Octavo Boulevard pregunta: Si fueses un río del mundo...¿cuál serías? y ¿por qué?
Soledad Fariña responde:
Soy el Mapocho
Mucho antes que los incas depositaran al niño
dormido en un hueco de su cumbre, yo estaba corriendo
peña abajo. Nací aquí, en el inmenso cerro El Plomo.
La cosecha había sido mala y ellos tenían que
ofrecer un niño al Apu.
El Plomo, mi padre, es un monte sagrado, un Apu y abrazado a sus
hermanas forman una cadena montañosa que llaman Yerba Loca.
Mi nombre, Mapocho, lo tomo en el lugar donde se
juntan los ríos San Francisco y Molina. Algunos dicen que Mapocho viene de maipuche,
“gente que cultiva la tierra”. Otros, con
más razón tal vez, dicen que significa “río que desaparece”.
Son muchos años en que
salto peña abajo queriendo
alcanzar el valle. Así, voy bajando por Farellones, Corral quemado, el Arrayán, pero al llegar a Las Condes ya soy un río de valle.
En Las Condes veo las casuchas que levantan los
ripieros en mi orilla. Húmedas, débiles, a la menor lluvia se anegan. También veo sus carretelas, sus caballos
escuálidos con que transportan el ripio. Y si levanto mi espuma –mis ojos- al sur de
las casuchas
alcanzo a ver las ostentosas torres que han construido los hombres de negocios.
Puentes antiguos, puentes nuevos atraviesan por
sobre mis cinturas:
Pedro de Valdivia Norte / Puente del Arzobispo / Pío Nono / Puente del Teatro /
Puente Purísima / Puente Loreto / Patronato
En uno de mis muros, -cerca del puente Pío Nono, cuando el parque rebozaba
de jóvenes, banderas y cantos en Octubre-, escribió
una estudiante
Papá, no me
esperes, estoy haciendo la revolución.
Mi agua es imparcial, ella fluye, baja, corre.
Yo no, a mí me llenaron de esperanza esos gritos
pintados en mi orilla.
Así como el 73 lloré y retraje mis aguas para no tener que soportar
sobre mí los cadáveres.
Cercanos al Puente Bulnes, algunos llegaban a la mi orilla,
otros quedaban atascados en las compuertas cerca del
cementerio.
Tantos, tantos, donde antes crecían los chaguales,
quiscos,
peumos, maitenes. Ahora ahí, flotando en mi
corriente o tirados.
La gente los mira desde el puente y llora. No lo
pueden creer:
viejos, jóvenes, mujeres, niños, cercenados,
fusilados.
Y yo corro, corro, mi agua impasible baña los
cuerpos y yo lloro,
mi espuma llora.
Pero sigo y recibo las aguas del Zanjón de la Aguada
que viene del oriente
y baja atravesando los poblados más pobres de
Santiago. Con basura y desechos, el Zanjón esa vez también trajo cadáveres.
Pero miren esta foto.
Fue tomada hace dos años luego de una noche de
lluvia torrencial.
El sol de la tarde iluminó la cordillera nevada y ese
gran paredón, que nos separa de todo, por un momento dio a mis aguas un reflejo dorado. Me veo hermoso en esa imagen de postal. Yo sé
que así querrían verme siempre: atravesando la ciudad calmo, limpio.
Pero eso no es verdad, esa es solo una foto. Yo no soy ese río.
Antes de vaciar mis aguas en el Maipo, recojo las historias cotidianas
de la gente que vive en mis orillas: niños, vagabundos, locos,
ánimas de suicidas.
Ellas, las historias, se han quedado aquí, mudas. Desde siempre las escondo en mis aguas,
que en este valle son cada vez más densas. Cada vez más oscuras. Cada vez más lejanas de mis rápidos saltos
desde la cumbre del Plomo, donde mi padre solo guarda el recuerdo de ese niño reclinado
en su manta.
Él ya no cuida el Valle, él le fue arrebatado y hoy
duerme en una árida y oscura pieza de
museo.
Soledad
Fariña - Junio, 2020
Soledad Fariña
Nací en Antofagasta, Chile, en diciembre de 1943, pero he vivido principalmente en Santiago. Al finalizar la secundaria, entre 1962 y 1973 trabajé en la Empresa Nacional de Electricidad, y a la vez estudié Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad de Chile. En 1973, luego del golpe militar, me exilié en Suecia con mi marido e hijos donde trabajé y estudié Filosofía y Humanidades en la Universidad de Estocolmo. De vuelta en Chile, junto con trabajar estudié los diplomados de Ciencias de la Religión y Cultura Árabe en la Universidad de Chile. Finalmente hice un Magíster en Literatura en la misma Universidad.
Entre mis publicaciones de poesía están: El primer libro, Santiago,1985; Buenos aires, 1991; Albricia, Santiago, 1988; 2010; En amarillo oscuro, Santiago, 1994; Narciso y los árboles, Santiago, 2001; La vocal de la tierra, Santiago, 1999; Madrid 2007; Tuxtla, Chiapas, 2019; Donde comienza el aire, Santiago, 2006; Se dicen palabras al oído, Madrid, 2007; Todo está vivo y es inmundo, Santiago, 2010; Ahora, mientras danzamos, Santiago, 2012; Yllu, Santiago, 2015; “1985”, Santiago, 2016; El primer libro y otros poemas, Santiago, 2016; Pide la lengua, antología, Santiago, 2017. En 1999 se publicó en Santiago el volumen de cuentos Otro cuento de pájaros.
Entre 1991 y 1994 fui co-fundadora, productora y conductora de programas de literatura en Radio Tierra, proyecto comunicacional feminista.
He dado clases de literatura y literatura infantil en la Universidad de Chile. Dirigí talleres de Escritura Creativa en las Universidades Diego Portales, Finis Terrae y Universidad Mayor. Coordiné talleres de lectura y escritura creativa para niños en diversas escuelas y diferentes ciudades en Chile y Latinoamérica. He asistido a numerosos Encuentros y Festivales de poesía en Chile en las ciudades de Santiago, Valdivia, Antofagasta, entre otras. Participé en el Festival de poesía de Medellín, Feria del Libro de Guadalajara, Feria del libro de Buenos Aires, Guayaquil, Quito, Ciudad de México, Chiapas, entre otros.
En 2006 recibí la beca de la Fundación J.S. Guggenheim; en 2007 fui nominada al Premio Altazor y en 2018 recibí el Premio por Trayectoria de la Fundación Neruda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario