas y amigos de Jorge Smerling.




Poema de Gerardo Burton para Jorge Smerling



nada de despedidas para smerling

y ahora de tus dedos nace el alba
allí donde estás, donde el dolor
no te alcanza, donde no
te hieren la belleza ni dios
ni el cristal blanco
que rompió tu corazón
y que tus ojos claros no pudieron soportar
y ahora ya nunca hablaremos
de las calles, de las distancias
de este sur donde habito
porque no estás en los poemas
peluquín de pubis
ni en las huidas telefónicas, ni en el
bar de Urquiza
donde ya no te esperaré porque
calla el viento
en el oscuro olivo de casa
y hace meses que estás en la muerte
morada más dulce
que la intemperie que te desabrigó aquí
acorralado por los gritos mudos
de los exiliados personajes del bosco
imagino el pálido dolor de tus madrugadas
de supermercados vacíos, de oscuros kioscos
de la añoranza de tu madre y de sus ojos
que hace tiempo habían dejado de cuidarte
imagino la pasión en huidizas horas, en el lecho
de tristezas, y en las puertas
que clausuraron el hogar de tu agonía
te extrañarán las ambulancias, los médicos
y otros domesticadores
que no pudieron con tu poesía
lluvia ácida, lluvia fatal esos versos tuyos
sobre el desierto
de cemento, vidrios y pampa: ¿dónde dejaste
los poemas, las misas
por los árboles y las plegarias de humilde adoración?
y ya un mes después, espero
el teléfono, el poema leído a 1.200 kilómetros
y el indetenible río de palabras y de imágenes
que horadan el muro de sombras
que hay esta noche entre la patagonia y buenos aires
no te alejes, por favor, no tanto
¿es necesario que los coros del mar profundo no te alcancen
ni calmen los cielos tu anciana sed?
pero yo hoy quiero celebrarte
es lo que quiero, celebrar
las fronteras disueltas
el más allá sin claudicar
la busca incesante
aun con dolor, aun a costa
del exilio y el desprecio
yo quiero celebrarte
hermano
desde las palabras iluminadas
con las aguas verdes de los ríos de la cordillera
te celebro
con el viento bárbaro que castiga
tu recuerdo
te celebro
hermano
y levanto el vino
no para el sacrificio
sino para
celebrar tu vida
con todos los demás
que estuvieron antes
que vinieron después
te celebro
y no me canso de hacerlo
desde la luna y sus
álamos
desde la lluvia azul
desde los cielos oscuros, del infierno
hondo
te celebro
en las calles húmedas y adoquinadas de buenos aires
te celebro
en la terrible ausencia
a que me condena
tu muerte, te celebro
y mis labios cantan
para romper con la canción
la distancia
y llegar al territorio
que habitan
el final del viento
el rincón de la luz
el vacío en la última fotografía
gerardo burton
en neuquén, marzo-mayo de 2014



                                         Jorge Smerling, Gerardo Burton y madre en la presentación de "Aire de penumbras", en la Casa de la provincia de San Juan en Buenos Aires, diciembre (aprox.) de 1996.





Dos cartas del poeta Victorio Veronese para Jorge Smerling

Querido Vate, entre mis papeles tiene que haber uno donde te hablaba… quién de los dos viviría la muerte del otro y aquí estoy yo viviendo tu muerte. Una mierda. La Jelinek dice que la muerte es la apestosa solución de Dios, yo que no creo en Él -a pesar que  siempre pensaste lo contrario- digo que la muerte, es la apestosa solución de la Naturaleza.
Ando revolviendo papeles, libros, las actas judiciales que me dejaste, las cintas grabadas con tu voz, esa voz nacida de algún territorio desconocido habitado sólo por místicos salvajes, los videos que hicimos en mi aguantadero de la calle Saráchaga y los recuerdos, los recuerdos, los que más vienen a mi mente son aquellos que llenan los folios de nuestros prontuarios: el Chino del Bajo Flores, Kelly, la del Abasto, la casa de Fabiana, de Elizabeth, a medias borracha y a medias desnuda, el cuadro robado de Sigfrido Pastor ¡qué mierda le habré firmado!, en  una hoja arrancada a una agenda a ese desconocido a las dos de la tarde en plena calle Esmeralda para que nos diera unos míseros dólares, ¡qué mierda habré firmado en la clínica de Azul!, para que te internen y  conecten con infinitos cables que nada tendrían que envidiarles a los del paciente del hospicio de Rodez, siempre me preguntabas, creo que también me lo preguntaste  último día que nos vimos, la Navidad de 2013, qué hubiese hecho con vos si te hubieras muerto allí, en esa clínica y en esa cama donde estabas todo entubado, siempre te dije que te hubiese dejado allí, me hubiese ido a la mierda, ¡qué mierda se puede hace con un cadáver Jorge! Queda mal, muy mal que te lo eche en cara justamente ahora, cuando ya no estás más conmigo ni con nadie: más allá de las veces que te fallé, cuántas veces fuimos juntos a  las enfermerías de  los hospicios del submundo, en nada se diferenciaban a las de Charleville,  donde suponías que te darían alguna medicina que te calme la angustia existencial, Jorge, si no te la puedo calmar ese Dios en que tanto creías, todo era inútil, todo fue inútil, queda mal, muy mal que te lo eche en cara, pero jamás me negué unir mi prontuario al tuyo, ¡cuántos de los que hoy te lloran con lágrimas de utilería, huyeron de vos!, ¡cómo sus virginales currículums iban a entregar sus hipócritas virtudes a tu sucio prontuario!
Hoy estuve hablando con nuestra compañera de Vuelo solitario, Gala, Perla Patrón, entre lágrimas nos dijimos: que te preferimos drogadicto, judío, puto,  pero no muerto, como sí te prefieren muchos, porque ya no vamos a corromper el aire entrando en sus ascéticos quirófanos, donde leen sus higiénicos poemitas. ......................................................................................

Tengo  ante mis ojos tu poema Una piedra debajo de tu cabeza, lo escribiste cuando estabas dirigiendo a médicos y  pacientes en el Lanari, también al personal de seguridad que custodiaba –o creía que custodiaba- pasillos y puertas de accesos, una ingenuidad, un imposible, siendo vos huésped de esa casa.
 Una tarde llegué yo acompañado de esa mujer que me llevó a escribir ese verso que tanto te conmovía: “Desnuda sos como una lámina de oro bajo la luz de una lámpara”, digámoslo de una buena vez: te conmovía porque vos también conociste esa misma lámina de oro desnuda bajo la luz de esa misma lámpara. Aquello fue ¿promiscuidad o incesto? ¡Qué importancia tiene, si fue tan bello!
Los expertos en motores mentales, te informaron mal, entonces no  éramos para vos ella y yo y te escabulliste  en el último subsuelo de ese búnker siniestro.
Los expertos en motores mentales, también les informaron mal sobre ella y yo a dos enfermeros, entonces   prepararon  una habitación vecina a la tuya, para internarme a mí. No había manera de hacerles entender que éramos visitas, que veníamos a verte a vos.  El enfrentamiento con esos dos energúmenos protegidos bajo la merdosa figura de obediencia debida,  dos eunucos diseñados sólo para recibir órdenes,  duró hasta que decidiste salir de tu escondiste y  desarmar esa burda patraña armada vaya a saber por qué imbécil.

Entonces no sólo nos hablaste del protagonista de tu poema, nos llevaste hacia él. Se estaba muriendo. Apenas si cambiamos unas pocas palabras, se fatigaba. Era joven y había sido bello, es cierto cuando decís en el poema: “Es el desmoronamiento de la belleza la verdadera muerte”.
A Olga le dijiste delante de mí, que yo pretendía someter a la belleza, y ella me dijo: “A la belleza no se la somete, con ella hay que amigarse”. A la Sulamita del siglo XXI la hace feliz, como a vos,  esa respuesta de Olga. ¿Pero no es más bello y más justo que yo, desde mi soberbia, someta a la  belleza, y no que el desmoronamiento la convierta en la verdadera muerte?
A pesar de todo, tal vez con la belleza me amigue o ya me amigué, pero jamás me voy amigar con la muerte, esa apestosa solución de la Naturaleza.
¿Y ahora Jorge qué voy hacer sin vos? ¿Resignarme? ¿Darte un lugar en el apestoso rincón de los recuerdos? No me queda otra, pero me siento un pusilánime…

Victorio


carta publicada en el blog de Victorio Veronese



EL VATE

Queridísimo Vate, en realidad tendría que empezar esto que estoy escribiendo, que seguramente será un capítulo de la continuación de El profesor de ajedrez, como empiezo la epístola a Allen Ginsberg, eliminando lo de ex comunista, porque vos nunca fuiste comunista. Lo que motivó que esté sentado ante la pantalla de mi compu, es que anduve metiendo mano en los estantes de mi biblioteca y aparecieron varios libros escritos por usted. Además tengo en uno de los placares una bolsa de plástico con material suyo, no sé si en algún momento iré en busca de ellos para utilizarlos en este relato. Usted sabe que también tengo en mi poder una orden judicial donde dice que andan detrás de su paradero, nunca supimos cómo ese papel está en mis manos, pero cuando llegó a mí usted estaba en la provincia de Córdoba. Su madre me llamó y me preguntó si sabía de su persona, estaba preocupada, la justicia, la justicia no, la policía, siempre la policía, iba en su busca.
Vate, ¿Por qué no me dejó robarle el poncho que usó Saint-John Perse a don Alva Negri?
En Canción para una Fotografía de Ausencia, en su dedicatoria me habla de los hilos celestes de los ángeles, que nos anudaron en lo invisible, para la radiación más fuerte del poema. Ya sé, me va a decir que no es exactamente lo que escribió, pero qué importancia tiene si traiciono sus palabras para acercarnos más a la poesía, en este caso a la prosa.
Miento cuando le digo a alguien que me pregunta por usted, y estamos peleados, sin hablarnos, que cuando nos hablamos vivimos punteándonos, porque no es cierto, el que lo putea soy yo, usted se enoja pero no me putea. Pero también es verdad que mis puteadas no sirven para nada, sigue creyéndole a Clarín, a Lanata, votando a los radicales, o hablándome de las virtudes de Binner, cómo un poeta de raza como usted puede comulgar con esa gente. Está claro porque lo puteo. Usted me saca del tablero, se niega a reconocer que la escaquera de la diosa Caissa tiene sesenta y cuatro escaques. Yo no me enojo con usted y con los que están parados en su misma vereda, porque piensan distinto, no, tienen todo el derecho a pensar distinto, lo que no pueden afirmar desde ese podio que construyeron en su imaginario, que San Lorenzo, River e Independiente nunca se fueron al descenso, ese es el tema. San Martín cruzó los Andes, no Belgrano. Pretender que Belgrano cruzó lo Andes en lugar de San Martín no es pensar distinto, es falsear la historia. Claro que me enojo y lo puteo, pero usted tiene que reconocer que es agotador todo el tiempo andar explicando lo obvio, lo evidente, y ya soy grande. Sé que lo pone mal a uno no tener la razón de su lado, y es que es más difícil saber perder que saber ganar, pero la razón no se impone tirando las piezas del tablero cuando se pierde, y menos, muchos menos, bombardeando Plaza de Mayo.
En El Circo Natural acontece que hay dos dedicatorias, la primera a Osvaldo Moro, además está su dirección de la calle Campana, su teléfono particular, y lo significativo: hay dos números telefónicos de su oficina. ¿Se da cuenta? Le digo oficina, porque usted puso oficina, ¡qué escándalo! Usted en una oficina. A usted le creen que trabajó en una oficina, a Blumberg le creyeron que era ingeniero, a mí no me creen que soy Experto en motores a explosión, se da cuenta cómo está diseñada la inteligencia del proparty porteño, usted mismo, más de una vez, cuando ve el diploma que cuelga en una de las paredes de mi bunker, se ríe. ¿De qué se ríe de mí o del absurdo que se me pueda considerar legamente a mí, precisamente a mí, experto en motores a explosión? Se da cuenta en qué mundo vivimos. Yo sé lo que usted hacia en esa oficina, pero no voy a decir nada, que no diga nada, tal vez en algún momento lo lamentemos, como hoy nos lamentamos no haberle robado a don Tomás Alva Negri el poncho que usó Saint-John Perse en su viaje a Tierra del Fuego. Le recuerdo: tuvimos en nuestras manos las fotos donde se veía a Perse con el poncho en Tierra del Fuego y en ese mismo momento junto con las fotos teníamos en nuestras manos ese poncho, yo le propuse que lo robáramos, y usted en un ataque feroz de aseo, de decencia, de honestidad, se negó. Lo debo querer más de lo que yo creo que lo quiero Vate, porque su actitud fue la negación de un acto poético que de haberlo consumado nos hubiese embellecido a los dos.
Le decía que El Circo Natural tiene dos dedicatorias, la primera a Moro, y la segunda reza así:
Certificado de pertenencia: Por intermedio de estas líneas, yo, Jorge Ricardo Smerling, de puño y letra y bajo un cielo que atrae con el movimiento de los astros, la serena e inquieta noche de los amantes de los cuerpos y las palabras, digo que este libro pertenece desde este instante, al poeta V. V., y para que no hayan confusiones, también experto en motores a explosión , similares a las secretas maquinarias del poema que estalla en cualquier momento del día, como cada perversa y extraña metáfora en Poesía, entre sus manos, sin más, éste: El Circo Natural, libro que sirve de plataforma de lo que vino después, con todo corazón a mi gran amigo V.V. Jorge Smerling.
Después de esto, pretende que lo inviten a lecturas de poemas y a festivales de poesía, se da cuenta que usted vive en la rareza.
Ya que hablé de vivir en la rareza, para alegría del joven rokero Renzo Sinisi, voy a transcribir tu poema, Vivo en la rareza:


