Leonor Calvera nació y vivió en Buenos Aires, en el barrio de Belgrano.
Militante feminista. Poeta, traductora,escritora e investigadora.
Militante feminista. Poeta, traductora,escritora e investigadora.
Ha realizado una vasta labor en los estudios de género y de religiones comparadas, siempre en procura de establecer mejores puentes de acercamiento entre los seres humanos.
Como traductora, ha publicado más de cincuenta títulos de las más destacadas obras occidentales y orientales sobre el tema de las religiones.
Ha colaborado en distintas antologías del país y el exterior y recibido numerosas distinciones.
Formó parte como jurado de ensayo de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), el Fondo Nacional de las Artes y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Dirigió el Grupo Némesis (www.gruponemesis.com.ar) ,
Formó parte como jurado de ensayo de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), el Fondo Nacional de las Artes y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Dirigió el Grupo Némesis (www.gruponemesis.com.ar) ,
editó el blog Mujeres del Tercer milenio (mujeresdelmilenio.wordpress.com) y fue vicepresidenta de ACARMAS (Academia Argentina de Masonería, Ciencias Primordiales e Iniciáticas y de la Tradición Hermética).
EL GÉNERO MUJER
Otros libros de Leonor Calvera |
Estudio valioso: El género mujer La Nación 17/10/1982 La polémica abierta en las últimas décadas acerca del feminismo, ensalzado e impugnado al mismo tiempo, convertido en bandera política y en estandarte de reivindicaciones, haIla en este libro no ya un superficial alegato en su favor sino un conjunto de' argumentos 'científicos y de antecedentes históricos que lo justifican. |
Los clásicos interrogantes que se formulan a propósito del llamado sexo débil están considerados por la autora en lo que constituye la parte sustancial de su obra.
Es así como se indaga en las esencias mismas del fenómeno cultural, relacionándolo con el proceso biológico en sus diversas etapas. Y en forma correlativa se analiza la interdependencia de los sexos en el seno de la comunidad, se investiga la profunda significación de los elementos que las diferencian simultáneamente la viabilidad de alteraciones en los mismos. Como planteo inseparable del estudio de los puntos mencionados debe juzgarse la hipótesis vinculada con una realidad sociológica de igualdad para ambos sexos.
En última instancia es la tesis de la postergación social de la mujer la resultante de la minuciosa pesquisa que Leonor Calvera lleva a efecto para llegar a tal conclusión la investigadora retrocede hasta la concepción alegórica de la Gran Madre y las más antiguas formulaciones legales, y luego avanza, paso a paso, en sistemático buceo, hasta penetrar en los complejos meandros del psicoanálisis contemporáneo.
Un escrupuloso equilibrio caracteriza este estudio en el que no sólo se ponen de relieve los rezagamientos y dependencias de la condición femenina sino también las limitaciones artificiales que afectan la personalidad masculina, por obra de circunstancias y prejuicios históricos.
Las falencias íntimas perceptibles en ambos sexos los han llevado indistintamente a apelar a recursos que, a juicio de la autora, hace peligrar el principio mismo de la vida. Este riesgo sería conjurable, con vistas al futuro, si se practicara una renovada y rigurosa evaluación de 101 factores de diversa índole que han determinado la alarmante situación actual.
Leonor Calvera proclama la necesidad imperiosa de devolver a la función educativa y al ejercicio de una irrestricta libertad un papel gravitante. He aquí, a su entender, el camino que conducirá, por la "fusión de los opuestos", hacia "el descubrimiento del ente... Uno-si n-segundo, Dios-Brahma, Principio último y primero..... en el que "se proyectan nuestros ideales y esperanzas". (423 páginas).
Un escrupuloso equilibrio caracteriza este estudio en el que no sólo se ponen de relieve los rezagamientos y dependencias de la condición femenina sino también las limitaciones artificiales que afectan la personalidad masculina, por obra de circunstancias y prejuicios históricos.
Las falencias íntimas perceptibles en ambos sexos los han llevado indistintamente a apelar a recursos que, a juicio de la autora, hace peligrar el principio mismo de la vida. Este riesgo sería conjurable, con vistas al futuro, si se practicara una renovada y rigurosa evaluación de 101 factores de diversa índole que han determinado la alarmante situación actual.
Leonor Calvera proclama la necesidad imperiosa de devolver a la función educativa y al ejercicio de una irrestricta libertad un papel gravitante. He aquí, a su entender, el camino que conducirá, por la "fusión de los opuestos", hacia "el descubrimiento del ente... Uno-si n-segundo, Dios-Brahma, Principio último y primero..... en el que "se proyectan nuestros ideales y esperanzas". (423 páginas).
Reseña de Liliana Heker
Clarín - 11/11/1982
Clarín - 11/11/1982
Como trabajo recopilador y ordenador, El género mujer constituye una obra valiosa y desmitificadora. La vastedad de temas -la mujer desde el punto de vista histórico, mítico, biológico, psicológico; sexualidad femenina, prostitución' lesbianismo, brujería, maternidad, entre otros- más la profusión y el acierto de las referencias, la inteligencia de ciertas interpretaciones parciales y la audacia de los planteos convierten a este libro en un verdadero aporte a la concientización de la mujer. Vale decir: implícitamente esta obra (como todo texto que le' proporciona un mayor conocimiento de sí misma) apunta a la libertad de la mujer de elegir con lucidez su propio destino.
Explícitamente, en cambio, el libro impone un destino. Su esquemática ideología da la impresión de estar fundada más en el enfrentamiento al varón que en el análisis de nuestra compleja realidad actual.
Explícitamente, en cambio, el libro impone un destino. Su esquemática ideología da la impresión de estar fundada más en el enfrentamiento al varón que en el análisis de nuestra compleja realidad actual.
"la creación de la mujer", grabado del "Speculum Solub", edición de Zainer.
Leonor Calvera parece pretender que se puede aislar químicamente al hombre genérico y la mujer genérica en la actualidad y someterlos a una simplificación maniquea --opresor-oprimida- sin traicionar la totalidad del contexto social. Se lamenta de que una proletaria vea "en la burguesa su poder económico opresor antes que su condición de sometida a la jerarquía masculina" y que' algo equivalente ocurra con la burguesa respecto de la proletaria. "Las contradicciones secundarias (sic: se refiere a las contradicciones de clase) se elevan como diques poderosos que cortan el paso a la corriente de la solidaridad." El esquema hombre opresor / mujer-oprimida aparece como una fórmula mágica, sin matices, capaz de absorber o desvalorizar cualquier otro sistema de opresión: al menos, en lo que concierne a las mujeres.
En efecto, la autora señala que la Revolución Francesa, la Comuna de Paris, los movimientos obreros de la Revolución Industrial, la Revolución Soviética y la Revolución China acabaron traicionando a la mujer (otra simplificación falaz). La conclusión es sencilla: la mujer debe desentenderse de todo cambio histórico: solo le corresponde militar en las filas del feminismo y luchar por sus propios derechos.
En efecto, en este libro se hace una abstracción total de las condiciones particulares de nuestro país, de su economía subdesarrollada, de las condiciones infrahumanas en que vive buena parte de los argentinos: se hace de cuenta que ya estamos en un país desarrollado o bajo un régimen socialista (decidir cuál sistema es más conveniente tampoco parece ser problema de la autora) y se reclaman medidas para perfeccionar ese país utópico cuyo poder ejercen los hombres.
El esquema opresor oprimida se mantiene indiscriminadamente en el orden social (sin que se analicen los factores de opresión, ni la factibilidad de que las mujeres se liberen socialmente en un pais cuyos habitantes, hombres y mujeres, no pueden desarrollarse como individuos libres), en el orden cultural (sin que se advierta con cierta ecuanimidad que tanto hombres como mujeres están condicionados a un esquema de vida y que no es tarea fácil ni para unos ni para otras renunciar a ese esquema) y también en el orden sexual.
"Preguntar sobre el origen de la opresión femenina puede llegar a ser una pregunta capciosa puesto que podría inducir a respuestas que fijaran su continuación en el tiempo" (pag. 377). ¿Por qué una pregunta capciosa? Diríamos que es la pregunta que toda mujer lúcida debe formularse. De la respuesta que se dé saldrá sin duda una imagen mucho menos esquemática, más contradictoria de lo que podría pretender un feminismo maniqueo.
Pero sólo a partir de un conocimiento complejo de si misma, de sus contradicciones, de su mala fe, de su relación con los otros, podrá una mujer elaborar sus condiciones de existencia en la sociedad. Y asumir, a partir de alli, su propio destino.
En efecto, la autora señala que la Revolución Francesa, la Comuna de Paris, los movimientos obreros de la Revolución Industrial, la Revolución Soviética y la Revolución China acabaron traicionando a la mujer (otra simplificación falaz). La conclusión es sencilla: la mujer debe desentenderse de todo cambio histórico: solo le corresponde militar en las filas del feminismo y luchar por sus propios derechos.
