miércoles, 4 de noviembre de 2020

Los años 90 y la movida cultural / J. SEAFREE

 AQUELLA MANERA DE ABRIR LOS OJOS

 No recuerdo con exactitud el primer lugar donde leí el nombre de aquella revista: “LA HOJA DE ALICIA”, pero apostaría a que sucedió en alguna de las páginas de un periódico de arte asturiano, “LA BROCHA”, en el que colaboré durante varios años en la década de los noventa. El propio nombre de aquella publicación de Buenos Aires era atrayente, singularmente literario; el apellido de la editora y poeta, Alicia Gallegos, lo hizo más encantador.

 Durante aquellos años resultaba normal el correo postal, el intercambio de ediciones, revistas, etc. a través del mismo, incluso de un lado a otro del Atlántico; con ello, también, el género epistolar - algo que un servidor no ha abandonado del todo -. Y así, la comunicación, el diálogo y el compartir la pasión por la poesía, por la escritura, por los libros… eran la antesala de una amistad y de una confianza generadas a pesar de miles de kilómetros de distancia. Pronto comprobé que mi amigo y admirado autor Rafael Marín, desde Valladolid, también conocía a Alicia, habiendo una mutua colaboración en P.O.E.M.A.S. que él editaba, y en la citada revista argentina además de otros proyectos editoriales que ella, incansable, mantenía. 

 En octubre de 1991 conocí a Yolanda Pérez Herreras en Madrid. Comenzamos a editar “ALABASTRO” en enero de 1993 junto a otros dos compañeros. Durante el primer año sacamos 24 trípticos con poemas y colaboraciones varias de muchos autores de aquí y de allá. Desde 1994 a 1998 editamos “cuadernos” en vez de trípticos: el espacio para mostrar poesía y más poesía creció en “Alabastro”, junto a nuestro entusiasmo. Nuestras páginas viajaron desde Madrid a tantos lugares de España, América y algunos países europeos. Aquellos seis años de “Alabastro” (1993-1998) hicieron que Yolanda y yo compartiéramos nuestras ganas editoriales con diversos compañeros que fueron entrando y saliendo del grupo, además de memorables veladas, recitales y presentaciones en diferentes espacios madrileños sobre todo. El entrañable Café Manuela nos acogió en multitud de ocasiones. Los aplausos y las cervezas eran grandes recompensas entonces. 

 Otra aventura había visto antes la luz: de 1992 a 1995 edité “LA NUEVA POESÍA ELÉCTRICA”; el primer número, octubre 1992, coedición de tres autores; uno de ellos, Tony Malagrida, había inventado esa “idea”, con nombre tan cautivador. Los números 2, 3 y 4, anuales, los edité en solitario. Páginas también en las que la poesía era la protagonista. Numerosos colaboradores con sus versos, sus textos y sus ilustraciones ayudaban a que la ilusión y el faro poético estuvieran encendidos.

 Posiblemente pretendía/pretendíamos cambiar el mundo con nuestros versos y nuestras páginas; con ese compartir, enviar, recibir, papeles que viajaban y eran constante aliento. O, al menos, si no podíamos cambiar casi nada, sí hacer más bella nuestra existencia y la de nuestros amigos y compañeros de viaje. Porque la poesía era – lo sigue siendo – nuestra gran pasión. Además, un hilo mágico: nuestras palabras exploraban latitudes, surcaban el océano, aunque nosotros no lo hiciéramos y/o no pudiéramos. 

 En gran medida todas aquellas tareas emprendidas, todas aquellas huellas de poemas y muestras editoriales supusieron una manera de “abrir los ojos” al orbe literario, llevando a cabo aquello en lo que creíamos: algo tangible que regaba nuestra memoria y nuestras emociones. No había pretensiones económicas; ni cifras que alcanzar como un objetivo; solamente saber que había un trabajo hermoso por hacer, que nos hacía felices a menudo, aunque no ayudara a poner un plato en la mesa ni a pagar factura alguna. 

 Varios lustros después, las circunstancias han variado de una manera impensable en aquellos años. Los medios de difusión actuales reflejan otro “espíritu” también en los ámbitos cultural, literario, poético… El paso del tiempo no puede borrar, no obstante, el recuerdo y el bello testimonio que todas aquellas páginas suponen, guardadas ahora en rincones de estanterías, cajas de cartón… En cierta medida, durante los años más recientes nos encontramos de otro modo: internet, redes sociales, blogs, etc. Como si una dimensión visual hubiera ocupado el lugar de lo tangible, de lo que viajaba, el soplo de magia que siempre es el papel, la página, el libro. En cualquier caso, la poesía permanece. Sigamos sintiendo eso. Para que en cada uno de nuestros espejos conservemos aquella manera de abrir los ojos.

                                                                                                      J. SEAFREE 

                                                                                                             (noviembre 2020)



DIBUJO ÁRBOLES… 


Dibujo árboles 

sobre un papel, 


trazo rostros 

inexistentes, 


duermo 

con las puertas cerradas 


y las manos esconden 

al papel del tiempo 


como una sombra 

dando vueltas 


en la cima 

de una montaña de cristal.

 

                                     J. Seafree (publicado en “SR. NEÓN”, n.º 10, Buenos Aires 1995) 



EL HOMBRE SUBTERRÁNEO 


Alguna vez fue la lágrima mi piel,

hoy ha de ser la piel de la lucha, 

la piel de la tierra, 

la piel del mar 

y de la palabra. 


Alguna vez fue la soledad mis ojos, 

hoy solo me tengo 

como un gran dragón 

envuelto en cuatro pieles. 


                             J. Seafree (publicado en “BIG BANG”, n.º 1, primavera 1995, Buenos Aires)



LA FUGA DEL ANTIFAZ 


Difícil siempre la verdad humana,

para arrancar la duda que encuentro hoy

 no me sirven la palabra, lo que soy,

la ciudad como la existencia, llana, 


la sinceridad en lágrima vana, 

los ojos nostálgicos que a buscar voy 

y no hallo, pues mis manos presas doy 

al viento de toda esperanza grana. 


Mirando dentro quisiera un pacto 

con lo real, apresurar toda huida 

en cada gesto, cada luz, cada acto, 


olvidar la máscara, ala caída 

de la memoria en el punto exacto 

donde hacer fácil un deseo de vida. 


                                   J. Seafree (publicado en “ALABASTRO”, invierno 1996, Madrid)




J. SEAFREE (Madrid, 1964)

Escritor de poesía y poeta experimental. Editor de “Dos Poemas y un Café”. 

Comenzó a publicar en 1990 y a exponer en 1991. Entre sus títulos: “La piedra huérfana” (1994), “Sol imposible” (1999), “Poemas del no siempre” (2011), “Primeras indulgencias verbales” (2015) y “Las ideas muerden” (2016) - con imágenes del pintor Antoni Miró – . 

Redactor y editor de diversas revistas poéticas en los años noventa. Ha realizado y coordinado múltiples exposiciones de poesía visual. Colaboraciones en decenas de publicaciones y ediciones impresas y electrónicas, tanto literarias como culturales. 

Trabaja las acciones poéticas y las consuma(c)ciones. Hacedor del Ministerio de Poesía Experimental. 

A diario busca “nuevos paisajes, momentos de paz / y de silencio, / claridad que el pensar aporta.”