me pregunto
¿por qué todo es tan raro ahora?
siento que el universo duerme en la rareza
y el mundo cae al mundo como una piedra al cielo
¡ay Señor!
yo también caigo en ese vago sueño
donde tientan los espejismos y las mutaciones
y de pronto
me aturden las alarmas de otra rara luz
que me incorpora
y recuesta sobre las voces y las músicas
y el milagroso dormirme
cuando llega otra vez
sin redes
la mañana
y nada despierta para avisarme
que se han movido las cosas
del sin lugar
y apenas es un apenas:
el corazón la taquicardia
ver los telares de la muerte sonando y sonando
en sus escasos movimientos
y es tan raro Señor
todavía
aún y todavía
y cuando solamente el mundo sobre mis ojos
azules pasando
como el libre cometa desterrado hacia el peligro
¡y es tan raro
Señor
seguir vivo de este modo!


Jorge Smerling . Victorio Veronese







Un poema de Jorge Smerling



De un pato a otro pato


Vuela. No importa el camino.
Sube en ese ejército que alaba las facciones del universo:
tensas quizá como una flor con el beso de la aurora.
Vuela.
La vida es bella a pesar de los fusiles.
Vuela.
Aunque debas llorar por tu muerte
y la de un pato solo
                              a orillas del río.

















viernes, 17 de mayo de 2024

LUIS BENÍTEZ / 9 POEMAS

 


LOS OJOS DE RIMBAUD

 

Azules, de bárbaro. Hoy cantan para ti

los suaves trinos y en el taller literario

adelgaza la voz el papagayo: conmovida

endulza las Grandes Miradas su lección de confitero.

De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo:

que la bella ciencia es una habitación que da a lo oscuro

y el hombre, ese acertado inconstante,

es apenas unos pocos pasos que por ella van y vienen.