En efecto, en este libro se hace una abstracción total de las condiciones particulares de nuestro país, de su economía subdesarrollada, de las condiciones infrahumanas en que vive buena parte de los argentinos: se hace de cuenta que ya estamos en un país desarrollado o bajo un régimen socialista (decidir cuál sistema es más conveniente tampoco parece ser problema de la autora) y se reclaman medidas para perfeccionar ese país utópico cuyo poder ejercen los hombres.
El esquema opresor oprimida se mantiene indiscriminadamente en el orden social (sin que se analicen los factores de opresión, ni la factibilidad de que las mujeres se liberen socialmente en un pais cuyos habitantes, hombres y mujeres, no pueden desarrollarse como individuos libres), en el orden cultural (sin que se advierta con cierta ecuanimidad que tanto hombres como mujeres están condicionados a un esquema de vida y que no es tarea fácil ni para unos ni para otras renunciar a ese esquema) y también en el orden sexual.
"Preguntar sobre el origen de la opresión femenina puede llegar a ser una pregunta capciosa puesto que podría inducir a respuestas que fijaran su continuación en el tiempo" (pag. 377). ¿Por qué una pregunta capciosa? Diríamos que es la pregunta que toda mujer lúcida debe formularse. De la respuesta que se dé saldrá sin duda una imagen mucho menos esquemática, más contradictoria de lo que podría pretender un feminismo maniqueo.
Pero sólo a partir de un conocimiento complejo de si misma, de sus contradicciones, de su mala fe, de su relación con los otros, podrá una mujer elaborar sus condiciones de existencia en la sociedad. Y asumir, a partir de alli, su propio destino.
Reseña de
Marta Mercader
Marta Mercader
El discurso de la cultura como usurpación del cuerpo femenino
Leído en la presentación de El género mujer en agosto de 1982
Enfrentar este notable ensayo de Leonor Calvera implica la necesidad de una especial apertura hacia la sabiduría el el conocimiento. Porque no se trata solamente de uan defensa como caracterización situacional, histórica o filosófica de la mujer sino que es una forma original, actual y significativa de entender las necesidades de evolución. Condicionamiento y desarrollo ulterior del género mujer sino de todo aquello relacionado con la totalidad del género humano.
Para ello, la autora proporciona las claves de un nuevo humanismo, una nueva ética y un nuevo estilo de vida a través de las paitas filosóficas que confluyen hacia este momento histórico y a través de las propuestas que nuestras circunstancias requieren. Y ello sólo es comparable a las que habían alcanzado ciertos sistemas filosóficos en las postrimerías de la antigüedad.
La obra El género mujer está concebida como una estructura circular a cuyo centro convergen ideas directrices que involucran análisis antropológicos, filosóficos, religiosos y dialécticos. Estas ideas se presentan a través de un enfoque diacrónico y sincrónico quw revela siempre una constante: la disociación esencial de la mujer, su reificación, su instrumentación o, más duramente expresado, su esclavitud determinada por los sucesivos regímenes patriarcales que, en suma, propiciaron suu degradación a la condición de “objeto”.
Wate modo circular de concebir el ensayo es, asimismo, la enfatización de la metáfora lunar -símbolo femenino- que se desarrolla a todo lo largo del trabajo. Sus claroscuros sintetizan la inexistencia de los opuestos en contraposición a la imagen solar -masculina- que durante 8.000 años olvidara aquello de que el lugar más oscuro está siempre bajo la lámpara.
Esas líneas directrices fundamentan la tesis revolucionaria -compartible o no- de la última parte del libro “Hoy y el futuro”, una tesis por loo tanto ajena a convencionalismos y tabúes. Cada una de esas líneas merecería una evaluación pormenorizada, de modo tal que el deslumbramiento de un fruto nos hiciera perder la dimensión del árbol y sus raíces generadoras.
Frente a los diez años de acopio de información y a los tres de elaboración que exiigió este ensayo, preferiremos abordarlo en los aspectos que son más aprehensibles y permanentes, menos oscuros para la anunciación oral, dejando a la lectura receptiva y conciente de cada uno de ustedes, esa aotra comunicación más sustancial r intransferible.
Los aspectos que llamamos más aprehensibles son ñas huellas directas registradas por el peso de la masculinidad sobre la femineidad durante ocho milenios.
Los hitos marcados por Leonor Calvera son a-históricos e históricos. En el primer caso, están referidos a los mitos, a las deidades femeninas preeminentes que anudan esta cadena circular, mitos paulatinamente cercenados y remplazados por otros de neto contenido masculino, sobre los cuales, por natural predisposición, nos detendremos especialmente. Los hitos históricos, por su parte, se corresponden con la implacable cronología de una deshumanización: la del género hombre. Cronología, además documentada por sus protagonistas, lo que exime a la mujer de equívocas exégesis.
Antes de sintetizar, muy escuetamente, la visión de El género mujer, de Leonor Calvera. Es insoslayable remarcar su espíritu ecuánime, su espíritu humanista, su hálito ajeno a revanchismo, la imprescindible energía de su voz -después de tantos silencios es más que comprensible-m su apetencia de trabajar con un pensamiento con “la abolición de lo superior-inferior, de lo arriba-abajo-“ Sólo así se podrá llegar al reconocimiento “por parte del sujeto masculino respecto del yo femenino como otro tú radicalmente distinto”, pero exigiendo una reciprocidad de reconocimiento, de aceptación, para llegar al centro en el cual no existirán ya contradicciones ni se abrirán nuevas series de opuestos.
Para ello, la autora proporciona las claves de un nuevo humanismo, una nueva ética y un nuevo estilo de vida a través de las paitas filosóficas que confluyen hacia este momento histórico y a través de las propuestas que nuestras circunstancias requieren. Y ello sólo es comparable a las que habían alcanzado ciertos sistemas filosóficos en las postrimerías de la antigüedad.
La obra El género mujer está concebida como una estructura circular a cuyo centro convergen ideas directrices que involucran análisis antropológicos, filosóficos, religiosos y dialécticos. Estas ideas se presentan a través de un enfoque diacrónico y sincrónico quw revela siempre una constante: la disociación esencial de la mujer, su reificación, su instrumentación o, más duramente expresado, su esclavitud determinada por los sucesivos regímenes patriarcales que, en suma, propiciaron suu degradación a la condición de “objeto”.
Wate modo circular de concebir el ensayo es, asimismo, la enfatización de la metáfora lunar -símbolo femenino- que se desarrolla a todo lo largo del trabajo. Sus claroscuros sintetizan la inexistencia de los opuestos en contraposición a la imagen solar -masculina- que durante 8.000 años olvidara aquello de que el lugar más oscuro está siempre bajo la lámpara.
Esas líneas directrices fundamentan la tesis revolucionaria -compartible o no- de la última parte del libro “Hoy y el futuro”, una tesis por loo tanto ajena a convencionalismos y tabúes. Cada una de esas líneas merecería una evaluación pormenorizada, de modo tal que el deslumbramiento de un fruto nos hiciera perder la dimensión del árbol y sus raíces generadoras.
Frente a los diez años de acopio de información y a los tres de elaboración que exiigió este ensayo, preferiremos abordarlo en los aspectos que son más aprehensibles y permanentes, menos oscuros para la anunciación oral, dejando a la lectura receptiva y conciente de cada uno de ustedes, esa aotra comunicación más sustancial r intransferible.
Los aspectos que llamamos más aprehensibles son ñas huellas directas registradas por el peso de la masculinidad sobre la femineidad durante ocho milenios.
Los hitos marcados por Leonor Calvera son a-históricos e históricos. En el primer caso, están referidos a los mitos, a las deidades femeninas preeminentes que anudan esta cadena circular, mitos paulatinamente cercenados y remplazados por otros de neto contenido masculino, sobre los cuales, por natural predisposición, nos detendremos especialmente. Los hitos históricos, por su parte, se corresponden con la implacable cronología de una deshumanización: la del género hombre. Cronología, además documentada por sus protagonistas, lo que exime a la mujer de equívocas exégesis.
Antes de sintetizar, muy escuetamente, la visión de El género mujer, de Leonor Calvera. Es insoslayable remarcar su espíritu ecuánime, su espíritu humanista, su hálito ajeno a revanchismo, la imprescindible energía de su voz -después de tantos silencios es más que comprensible-m su apetencia de trabajar con un pensamiento con “la abolición de lo superior-inferior, de lo arriba-abajo-“ Sólo así se podrá llegar al reconocimiento “por parte del sujeto masculino respecto del yo femenino como otro tú radicalmente distinto”, pero exigiendo una reciprocidad de reconocimiento, de aceptación, para llegar al centro en el cual no existirán ya contradicciones ni se abrirán nuevas series de opuestos.
La Gran Madre
El capítulo que abre el volumen atrapa ya por los sub-títulos: La Gran Madre, es decir, el mito sobre la mujer que crearon todas la culturas y civilizaciones. Resulta interesante recordar la distinta forma que el mito asume en sensibilidades y pensamientos diversos. Mientras que para Freud y sus seguidores adquiere caracteres individualistas o radicales, para Jung, como todos sabemos, se convierte en arquetipo: para Cassirer en símbolo y . para la antropología, en una manera de sancionar las costumbres sociales. En las palabras de Erich Froimm, suele ser un mensaje de nosotros hacia nosotros miosmos por medio del tratamiento de lo interno como si fuese un acontecimiento exterior.
Esta suerte de traslación a una sabiduría primaria ha servido a través de los siglos para iluminarnos acerca de los motivos más profundos y así lograr expresarlos. La palabra se hace total y lo particular, general. Dota de riquezas insólitas a los aconteceres de nuestro entorno, colma de significaciones a una sociedad como la actual quem aparentemente, carece de mitos y le sirve de apoyo a la imaginación en su combate contra los hechos. El mito parece otorgar las claves a una realidad que los filósofos, historiadores, psicólogos, teólogos y economistas no pueden manejar por métodos discursivos.
El mito, construido con el flujo y el reflujo de la experiencia transfigurada, compone la mejor introducción a la historia del género mujer. Es a partir de esta concepción que el ensayo que nos ocupa parte de la irrupción de lo masculino. Es con el Cantar de Gilgamesh donde aparece la figura del héroe para contraponerse a la femenina, y por eso es considerado como territorio lómote de la cultura.
La autora menciona a las diosas que fueron mito y creencia en la antigua Mesopotamia; Ishtar, Annana, Ashtar. Muchas religiones primitivas, ajenas a Sumer y Egipto, tuvieron como deidad mayor a una diosa. Los druidas y algunos pueblos célticos celebraban el advenimiento de la primavera -es decir, el fin del invierno, la oscuridad y el frío- agasajando a la nueva estación en la imagen de una diosa.
El Cantar de Gilgamesh, ubicavle entre el quinto y el cuarto milenio antes de Cristo, es el poema sumerio donde la silueta femenina comienza a perder densidad, gravitación e importancia en el seno de la comunidad y va siendo remplazada por el ascenso de los héroes masculinos.
El poema de Gilgamesh, un descubrimiento contemporáneo que exigió descifrar la escritura cuneiforme de múltiples tabletas de arcilla, marca -como bien lo señala Leonor Calvera- una ruptura decisiva respecto de la Gran Diosa “queen los sucesivos imperios arcaicos logró retener más atributos y poderes que ninguna otra deidad”. La Gran Diosa, la Única, Innana, la reina de todos los paóses sumerios, la reina que vigilaba el país Alto, seis milenios atrás, en la gesta de arcilla de Gilgamesh ya había sido profanada. Cuando la diosa del Cielo y de la Tierra descansa en el jardín de Suka-hituda. Es violada por éste. La diosa no pudo descubrir al mortal que la ultrajara, pero castigó a los sumerios: llenó de sangre todos los pozos, liberó vientos, tormentas y otras plagas. Doce el poema. “ Despuntó el alba, salió el sol / La mujer miró a su alrededor, espantada. / Innana miró a su alrededor, espantada. / Entonces la Mujer, a causa de su vagina / ¡cuánto mal hizo! ( Innana, a cauda de su vagina, ¡ñp que hizo! / Los siervos que habían ido a buscar leña, no bebieron más que sangre. / Los sirvientes que fueron a llenar el balde de agua, no lo lenaron más que de sangre-“ (…)
Pero al que había abusado de lla, no lo encontró.
Las luces que iluminaron a la Gran Diosa comenzaron a extinguirse: las sombras cubrían las murallas de su templo y sólo podría permanecer allú como esposa de Anu, como consorte del dios Uranio. Dio comienzo así su disminución de poderes. Convirtiéndose en mediadora. A esto seguirá el repudio encarnado por Gilgamesh –que tiene dos tercios de dios y un tercero de hombre-quien rechazará las propuestas amorosas de Ishtar y también los dones y riquezas que le ofrece,
Así la imprecará el héroe:
“No eres sino una ruina que no da abrigo contra el mal tiempo…
Un palacio al que los héroies han saqueado…
Una sandalia quye hace tropezar a su poseedor en el camino…”
Pero detrás de estas palabras subyace, aún , el temor. Gilgamesh recuerda el poder de la diosa de convertir a sus semejantes en bestias. Aflora la memoria de la antigua Señora de los Animales que perpetuará el himno védico:
“La señora de la selva no hace mal si no se la ataca.
Se comen frutas dulces delante de ella.
Se acuesta plácidamente cerda tuyo.
Perfumada de ungüentos, olorosa,
Ella, que sin labrar tiene alimentos en abundancia,
Madre de las bestias salvajes+
Es la Señora de la Selva a la que alabo.”
Queda bien clarificado que la diosa participa de tres principios fundamentales: el principio creador, Wl hombre trama y logra la muerte de la deidad femenina. La muerte de la Gran Diosael principio destructor y el principio formalizador, representados por los hindúes en su Trimurti.
Esta suerte de traslación a una sabiduría primaria ha servido a través de los siglos para iluminarnos acerca de los motivos más profundos y así lograr expresarlos. La palabra se hace total y lo particular, general. Dota de riquezas insólitas a los aconteceres de nuestro entorno, colma de significaciones a una sociedad como la actual quem aparentemente, carece de mitos y le sirve de apoyo a la imaginación en su combate contra los hechos. El mito parece otorgar las claves a una realidad que los filósofos, historiadores, psicólogos, teólogos y economistas no pueden manejar por métodos discursivos.
El mito, construido con el flujo y el reflujo de la experiencia transfigurada, compone la mejor introducción a la historia del género mujer. Es a partir de esta concepción que el ensayo que nos ocupa parte de la irrupción de lo masculino. Es con el Cantar de Gilgamesh donde aparece la figura del héroe para contraponerse a la femenina, y por eso es considerado como territorio lómote de la cultura.
La autora menciona a las diosas que fueron mito y creencia en la antigua Mesopotamia; Ishtar, Annana, Ashtar. Muchas religiones primitivas, ajenas a Sumer y Egipto, tuvieron como deidad mayor a una diosa. Los druidas y algunos pueblos célticos celebraban el advenimiento de la primavera -es decir, el fin del invierno, la oscuridad y el frío- agasajando a la nueva estación en la imagen de una diosa.
El Cantar de Gilgamesh, ubicavle entre el quinto y el cuarto milenio antes de Cristo, es el poema sumerio donde la silueta femenina comienza a perder densidad, gravitación e importancia en el seno de la comunidad y va siendo remplazada por el ascenso de los héroes masculinos.
El poema de Gilgamesh, un descubrimiento contemporáneo que exigió descifrar la escritura cuneiforme de múltiples tabletas de arcilla, marca -como bien lo señala Leonor Calvera- una ruptura decisiva respecto de la Gran Diosa “queen los sucesivos imperios arcaicos logró retener más atributos y poderes que ninguna otra deidad”. La Gran Diosa, la Única, Innana, la reina de todos los paóses sumerios, la reina que vigilaba el país Alto, seis milenios atrás, en la gesta de arcilla de Gilgamesh ya había sido profanada. Cuando la diosa del Cielo y de la Tierra descansa en el jardín de Suka-hituda. Es violada por éste. La diosa no pudo descubrir al mortal que la ultrajara, pero castigó a los sumerios: llenó de sangre todos los pozos, liberó vientos, tormentas y otras plagas. Doce el poema. “ Despuntó el alba, salió el sol / La mujer miró a su alrededor, espantada. / Innana miró a su alrededor, espantada. / Entonces la Mujer, a causa de su vagina / ¡cuánto mal hizo! ( Innana, a cauda de su vagina, ¡ñp que hizo! / Los siervos que habían ido a buscar leña, no bebieron más que sangre. / Los sirvientes que fueron a llenar el balde de agua, no lo lenaron más que de sangre-“ (…)
Pero al que había abusado de lla, no lo encontró.
Las luces que iluminaron a la Gran Diosa comenzaron a extinguirse: las sombras cubrían las murallas de su templo y sólo podría permanecer allú como esposa de Anu, como consorte del dios Uranio. Dio comienzo así su disminución de poderes. Convirtiéndose en mediadora. A esto seguirá el repudio encarnado por Gilgamesh –que tiene dos tercios de dios y un tercero de hombre-quien rechazará las propuestas amorosas de Ishtar y también los dones y riquezas que le ofrece,
Así la imprecará el héroe:
“No eres sino una ruina que no da abrigo contra el mal tiempo…
Un palacio al que los héroies han saqueado…
Una sandalia quye hace tropezar a su poseedor en el camino…”
Pero detrás de estas palabras subyace, aún , el temor. Gilgamesh recuerda el poder de la diosa de convertir a sus semejantes en bestias. Aflora la memoria de la antigua Señora de los Animales que perpetuará el himno védico:
“La señora de la selva no hace mal si no se la ataca.
Se comen frutas dulces delante de ella.
Se acuesta plácidamente cerda tuyo.
Perfumada de ungüentos, olorosa,
Ella, que sin labrar tiene alimentos en abundancia,
Madre de las bestias salvajes+
Es la Señora de la Selva a la que alabo.”
Queda bien clarificado que la diosa participa de tres principios fundamentales: el principio creador, Wl hombre trama y logra la muerte de la deidad femenina. La muerte de la Gran Diosael principio destructor y el principio formalizador, representados por los hindúes en su Trimurti.
La creación por la palabra
El hombre trama y logra la muerte de la deidad femenina. La muerte de la Gran Diosa tiene que ver con la creación por la palabra., conquista que se atribuyen y ejercen los hombres. “Dios ha creado el mundo por la palabra, la mujer y su potencia creadora no son ya necesarias”, dice Erich Fromm. El varón que reniega de su origen aparece con mayor evidencia en la cosmogonía egipcia: Tem. Espíritu divino amorfo, que reunía en sí el conjunto de las existencias futuras, mediante la Voz creó a Ra (el Sol) y se convirtió en Ra sin dejar de ser Tem. En una síntesis precisa, apunta Leonor Calvera: “La boca ha sustituido el vientre: la creación del mundo por la palabra constituye el pasaje definitivo de un espacio homogéneo, indiferenciado, maternal, a un espacio jerarquizado,, heterogéneo, patriarcal. Es el umbral de la forja de leyes que empujarán a la mujer a transitar su noche más larga…”
Una noche que tiene, como mínimo, 8.000 años: una noche apenas rayada en las postrimerías de este siglo por los resplandores intermitentes de una luna-mujer que busca avanzar en la historia, que busca conquistar un plano de igualdad humana, no colocándose frente al varón sino a su lado, en paridad de condiciones, para que de una vez por todas esta “broma” aciaga termine.
A partir del Verbo -masculino, solar- cae sobre la mujer “todo el peso de la palabra codificada”, aumenta el distanciamiento patriarcal traducido en moral y sanción divina, en una paulatina y creciente degradación social del sexo femenino. En los textos religiosos abundan ejemplos.
En el mundo helénico, salvo en Esparta, la mujer se dedica exclusivamente a criar hijos y regentear la casa. Solón fue glorificado por adquirir mujeres públicas, un modo de mantener el honor de las mujeres decentes. Por su parte, socialmente mejor consideradas, las hetairas, cortesanas de más elevada condición. Vociferaban contra la rivalidad de los efebos, que les disputaban los favores y el dinero masculinos.
Joseph Campbell clarifica el pensamiento helénico: “ La concepción patriarcal -dice – se distingue de la anterior concepción positiva `pr colocar aparte todas las parejas de opuestos –hombre y mujer, vida y muerte. Verdadero y falso, bueno y malo- como si fuesen absolutos en sí mismos y no meros aspectos de una más amplia entidad vital. Podemos relacionar esto con una concepción solar en cuanto opuesta a una lunar, ya que las tinieblas huyen del sol como su opuesto, pero en la luna las tinieblas yu la luz actúan en una misma esfera.” En la luna, símbolo mítico de la mujer, de la fecundidad, de los ciclos, los opuestos no existen.
La degradación de la mujer, tan claramente ejemplificada por los hacedores de nuestra civilización occidental. Se concretó también en las demás culturas. El género mujer ejemplifica cada uno de estos estadios de subalternización.
Una noche que tiene, como mínimo, 8.000 años: una noche apenas rayada en las postrimerías de este siglo por los resplandores intermitentes de una luna-mujer que busca avanzar en la historia, que busca conquistar un plano de igualdad humana, no colocándose frente al varón sino a su lado, en paridad de condiciones, para que de una vez por todas esta “broma” aciaga termine.
A partir del Verbo -masculino, solar- cae sobre la mujer “todo el peso de la palabra codificada”, aumenta el distanciamiento patriarcal traducido en moral y sanción divina, en una paulatina y creciente degradación social del sexo femenino. En los textos religiosos abundan ejemplos.
En el mundo helénico, salvo en Esparta, la mujer se dedica exclusivamente a criar hijos y regentear la casa. Solón fue glorificado por adquirir mujeres públicas, un modo de mantener el honor de las mujeres decentes. Por su parte, socialmente mejor consideradas, las hetairas, cortesanas de más elevada condición. Vociferaban contra la rivalidad de los efebos, que les disputaban los favores y el dinero masculinos.
Joseph Campbell clarifica el pensamiento helénico: “ La concepción patriarcal -dice – se distingue de la anterior concepción positiva `pr colocar aparte todas las parejas de opuestos –hombre y mujer, vida y muerte. Verdadero y falso, bueno y malo- como si fuesen absolutos en sí mismos y no meros aspectos de una más amplia entidad vital. Podemos relacionar esto con una concepción solar en cuanto opuesta a una lunar, ya que las tinieblas huyen del sol como su opuesto, pero en la luna las tinieblas yu la luz actúan en una misma esfera.” En la luna, símbolo mítico de la mujer, de la fecundidad, de los ciclos, los opuestos no existen.
La degradación de la mujer, tan claramente ejemplificada por los hacedores de nuestra civilización occidental. Se concretó también en las demás culturas. El género mujer ejemplifica cada uno de estos estadios de subalternización.
El velo y Lilith
No queremos dejar de mencionar el pasaje dedicado al velo un el correspondiente a Lilith.
La estatua de Isis, levantada a la puerta del santuario de Tebas y Menfis, tenía el rostro velado. Bajo la estatua se leía: “Mortal alguno levantó mi velo.”
Señala Calvera que el velo ha cumplido, y aún la cumple, una doble función: impide ver. Dificulta el acceso, a la vez que cierra el paso para lo que pueda hallarse detrás. El velo tiene otras significaciones: el que llega hasta la muerte es el reverso del que clausura y custodia la protección de la vida, la membrana que el hombrre penetra en la mujer buscando el misterioso poder de la madre.. Connota, asimismo, marginalidad, negación de la identidad de la mujer, ausencia de sí misma. Y los nuevos héroes serán hijos de vírgenes: Dionisos, Apolo, Jesucristo proclamarán la victoria sobrre los padres terrenales.
El velo estará presente tanto en la prostituta hebrea como en la cabeza de la cristiana devota y será tomado también por el varón –los tuaregs- para establecer otra barrera social; proteger la boca masculina, símbolo del Verbo solar. Así la amante no podrá ya ni conocer la boca del amado.
Por su parte, la imagen de Lilith resurge a su modo en el medioevo. Como un reflujo de las deidades regidas por la luna. Asolada por pestes y pobreza, la Edad Media encuentra en las mujeres, peyorativamente denominadas “brujas”, a las depositarias de una cultura popular que ayudará a sobrevivir en las penurias y a curar las enfermedades. Esas viejas sabias serán perseguidas, acusadas alianzas con el demonio -alianzas establecidas, según los inquisidores, a través del sexo abominable. Lilith representa un principio de libertad que es necesario sofocar.
En época posterior, la irrupción de Freud tampoco logra desentrañar el misterio de la mujer. Si bien las teorías freudianas conservan grandes adeptos, es bueno recordar la derrota que connotan sus propias palabras: “Si queréis saber más sobre la femineidad, podéis consultar a lustra propia experiencia de la vida, o preguntar a los Poetas, o esperar que la ciencia pueda procurarnos informes más profundos y coherentes.”
Buenos es destacar que una civilización que estigmatiza la sexualidad -hasta la actualidad, aunque en menor grado- entorna las puertas de todo a lo que ella se refiera, que hasta hace poco no se podía referirse al sexo aun dentro del matrimonio. Y sin embargo, luego la maternidad se sacralizaba como si no fueran dos hechos conectados el uno con el otro. De semejante división esquizoide del pensamiento, ¿qué se puede aprender?
El Informe Kinsey, las investigaciones de Masters y Johnson, entre otros aportes serios, produjeron avances significativos para la valoración sexual y humana de la mujer. Estos estudios comparten, simultáneamente, un tiempoo donde aún perduran formas terribles de vejación, castración y marginalidad. Diversos movimiento sociales -pretendidamente revolucionarios- han utilizado a la mujer como instrumento de una praxis político-económica para relegarla, nuevamente, a los roles dictados por el patriarcado. Las conquistas cívicas y laborales -fragmentarias aún- son historia reciente, demasiado reciente cuando ya transcurrieron 8.000 años.
Creo, con Leonor Calvera, que la gran revolución que le está aún debida a la humanidad. Se gesta en la imagen lunar. Una revolución que busca la fusión de los opuestos. “Ambos sexos -sostiene- llevarán al apogeo a esa luna que conoció las cavidades hipogeicas. Conocida la máxima separación, ya no importará confundirse en un acercamiento máximo…para llegar a una comunidad donde cada uno sea coidadano del mundo y compatriota del hombre.” Belloo ideal..Una responsabilidad de hombres y mujeres.
Quiero recordar aquí un mito de aborígenes de la Guayana. Estaban convencidos, en los casos de eclipse, de que si la luna muriera de verdad todos los hogares se apagarían. Hombrres y mujeres se unían en expresiones de angustia. Este mito, repetido en otras culturas americanas, se complementa con una revuelta y ocultamiento de utensilios culinarios. La interpretación antropológica indica que la antipatía entre el eclipse y los enseres, puede relacionarse coon el tema de la revuelta de los objetos contra sus amos. Mirando un poco más lejos, esa reacción primitiva ùede configurar un acto culposo, tanto del varón como de la mujer, frente a la Diosa madre. En la mujer, por haber cedido hasta en la identidad, en el hombre por haberla violentado y saqueado. El afanamiento con los enseres es una respuesta del inconsciente femenino ante su paraíso perdido, convertida ella misma en un utensilio como los que fabricara en chozas y cavernas para eslabonar su propia esclavitud.
Estamos en un mundo donde nadie es ya libre y la reconquista de un espacio armónico exige unidad. Las últimas décadas registraron algunas “estampidas” femeninas contra el varón, como el liberto que busca colgar del primer árbol a su amo. Y dado que la historia comenzó en Sumer, recordemos este milenario y risueñp adagio de esa cultura:
“Me he escapado dell toro salvaje
Para encontrarme con la caca salvaje.·
Toda la filosofía expuesta por Leonor Calvera en este denso, documentado y riguroso ensayo cuestiona, analiza y hace pensar con profundidad esa actitud.
La estatua de Isis, levantada a la puerta del santuario de Tebas y Menfis, tenía el rostro velado. Bajo la estatua se leía: “Mortal alguno levantó mi velo.”
Señala Calvera que el velo ha cumplido, y aún la cumple, una doble función: impide ver. Dificulta el acceso, a la vez que cierra el paso para lo que pueda hallarse detrás. El velo tiene otras significaciones: el que llega hasta la muerte es el reverso del que clausura y custodia la protección de la vida, la membrana que el hombrre penetra en la mujer buscando el misterioso poder de la madre.. Connota, asimismo, marginalidad, negación de la identidad de la mujer, ausencia de sí misma. Y los nuevos héroes serán hijos de vírgenes: Dionisos, Apolo, Jesucristo proclamarán la victoria sobrre los padres terrenales.
El velo estará presente tanto en la prostituta hebrea como en la cabeza de la cristiana devota y será tomado también por el varón –los tuaregs- para establecer otra barrera social; proteger la boca masculina, símbolo del Verbo solar. Así la amante no podrá ya ni conocer la boca del amado.
Por su parte, la imagen de Lilith resurge a su modo en el medioevo. Como un reflujo de las deidades regidas por la luna. Asolada por pestes y pobreza, la Edad Media encuentra en las mujeres, peyorativamente denominadas “brujas”, a las depositarias de una cultura popular que ayudará a sobrevivir en las penurias y a curar las enfermedades. Esas viejas sabias serán perseguidas, acusadas alianzas con el demonio -alianzas establecidas, según los inquisidores, a través del sexo abominable. Lilith representa un principio de libertad que es necesario sofocar.
En época posterior, la irrupción de Freud tampoco logra desentrañar el misterio de la mujer. Si bien las teorías freudianas conservan grandes adeptos, es bueno recordar la derrota que connotan sus propias palabras: “Si queréis saber más sobre la femineidad, podéis consultar a lustra propia experiencia de la vida, o preguntar a los Poetas, o esperar que la ciencia pueda procurarnos informes más profundos y coherentes.”
Buenos es destacar que una civilización que estigmatiza la sexualidad -hasta la actualidad, aunque en menor grado- entorna las puertas de todo a lo que ella se refiera, que hasta hace poco no se podía referirse al sexo aun dentro del matrimonio. Y sin embargo, luego la maternidad se sacralizaba como si no fueran dos hechos conectados el uno con el otro. De semejante división esquizoide del pensamiento, ¿qué se puede aprender?
El Informe Kinsey, las investigaciones de Masters y Johnson, entre otros aportes serios, produjeron avances significativos para la valoración sexual y humana de la mujer. Estos estudios comparten, simultáneamente, un tiempoo donde aún perduran formas terribles de vejación, castración y marginalidad. Diversos movimiento sociales -pretendidamente revolucionarios- han utilizado a la mujer como instrumento de una praxis político-económica para relegarla, nuevamente, a los roles dictados por el patriarcado. Las conquistas cívicas y laborales -fragmentarias aún- son historia reciente, demasiado reciente cuando ya transcurrieron 8.000 años.
Creo, con Leonor Calvera, que la gran revolución que le está aún debida a la humanidad. Se gesta en la imagen lunar. Una revolución que busca la fusión de los opuestos. “Ambos sexos -sostiene- llevarán al apogeo a esa luna que conoció las cavidades hipogeicas. Conocida la máxima separación, ya no importará confundirse en un acercamiento máximo…para llegar a una comunidad donde cada uno sea coidadano del mundo y compatriota del hombre.” Belloo ideal..Una responsabilidad de hombres y mujeres.
Quiero recordar aquí un mito de aborígenes de la Guayana. Estaban convencidos, en los casos de eclipse, de que si la luna muriera de verdad todos los hogares se apagarían. Hombrres y mujeres se unían en expresiones de angustia. Este mito, repetido en otras culturas americanas, se complementa con una revuelta y ocultamiento de utensilios culinarios. La interpretación antropológica indica que la antipatía entre el eclipse y los enseres, puede relacionarse coon el tema de la revuelta de los objetos contra sus amos. Mirando un poco más lejos, esa reacción primitiva ùede configurar un acto culposo, tanto del varón como de la mujer, frente a la Diosa madre. En la mujer, por haber cedido hasta en la identidad, en el hombre por haberla violentado y saqueado. El afanamiento con los enseres es una respuesta del inconsciente femenino ante su paraíso perdido, convertida ella misma en un utensilio como los que fabricara en chozas y cavernas para eslabonar su propia esclavitud.
Estamos en un mundo donde nadie es ya libre y la reconquista de un espacio armónico exige unidad. Las últimas décadas registraron algunas “estampidas” femeninas contra el varón, como el liberto que busca colgar del primer árbol a su amo. Y dado que la historia comenzó en Sumer, recordemos este milenario y risueñp adagio de esa cultura:
“Me he escapado dell toro salvaje
Para encontrarme con la caca salvaje.·
Toda la filosofía expuesta por Leonor Calvera en este denso, documentado y riguroso ensayo cuestiona, analiza y hace pensar con profundidad esa actitud.
Reseña de
Nelly Casas
Nelly Casas
Desde la oscura noche de los tiempos, la mujer está envuelta, rodeada, por un espeso velo de misterio, hechicería, sugestión. A lo largo de la historia el hombre -y también la mujer- a través de actos distintos, persistentes, sinuosos o violentos, racionales o irracionales, trataron de arrancar ese velo. Imposible. El velo envuelve a la mujer setenta veces siete. Número infinito. La historia de la humanidad podría definirse como el intento de penetrar en lo ignoto, horadando el velo.
Hoy, no creemos en los velos. La ciencia barre con los velos. La realidad brutal los rechaza. Y el velo se hace cada vez más sutil, más impenetrable, más multiforme, más nuevo e inoportuno, difícil de detectar.
La ciencia no logra arrancar la última capa adherida al génesis cósmico. El mito renace una y otra vez. Persiste más allá de toda evolución cultural, científica y de toda emancipación social o sexual. Diríase que el centro de gravedad del mito se encontrara en la oscuridad abismal del agua uterina. El agua, signo femenino.
Leonor Calvera intenta arrancar el velo nombrando los mitos sucesivos de la historia, uno a uno. Descubre, intuye, investiga los más remotos, arcaicos –celulares, diría. Con un instrumento de indagación…digamos, masculino: la racionalidad. Racionalidad apoyada en el rigor, saturada de imperceptible humor, absoluta independencia de juicio ante los mitos de la cultura y de la historia, de la ciencia. Y del poder. El poder, siempre presente, sojuzgante.
No sé si logra arrancar el velo, no sé si logra demistificar la fuente generadora de mitos, pero sé que arranca velos. Velos decrépitos, deformantes, paralizantes, psicodélicos. Y lo hace, repito, con rigor masculino..o sea, cpn las armas que siempre manejaron los hombres: el conocimiento, una vasta cultura, una instrumentación orgánica, precisa, una exposición coherente, en fin, un mecanismo expresivo conceptual, es decir, lo hace con esa facultad de expresar ideas tradicionalmente considerada como una peculiaridad de la mente masculina; de este modo agrega a esa construcción mítica, babilónica, que es la mujer, un nuevo enigma: ¿puede la mujer aportar un ensayo objetivo, entendible, sobre un tema tan subjetivo para ella, tan hijo de sus entrañas? Además, ¿puede ser objetiva una feminista? Acaso. ¿no la neutralizará su propia óptica? ¿Su resentimiento?
Lo más insólito en Leonor Calvera es el hecho de que, a pesar de su óptica tridimensional. Aguda, teñida de subjetivismo intuitivo, de acerado individualismo, a pesar de su óptica femenina -si así prefieren-. Observa al hombre, a la trayectoria del hombre a lo largo de la evolución, con audaz como insólita comprensión y simpatía. Algo así como si ella hubiese sido testimonio presencial de todas las tragedias y de todos los virajes de la humanidad. Algo así como si conservara memoria del pasado de la especie, memoria del padecimiento humano a lo largo de milenios y se empeñara en ahondar en las causas primeras; en conciliar los opuestos: en mostrarnos, en el alzamiento de cada velo, las razones profundas, reales, determinantes de la existencia y de la conducta de la especie.
Descubrimos entonces que los mitos, creados por el hombre, respondieron a los diferentes miedos, a las acosantes presiones que impone la subsistencia: al eterno juego de poder y sumisión, de explotación del hombre por el hombre que impulsa el accionar de los seres humanos. Vemos cómo la creencia en la superioridad del hombre, la aceptación de sus privilegios en desmedro de los derechos de la mujer, no obedecen al capricho ni a una determinada época o casta: obedecen--- a la fatalidad de los cuerpos, es decir, a las leyes que determinan la rotación de la tierra. La fascinación de la mujer aparece entonces como reiterada, desesperada búsqueda para descifrar el infinito, el misterio de la vida y de la muerte. Leyes que nos sujetan por igual pero que Leonor Calvera se ha tomado el titánico, sutilísimo trabajo de presentar a la conciencia moderna los códigos éticos que permiten el avance de los bestial a lo humano. He aquí su mayot mérito.
Además, el valor de este estudio es el haber enfocado a la cultura universal -hecha a imagen del hombre, hecha con persistente, arcaico, renovado sesgo masculino- el de haberlo enfocado con ánimo esclarecedor, con igualdad de causas, con instrumentación idónea para una perspectiva crítica de la problemática sustancial del ser.
Leonor trata de que el enigma se descifre en términos de realidad histórica vigente, en términos de positiva posibilidad de rescate de valores en ambos sexos. Pone sobre el tapete la problemática concreta ´-lacerante, caótica, descorazonada- del mundo de hoy para que, de una vez por todas, ña mujer deje de ser enigma favorable a los abusos o a los privilegios del más fuerte, para su mejor inserción en lo cotidiano, con o sin pareja. Y aporta nuevas pruebas de la capacidad creadora y equilibrante de la mujer. Muestra la imperiosa necesidad histórico-social de contar con su aporte activo, con, su visión inteligente. Prueba que la integración de la pareja no se da exclusivamente en el tálamo nupcial o en la unicidad del sexo sino en el plano de la cultura, cultura entendida como filtro de valores éticos la única plataforma que quizá pueda proyectamos hacia ese campo de la luz que nos permita `plasmarnos mejor para la convivencia.
Su lenguaje -el de Leonor Calvera- avanza en el cuerpo de la historia con poder cauterizante e iluminador.
Creo que El género mujer tiene una mira y la acierta¨ahondar con nuevo instrumental en el drama del género humano: rever sus dudas, sus llagas, sus paradojas, sus límites, su miseria y su grandeza para tan sólo un género humano.
Hoy, no creemos en los velos. La ciencia barre con los velos. La realidad brutal los rechaza. Y el velo se hace cada vez más sutil, más impenetrable, más multiforme, más nuevo e inoportuno, difícil de detectar.
La ciencia no logra arrancar la última capa adherida al génesis cósmico. El mito renace una y otra vez. Persiste más allá de toda evolución cultural, científica y de toda emancipación social o sexual. Diríase que el centro de gravedad del mito se encontrara en la oscuridad abismal del agua uterina. El agua, signo femenino.
Leonor Calvera intenta arrancar el velo nombrando los mitos sucesivos de la historia, uno a uno. Descubre, intuye, investiga los más remotos, arcaicos –celulares, diría. Con un instrumento de indagación…digamos, masculino: la racionalidad. Racionalidad apoyada en el rigor, saturada de imperceptible humor, absoluta independencia de juicio ante los mitos de la cultura y de la historia, de la ciencia. Y del poder. El poder, siempre presente, sojuzgante.
No sé si logra arrancar el velo, no sé si logra demistificar la fuente generadora de mitos, pero sé que arranca velos. Velos decrépitos, deformantes, paralizantes, psicodélicos. Y lo hace, repito, con rigor masculino..o sea, cpn las armas que siempre manejaron los hombres: el conocimiento, una vasta cultura, una instrumentación orgánica, precisa, una exposición coherente, en fin, un mecanismo expresivo conceptual, es decir, lo hace con esa facultad de expresar ideas tradicionalmente considerada como una peculiaridad de la mente masculina; de este modo agrega a esa construcción mítica, babilónica, que es la mujer, un nuevo enigma: ¿puede la mujer aportar un ensayo objetivo, entendible, sobre un tema tan subjetivo para ella, tan hijo de sus entrañas? Además, ¿puede ser objetiva una feminista? Acaso. ¿no la neutralizará su propia óptica? ¿Su resentimiento?
Lo más insólito en Leonor Calvera es el hecho de que, a pesar de su óptica tridimensional. Aguda, teñida de subjetivismo intuitivo, de acerado individualismo, a pesar de su óptica femenina -si así prefieren-. Observa al hombre, a la trayectoria del hombre a lo largo de la evolución, con audaz como insólita comprensión y simpatía. Algo así como si ella hubiese sido testimonio presencial de todas las tragedias y de todos los virajes de la humanidad. Algo así como si conservara memoria del pasado de la especie, memoria del padecimiento humano a lo largo de milenios y se empeñara en ahondar en las causas primeras; en conciliar los opuestos: en mostrarnos, en el alzamiento de cada velo, las razones profundas, reales, determinantes de la existencia y de la conducta de la especie.
Descubrimos entonces que los mitos, creados por el hombre, respondieron a los diferentes miedos, a las acosantes presiones que impone la subsistencia: al eterno juego de poder y sumisión, de explotación del hombre por el hombre que impulsa el accionar de los seres humanos. Vemos cómo la creencia en la superioridad del hombre, la aceptación de sus privilegios en desmedro de los derechos de la mujer, no obedecen al capricho ni a una determinada época o casta: obedecen--- a la fatalidad de los cuerpos, es decir, a las leyes que determinan la rotación de la tierra. La fascinación de la mujer aparece entonces como reiterada, desesperada búsqueda para descifrar el infinito, el misterio de la vida y de la muerte. Leyes que nos sujetan por igual pero que Leonor Calvera se ha tomado el titánico, sutilísimo trabajo de presentar a la conciencia moderna los códigos éticos que permiten el avance de los bestial a lo humano. He aquí su mayot mérito.
Además, el valor de este estudio es el haber enfocado a la cultura universal -hecha a imagen del hombre, hecha con persistente, arcaico, renovado sesgo masculino- el de haberlo enfocado con ánimo esclarecedor, con igualdad de causas, con instrumentación idónea para una perspectiva crítica de la problemática sustancial del ser.
Leonor trata de que el enigma se descifre en términos de realidad histórica vigente, en términos de positiva posibilidad de rescate de valores en ambos sexos. Pone sobre el tapete la problemática concreta ´-lacerante, caótica, descorazonada- del mundo de hoy para que, de una vez por todas, ña mujer deje de ser enigma favorable a los abusos o a los privilegios del más fuerte, para su mejor inserción en lo cotidiano, con o sin pareja. Y aporta nuevas pruebas de la capacidad creadora y equilibrante de la mujer. Muestra la imperiosa necesidad histórico-social de contar con su aporte activo, con, su visión inteligente. Prueba que la integración de la pareja no se da exclusivamente en el tálamo nupcial o en la unicidad del sexo sino en el plano de la cultura, cultura entendida como filtro de valores éticos la única plataforma que quizá pueda proyectamos hacia ese campo de la luz que nos permita `plasmarnos mejor para la convivencia.
Su lenguaje -el de Leonor Calvera- avanza en el cuerpo de la historia con poder cauterizante e iluminador.
Creo que El género mujer tiene una mira y la acierta¨ahondar con nuevo instrumental en el drama del género humano: rever sus dudas, sus llagas, sus paradojas, sus límites, su miseria y su grandeza para tan sólo un género humano.
TAO TE CHING
TRADUCIDO Y COMENTADO POR LEONOR CALVERA
Poesía que conduce al sendero del Tao Elizabeth Azcona Cranwell La Nación En las inteligentes palabras del prólogo, la ensayista Leonor Calvera establece, para orientación del lector, las diferencias fundamentales entre Confucio y Lao-tse, que conforman dos líneas direccionales del pensamiento chino en el siglo VI antes de Cristo. |
A través de las traducciones completas de los poemas de Lao-tse y los rigurosos comentarios que siguen a cada versión se llama la atención especialmente sobre el tipo de existencia que deben asumir quienes abrazan el Tao. Es decir, a la inversa de Confucio, que 1 parte de la forma, lo arquetípico y lo establecido para alcanzar la esencia, Lao-tse pretende llegar a una conducta a través de una esencia.
Las implicaciones éticas de la sabiduría de Lao-tse son muy distintas de las frías y mas racionales del monismo y el confucianismo. Recordamos aquello de que quien violenta su propia naturaleza violenta la naturaleza del todo, el que obra más allá de los limites de la misma confunde la acción del todo, el que no obra espontáneamente desde dentro perturba la vida del todo. El sabio evita todo lo superficial considerándolo algo extraño al Tao. Toda la civilización es finalmente un artificio y contradice en I su verdadera esencia al Tao.
Los poemas de Lao-tse, que aquí podemos apreciar en su justo valor, siguen el pensamiento de Chuang-tse, quien ha entendido el juego de los contrarios: es decir que cualquiera de ambos, cuando se lo quiere aislar por obra de la falsa dicotomia propia del pensamiento occidental, genera inmediatamente su contrapartida. Si no hubiera civilización no habría barbarie, si no hubiera ley no habría crimen. si no surgieran sabios no existirían ignorantes. Esta afirmación es analoga a la de los hinduistas y se asemeja también a lo que en Occidente constituye el pensamiento de Heráclito.
Pero hay una diferencia que se hace clara cuando recordamos que para la India lo metafísico como abstracción siempre fue más importante que lo individual o los sentimientos. asi como para la China lo fue lo social. Entendemos que para ambas culturas el combate del guerrero o el enfrentamiento con lo exterior debe realizarse sin compromiso personal y sin tener en cuenta los intereses del individuo.y sin embargo se dice en el poema 25:
La tierra es la ley del hombre / el Cielo es la ley de la tierra / el Tao es la ley del Cielo. La ley del Tao es él mismo.
Ambas cosas son ciertas, puesto que los contrarios no existen y el mundo no es sino maya, es decir, ilusión de nuestros sentidos. Como aclara Leonor Calvera en el prólogo: “El que nada exige y el que a nada se adhiere todo lo tiene. Ya ni siquiera perece porque no es suya la vida”. O como se comenta a propósito del poema 55: “No existen la vida ni la muerte. Por ello no debemos dolernos de ésta ni gozan/os de aquélla”. (218 páginas.)
HISTORIA DE LA GRAN SERPIENTE
2000 - Editorial Vinciguerra, Buenos Aires ¿Quién o qué es la Gran Serpiente? ¿Es un personaje de existencia real o sólo producto de la fantasía del hombre, de sus miedos y necesidades? ¿Cómo se manifestó la Gran Serpiente a lo largo de lostiempos? Leonor Calvera rastrea las respuestas a estos y otros muchos interrogantes a lo largo de los mitos, la historia, el folclore. El resultado es un libro son paralelo en torno a un misterio que arranca de épocas remotas y se sostiene hasta nuestros días. Diosa, Satán, Lilith, Kundalini, Vampiro: he aquí algunos de los múltiples nombres que ha recibido la fabulosa Serpiente que se asoma en los albores de la civilización y nos espera en su final apocalíptico. Obra única en su originalidad, esta Historia de la Gran Serpiente se lee como una novela e inquieta como una amenaza. |
Reseña de Enriqueta Muñiz
Letras de Buenos Aires
Letras de Buenos Aires
Anteriores ensayos de Leonor Calvera -El género Mujer, Las fuentes del budismo, Mujeres y feminismo en la Argentina- acreditan el rigor de su investigación y la amenidad de su escritura, capaz de convertir una obra de pensamiento en una lectura que apasiona como una novela. Historia de la gran serpiente, que aparece ahora en una cuidada edición de Editorial Vinciguerra, reedita esa cualidad en la indagación de un símbolo que persiste en todas las culturas del planeta: el de la serpiente como representación de lo femenino. A través de mitologías, tradiciones, textos sagrados y múltiples referencias, Leonor Calvera rastrea esa figura primordial en sus distintas vertientes, desde el poder generador de la mujer hasta su atracción como objeto de deseo, desde su instalación como eje de la familia humana hasta sus oscuros contactos con el mundo de lo oculto. Madre, amante, pitonisa, bruja, súcubo, virgen engendradora de dioses, dispensadora de la vida y de la muerte, la mujer-serpiente emerge desde el fondo de los tiempos en los misterios sumerios, egipcios y griegos, en el paleolítico, en las cosmogonías orientales, en las sombras de la Edad Media, en los mitos americanos, en los "grandes sueños" de los aborígenes australianos.
Con apabullante erudición, sustentada en fuentes anotadas en pie de página, Leonor Calvera persigue a la sierpe elemental en sus innumerables reencarnaciones, comenzando por esa Huayrapuca calchaquí que halló en un relato de Adán Quiroga y que fue el punto de partida de un trabajo tan minucioso como fascinante.
Pero a fin de no sofocar a sus lectores entre los casi infinitos anillos de la Gran Serpiente, la autora le dio a su libro una estructura ligera, dividiendo cada capítulo en breves apartados cuyos títulos invitan irresistiblemente a proseguir la lectura: "La pérdida de la inmortalidad", "El descenso al inframundo", "Amores de ida y vuelta", "Cifra y escritura", "El arte de conjeturar".
En su itinerario investigador, Leonor Calvera inserta la figura de la serpiente en las antiguas creencias, las obras humanas, las supersticiones, el aporte psicoanalítico. Así, caben en estas páginas interrelaciones entre la serpiente y los textos bíblicos, el I Ching chino, los Vedas, el aquelarre, el vampirismo, las catedrales y las pirámides, los ritos iniciáticos, la alquimia, la práctica del yoga, el Diluvio, la Edda nórdica, la magia, el Árbol de la Vida, los ciclos esotéricos, el Apocalipsis.
Con apabullante erudición, sustentada en fuentes anotadas en pie de página, Leonor Calvera persigue a la sierpe elemental en sus innumerables reencarnaciones, comenzando por esa Huayrapuca calchaquí que halló en un relato de Adán Quiroga y que fue el punto de partida de un trabajo tan minucioso como fascinante.
Pero a fin de no sofocar a sus lectores entre los casi infinitos anillos de la Gran Serpiente, la autora le dio a su libro una estructura ligera, dividiendo cada capítulo en breves apartados cuyos títulos invitan irresistiblemente a proseguir la lectura: "La pérdida de la inmortalidad", "El descenso al inframundo", "Amores de ida y vuelta", "Cifra y escritura", "El arte de conjeturar".
En su itinerario investigador, Leonor Calvera inserta la figura de la serpiente en las antiguas creencias, las obras humanas, las supersticiones, el aporte psicoanalítico. Así, caben en estas páginas interrelaciones entre la serpiente y los textos bíblicos, el I Ching chino, los Vedas, el aquelarre, el vampirismo, las catedrales y las pirámides, los ritos iniciáticos, la alquimia, la práctica del yoga, el Diluvio, la Edda nórdica, la magia, el Árbol de la Vida, los ciclos esotéricos, el Apocalipsis.
Aunque a menudo se disienta en autores como René Guénon, Lévy-Strauss, Robert Graves, Joseph Campbell, Foucault, Michelet, por dar sólo algunos nombres, Leonor Calvera no busca establecer teorías rígidas sino proponer ideas, en un juego de asociaciones que genera un sinfín de nuevos derroteros para la imaginación.
Tampoco falta el aporte de las letras -se transcribe un admirable texto de Max Aub-, con su aproximación poética a uno de los temas claves de la literatura. Y tratándose de una autora que ha dedicado serios estudios a la problemática de la mujer, no podía eludirse aquí la perspectiva feminista, con el rescate de uno de los personajes más enigmáticos de la Biblia: la rebelde Lilith, primera compañera de Adán, que rehusa el sometimiento al varón y es reemplazada por Eva.
En los albores del tercer milenio, en el que la mujer se dispone a ocupar su verdadero lugar en la historia, la Gran Serpiente inicia su lento ascenso hacia sí misma hasta cerrar el círculo con la imagen que está en todas las culturas: el ofidio que se muerde la cola, el signo del infinito, con el que Leonor Calvera clausura este libro inquietante y pleno de sugerencias.
Tampoco falta el aporte de las letras -se transcribe un admirable texto de Max Aub-, con su aproximación poética a uno de los temas claves de la literatura. Y tratándose de una autora que ha dedicado serios estudios a la problemática de la mujer, no podía eludirse aquí la perspectiva feminista, con el rescate de uno de los personajes más enigmáticos de la Biblia: la rebelde Lilith, primera compañera de Adán, que rehusa el sometimiento al varón y es reemplazada por Eva.
En los albores del tercer milenio, en el que la mujer se dispone a ocupar su verdadero lugar en la historia, la Gran Serpiente inicia su lento ascenso hacia sí misma hasta cerrar el círculo con la imagen que está en todas las culturas: el ofidio que se muerde la cola, el signo del infinito, con el que Leonor Calvera clausura este libro inquietante y pleno de sugerencias.
Serpientes y pesadillas
Marcelo Ferrando
Atrévete. Un eco del pensamiento y la sensibilidad humanas
Marzo 2001
Marcelo Ferrando
Atrévete. Un eco del pensamiento y la sensibilidad humanas
Marzo 2001
A partir de las recurrentes pesadillas que atormentaron a Leonor Calvera desde niña, y cuando esos sueños pasaron a ser vigilias de cuestionamientos e interrogantes sin respuesta, la autora decide de adulta encarar una investigación que le revele los más recónditos misterios del mundo de los ofidios y, sobre todo, de la Gran Serpiente. ¿Quién es ella? ¿Existe en realidad o es sólo una fantasía de los humanos como modo de canalizar sus necesidades y temores? ¿Cómo se manifestó este enigmático ser a lo largo de los tiempos?
Rastreando esas incógnitas, Calvera arriba a un libro originalísimo y único en su género que puede ser leído como una novela que descorre el velo en torno a la Gran Serpiente que se asoma en la aurora y amenaza desde la esfera del final apocalíptico.
Profunda y seria investigación relatada en un lenguaje adulto de exquisito estilo que ennoblece a las letras argentina, la Historia de esa Gran Serpiente profética y visionaria nos hace conocer a la primera antepasada que mostró a los hombres el maravilloso camino de la fantasía aplicada. Potencia y generadora, mujer y varón, de tierra, fuego, aire o agua, permaneció una en la diversidad. Ensueño y pesadilla, creación y ruina, amalgamados en su hierofanía: un denso velo que la separa del hombre aun cuando sea lo que a él la una. Velo que los hombres han procurado descorrer desde el mito ejemplar, por los meandros de la religión, el arte, la filosofía, hasta el tiempo actual. Un tiempo que se proyecta hacia el futuro en la incertidumbre de un Apocalipsis que regirá la Gran Serpiente. Un libro excelente.
Rastreando esas incógnitas, Calvera arriba a un libro originalísimo y único en su género que puede ser leído como una novela que descorre el velo en torno a la Gran Serpiente que se asoma en la aurora y amenaza desde la esfera del final apocalíptico.
Profunda y seria investigación relatada en un lenguaje adulto de exquisito estilo que ennoblece a las letras argentina, la Historia de esa Gran Serpiente profética y visionaria nos hace conocer a la primera antepasada que mostró a los hombres el maravilloso camino de la fantasía aplicada. Potencia y generadora, mujer y varón, de tierra, fuego, aire o agua, permaneció una en la diversidad. Ensueño y pesadilla, creación y ruina, amalgamados en su hierofanía: un denso velo que la separa del hombre aun cuando sea lo que a él la una. Velo que los hombres han procurado descorrer desde el mito ejemplar, por los meandros de la religión, el arte, la filosofía, hasta el tiempo actual. Un tiempo que se proyecta hacia el futuro en la incertidumbre de un Apocalipsis que regirá la Gran Serpiente. Un libro excelente.
Cronología de una larga tervigersación
(No siempre la serpiente tuvo la mala prensa que sufre en la actualidad)
Graciela Scheines
La Gaceta de Tucumán - 28/01/2001
(No siempre la serpiente tuvo la mala prensa que sufre en la actualidad)
Graciela Scheines
La Gaceta de Tucumán - 28/01/2001
La Historia de la Gran Serpiente es la cronología de una larga tergiversación. Hoy la serpiente tiene “mala prensa”, pero no siempre fue así. Por el contrario: en los albores de la Humanidad (los más antiguos hallazgos arqueológicos lo prueban) se la consideraba un ser mágico, sagrado. Es ás: en muchas mitologías es gestora (directa o indirecta) del huevo primordial del cual salieron las cosas y el mundo mismo. Con el progreso de las teologías se llegó a identificar a la mujer (principio femenino) con la serpiente. Tal como se nos explica en este libro fue la época del dominio de las diosas lunares, el matriarcado. En cierto momento los hombres se rebelaron contra ese estado de cosas e impusieron el patriarcado y los dioses solares. Como dice Leonor Calvera: “El reconocimiento biológico de la paternidad hubo de marcar una revolución en las costumbres arcaicas: el varón se declara jefe de familia, impone limitaciones a las mujeres, se hace cargo de muchas prácticas de culto.”
En mi opinión, si bien al abandonar los cultos lunares y pasar a los solares se inició una era de acumulación y violencia, llegar al Sol es una parte inevitable y necesaria de la evolución. Al principio las cosas se hicieron bien: lo solar y lo lunar coexistían y se ayudaban mutuamente.
Pero luego el dominio del varón sobre la mujer (especialmente en algunos pueblos) se fue acentuando, hasta que en el monoteísmo la mujer (y con ella la serpiente) llega a seer “el azufre”, “l símbolo del pecado y el origen de la Caída”, etcétera. El sexo femenino es “débil”, “fácilmente corrompible” y “presa de Satanás” y todo lo que ya conocemos. “La Gran Serpiente conoce la degradación, se convierte en materia despreciable. Se ignoran sus obras, se la deshonra, se masculiniza su poder. Su culto se irá extinguiendo progresivamente en tanto sus atributos y símbolos pasarán a adornar la cabeza, las manos, los pies de los ganadores.”
Primero se la incorpora (luego de derrotada) para utilizar su prestigio.
Después se la desacredita y anatematiza (en la etapa monoteísta más avanzada). Pero, mientras más grande la condena y la esclavitud de la mujer, tanto peor para el género masculino: en el momento mismo en que cree haber triunfado se queda sin compañeras.
El que comentamos es un libro profundo y complejo. El tema de la Gran Serpiente, tal como aquí está tratado, merece algo más que una nota: requiere atentas lecturas.
En mi opinión, si bien al abandonar los cultos lunares y pasar a los solares se inició una era de acumulación y violencia, llegar al Sol es una parte inevitable y necesaria de la evolución. Al principio las cosas se hicieron bien: lo solar y lo lunar coexistían y se ayudaban mutuamente.
Pero luego el dominio del varón sobre la mujer (especialmente en algunos pueblos) se fue acentuando, hasta que en el monoteísmo la mujer (y con ella la serpiente) llega a seer “el azufre”, “l símbolo del pecado y el origen de la Caída”, etcétera. El sexo femenino es “débil”, “fácilmente corrompible” y “presa de Satanás” y todo lo que ya conocemos. “La Gran Serpiente conoce la degradación, se convierte en materia despreciable. Se ignoran sus obras, se la deshonra, se masculiniza su poder. Su culto se irá extinguiendo progresivamente en tanto sus atributos y símbolos pasarán a adornar la cabeza, las manos, los pies de los ganadores.”
Primero se la incorpora (luego de derrotada) para utilizar su prestigio.
Después se la desacredita y anatematiza (en la etapa monoteísta más avanzada). Pero, mientras más grande la condena y la esclavitud de la mujer, tanto peor para el género masculino: en el momento mismo en que cree haber triunfado se queda sin compañeras.
El que comentamos es un libro profundo y complejo. El tema de la Gran Serpiente, tal como aquí está tratado, merece algo más que una nota: requiere atentas lecturas.
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