Hoy que las profesoras de letras olvidaron todo

lo que saben de ti los presidiarios

y el vago que, a riesgo de ser aplastado por los automóviles,

detiene la metáfora de su paso por recoger el milagro

de una hoja, sin alcanzar a explicárselo;

hoy que apenas los ascensoristas

se levantan de entre los demás,

hoy que esta loca materia aparece ahogada y vencida,

como lo estuvo siempre, como va a estarlo siempre,

flotando sobre las aguas de los números;

hoy que en tus selvas vírgenes arraigaron los casinos

y suena música disco en todas las Áfricas tonantes,

hoy que en la calle 88 y Broadway una horrible fulana te pasea

impreso en su remera, sonriente con toda la Gloria Americana,

hoy que encuadernado en cuero y con letras doradas

te exhiben los dentistas en sus huecas bibliotecas

y te honran a su modo, repartiendo venenos

por las calles del mundo los ágiles traficantes,

hoy que caen los muros y todas las posteridades se desploman,

hoy que la Historia, esa vieja enemiga,

se ríe de nosotros diciendo que no existe,

como en tu tiempo repetía el Diablo;

hoy que los blandos músculos de los diputados

pueden arrojar al mar, si quieren, a miles de forzudos extranjeros,

hoy que la tímida democracia probó ser más efectiva que los reyes,

hoy que todos por fin somos buenos

y alza su copa radiante el rosado, negro, amarillo y cobrizo

banquete de la vida, más allá

de los caritativos grupos que intentan el soneto,

a través de las bibliotecas barridas por el polvo y las secretarias,

sin dactilografía ni voz ni esperanza ni objeto,

cruzan las geografías dos luces gruesas y potentes

anillando la Tierra. No por el símbolo sino por la mirada

eres como el dios de plástico que cuelga de su pared el asustado,

para que esos Ojos le sigan por la casa. Para nosotros

los mínimos, para nosotros los pocos, para nosotros los débiles,

que sólo queremos estar ociosos, tus párpados están

siempre abiertos, hermano desdeñoso,

Jesucristo el Terrible,

hoy que es una vergüenza tener hambre

siguen mirando lo mismo tus fanales salvajes.

 

(De Fractal, Ediciones Correo Latino, Buenos Aires, 1992)

 


EL MAR DE LOS ANTIGUOS

 

No volverá jamás el mar de los antiguos

a rebañar las costas creadas por sus olas.

Un año de ancho, una vida de largo,

se sumió en la honda bocanada del fondo.

Con él las bandas de Erik el Violento

y la pacífica vela de otro ladrón, fenicio,

doblaron para siempre ese horizonte blando

y abajo el precipicio que los tragó

a todos como se cierra un libro.

Ni el ceñudo pirata que un día fue

estatura y bronceado y sombra,

ni el traficante sofocado bajo tricornio y títulos,

tuvieron el poder de detener

aquellas otras olas que se llaman horas;

menos el múltiple ahogado, ése sin nombre,

puede asomar la cabeza ahora

para su intrépido persistir

bajo la luna, a solas.

Ah mar de Eneas y de Ulises

que no eras éste y eras

la cuna del delfín y las especias

y el camino del oro y siempre, lo Otro.

Qué portugueses y españoles eran

cuando eran los que eran en el mar.

¡Y el junco de esa otra historia, la ignorada,

que salía a él bajando de los ríos

como una rama armada de astrolabio,

con hombres amarillos bajo la tensa seda

guardando sus secretos, sus caminos y sus signos!

Veo entre peces voladores

cabalgar el trirreme del romano

y al bajel del griego salir de la zozobra;

todas esas ambiciones que iban tras las Hespérides

encalladas en el arrecife del Minuto.

Y la Sirena, el paganismo de a bordo

recubierto de escamas y colocado fuera,

y el oficial Leviatán del Viejo Testamento

condensados en la ballena blanca

que surcó todavía, en mil ochocientos y tantos,

el querido inolvidable mar de los antiguos.

 

(De Fractal, Ediciones Correo Latino, Buenos Aires, 1992)

 


ESTA MAÑANA ESCRIBÍ DOS POEMAS

 

Esta mañana escribí dos poemas.

No me pregunto ya por el sentido

que tiene o no tiene este oficio oscuro.

Simplemente es otra manera, posible, de estar vivo.

Me pregunto por el origen

de esas dos cosas que ahora están sobre la mesa,

no exactamente hechas de papel y de pigmentos.

Por los hombres que lo han dicho mejor

y hoy están muertos.

Por los siglos de guerras y de paces

que entre las palabras han corrido.

Me pregunto los nombres y el semblante

del que en otra parte del globo ha dejado

sobre su mesa otras dos cosas iguales

y que duda también de mi existencia.

Me pregunto por los miles de días y de noches

que han debido transcurrir para que hiciéramos esto.

Por los cientos de personas

que han donado los versos.

Me pregunto por qué, hace un rato,

se ha modificado dos veces este mundo.

 

(De La yegua de la noche, Ediciones del Castillo,

Santiago de Chile, Chile, 2001)

 


LA TARDE DEL ELEFANTE

 

A mi amigo, el poeta Nicholas Stix,

en donde sea que esté.

 

¿recuerdas, nick, la tarde del elefante?

tú estabas abrumado por el enésimo rechazo

que esa mujer casada madre ya de cuatro hijos

te había propinado por teléfono

lo único que te daba desde hacía

entonces once años

al menos

cuando era soltera te lo decía en la cara

y estabas irritado de veras enojado

porque llegué una hora tarde

y te dejé solo en la enorme nueva york

por otra hora más entregado a ti mismo

ni mi taxi ni mis disculpas calmaron

tu rabia anglosajona

decías sólo se está solo en las grandes ciudades

¿te acuerdas, nickie, de la tarde del elefante?

muchas lluvias y nieves y pisadas

de zapatos italianos y de zapatos deportivos

pasaron por esa esquina del village

pero ella no ha olvidado todavía la tarde del elefante

tú me sermoneabas en tu álgido inglés

sin darte cuenta de que yo también estaba derrumbado

 

y entonces esa enorme sombra

 

hablabas del tedio de las ciudades

del aburrimiento amarillo que se pone

al oeste del puente de tu brooklin

y de las mujeres jóvenes que cruzan solas

y en ómnibus los laberintos sedosos de central park

rumbo a esos cuartos donde la calefacción les falla

 

y entonces esas pisadas majestuosas

 

hablabas de que no te habían incluido en esa antología

y decías que el marido de ella era calvo

ceceoso y que dibujaba historietas

el tonto de los cómics repetías

el tonto de los tebeos repetías

mientras la gente

siempre está alerta la gente

dejaba corriendo la acera

tumbaba las sillas

y olvidaba a los niños en su loca carrera

decías que la rutina es una vieja ciega

que mendiga monedas por bond street y por harlem

y que cada persona la recibe en su casa

 

entonces ese gordo la mole

se quedó parado cerca de nuestra mesa

en la esquina desierta mientras el cajero

temblando llamaba a la policía

 

cinco mil kilogramos de pacífica selva

aplastando el asfalto una inmensa epifanía gris

de cuatro metros de alto y esa trompa curiosa

con un dedo en la punta

que probaba las frutas de las mesas caídas

y revoleaba jugando los manteles manchados

 

aplastó en su huida de algún circo o del zoo

a esa vieja mendiga que a la gente oprimida

acongoja en su casa

nos miraba sin miedo como todas las cosas

que sonriendo repiten soy amigo del hombre

 

(De La tarde del elefante y otros poemas,

 Editorial Ala de Cuervo, Caracas, Venezuela, 2006)

 

Drácula

 

En mi infancia fue Christopher Lee

Y en la de otros Bela Lugosi, un vampiro morfinómano

Que murió pobre, viejo y olvidado,

La suerte que no conoció esa sombra invariable

Que nos sigue mirando desde el hueco de las escaleras

O la habitación terrible al fondo de la casa.

Debe recordarnos que detrás de los que se reflejan

Cada día en los espejos, siempre hay un niño

Que viene tanteando las tinieblas

De un eterno corredor, uno que -él lo sabe-

Termina en la sala de un castillo.

Tiene que ser el otro lado de los mediodías

Para que el mediodía sea la tranquilizadora luz,

Las nítidas certezas, cada jornada una avenida iluminada

Para que veamos venir la muerte si se asoma.

Son suyos los gritos de la calle que no reclama nadie,

Los escalofríos que no tienen un porqué que no avergüence,

Los pasos nocturnos que se oyen cerca y lejos,

Un horrible doble tiempo que marea y que nos toma.

Y en el centro de esa red infinita que le han tejido el tiempo

Y nuestros miedos, -seguro solamente de sí mismo y del infierno-

Sonríe y entre dientes murmura nuestro nombre,

Aquel que es sólo uno y el que llevamos todos:

Vlad Draculea, el príncipe que somos de Valaquia.

 

(De Les imaginations, traducido al francés por Jean Dif, Éditions L’Harmattan, Colección de Poesía Accent Tonique – Poésie, dirigida por Nicole Barrière, París, Francia, 2013.

No publicado en español hasta la fecha)

 


Revelaciones

 

Alexander Graham Bell arrojó al futuro

Esta pequeña cosa que llevo en el bolsillo,

Que me espera paciente en un rincón de la casa,

Que me acecha silenciosa todavía en la oficina:

Ha colonizado el mundo con voces que no son suyas

Y nos obliga ruidosamente a contestarlas.

Contengan la noticia horrenda o la venganza que nos dibuja

Un rictus que no reconoceremos nunca ante los otros;

Sean el aguijón de nuevas urgencias o breves palabras

Que serenan y apaciguan, él las trasmite igual

Que a la cobarde amenaza que no tiene un rostro,

Los saludos inútiles en cada aniversario o el estúpido

Intento de vendernos interminablemente algo.

Indiferente a lo que dice su micrófono,

Lo lleva a miles de kilómetros para que inevitablemente lo reciba alguien,

Como un bombardero atento sólo a la puntual

Entrega de su carga que cambia las cosas para siempre.

Quizá su placer desde hace un siglo sea engañarnos

Creyéndole que hablamos con los vivos,

Cuando al teléfono exclusivamente lo hacemos con fantasmas.

 

(De Les imaginations, traducido al francés por Jean Dif, Éditions L’Harmattan, Colección de Poesía Accent Tonique – Poésie, dirigida por Nicole Barrière, París, Francia, 2013.

No publicado en español hasta la fecha)

 

 El róbalo

 

En el plato que parece pequeño bajo su forma poderosa

El róbalo de ancha escama y enorme boca armada

Todavía muerde el aire que huyó de su último intento

Aunque vencida por las redes de la compañía pesquera

Y traída a la fuerza a este mundo que pensamos

Es más seguro y auténtico que el suyo

La bestia marina sigue acechando al pulpo ocho veces inquieto

En su bosque de corales y sus fuertes músculos

Quieren llevárselo de un rotundo coletazo

Hacia lo negro y profundo de las cordilleras sumergidas

Hacia las islas precipitadas desde la superficie

Hacia las muchas atlántidas que son jardines de algas

Batidos por las corrientes y el paso interminable

De las ballenas que van por el amor hacia lo oscuro

Como un paisaje en lento movimiento

El róbalo en su furia congelada a medias todavía envuelto

En el papel de diario con que lo abrigó el marchante

El róbalo que ayer a mediodía diezmaba a dentelladas

Inmensas columnas de sardinas que se fundían en una

O se dispersaban por el golfo sosteniéndolo

(Parecía) como a un palacio sumergido

La fiera insaciable como un lingote de plata asesinado

Que ya no surfeará las olas con desprecio

Orgullosa del poder de su ancha espalda

Entre las frutas y las botellas de cerveza

Humillada por el hombre que cierra su heladera

Y piensa en otra cosa y rasca su cabeza

Y que es para su dios que brama en las campanas

Lo que el róbalo en el plato.

 

(De Les imaginations, traducido al francés por Jean Dif, Éditions L’Harmattan, Colección de Poesía Accent Tonique – Poésie, dirigida por Nicole Barrière, París, Francia, 2013.

No publicado en español hasta la fecha)

 

 tuviste varios horizontes país

 

aunque los días de grasa y los años de fuego

te frieron como un biscocho todavía parecés ser

esta materia hecha de paisajes y familias

donde cada tanto alguien le pregunta a otro qué sucedió

qué te llevó a hacernos ciertas cosas

parecidas al crimen o a eso que nadie osa mencionar entero todavía

como una vergüenza escondida en fotografías oportunamente quemadas

o parientes sepultados en el fondo de la casa en la madrugada

cuando nadie está despierto y quien lo está

no quiere ver y se ampara en la gastada historia

de la pesadilla y el insomnio

 

fui educado para amarte país

yo lloraba de niño cantando la oración a la bandera

y fui la última generación encontrada la última bala de tu ruleta rusa

el clic en la sien que hace despertar en otro mapamundi

donde busqué tu silueta de chica mala inútilmente

dándole manotazos cada vez más furiosos al globo terráqueo

 

fulana vieja

sé que pasaste por muchas necesidades

(los últimos doscientos años no fueron nada buenos

pero para los muchos nosotros tampoco)

y espero que elijas mejor a tus gigolós mañana

por el bien posible de tus hijos también

 

el internado donde nos dejaste huele a meadas de perro

y nadie es muy amable en ninguna parte

además de que no venís a verme demasiado a menudo

extraño todas esas promesas de cariño

cuando me engendraste en un hospital municipal

tan tuyo parir entre goteras

y hacer llorar a los inocentes por mano ajena

sonriendo como si no tuvieras culpa alguna

esperando felicitaciones y flores y bombones

entre almohadas y atenciones donde brilló

entera y rota y en una parte nueva

tu vieja sangre

 

(De Nadie sabe dónde estuvimos, Editorial Palabrava,

Santa Fe, Provincia de Santa Fe, 2021)

 

 


marcelo dughetti discute con montale

 

que pase el muchacho

el que hilvana los rostros del pasado

como una tejedora de rímini                     como uno

que emplea diestramente los bolillos

a comer trucha conmigo en esta noche romana

 

ya traigan ese añejo que sólo abríamos

cuando venía a visitarme joseph brodsky

amengüen las lámparas    para que pueda

encenderse de nuevo                   más allá de las ventanas

el horizonte en fuga y brille otra vez

extraña                      la luz del petrolero

yo soy un viejo poeta todo oídos

y cómo no sé quién se va y quién se queda

ahora quiero oír cuanto dice uno de mis hijos

 

quiero conocerlo y reconocerlo

aunque tenga la voz áspera y sea soez

para mi gusto antiguo en algún giro

porque él sabe de qué materia estamos hechos

dónde se encuentra ahora lo que fue

cuánto pesa un patio en la memoria

 

que pase el bribón el joven desmañado

el que habla solo atravesando calles de tierra

larga será nuestra conversación en esta sala desierta

ay hace tanto vacía

y si oyen que levanta la voz no se alarmen

que así hablan los jóvenes

alguna vez yo también protestaba así

furioso por el paso de los años del amor y de las horas

 

lo que enfurece es saber que irse es la forma mejor

que tienen las cosas de quedarse

 

dejen que el muchacho rabie porque rabiando

comprende todavía mejor cuanto guarda el polvo

lo que dice el eco lo que esconde el día

dejen que sufra y llore y también

cuando pueda que se ría

la risa de los poetas es cosa rara

la cosa más preciosa en esta tierra

 

(De Nadie sabe dónde estuvimos, Editorial Palabrava,

Santa Fe, Provincia de Santa Fe, 2021)

 


LUIS BENÍTEZ

El poeta, narrador y ensayista Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA), de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA) y del Centro PEN Argentina. Su obra literaria le granjeó numerosos reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003), el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2007) y el Tercer Premio Municipal “Ricardo Rojas” de Novela (2022).

Sus 44 libros de poesía, ensayo y narrativa han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay.

Último título publicado:

La vida entera. Una antología, Pro Latina Press, Nueva York, EE.UU. 156 págs. 2023. https://www.facebook.com/ProLatinaPress





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