Me miro las manos
y veo las manos de mi padre,
él, a su vez, vio en las suyas a las
del abuelo.
Pero estas otras manos lejos de mi
cuerpo
son manos intertextuales
escritas en arameo.
Como los dedos que deshacen un copo
de lana
descubren que cada letra
está trenzada con hilos cada vez más
sutiles,
al hallar aleph
hallan beth dentro de aleph.
Lo más pequeño contiene lo más
grande,
así sucesivamente;
mano de mi mano,
boca de mi mano,
encuentro de mis manos con las tuyas.
ESTOY INVITADO POR LA VIDA , DICE YEHUDA AMIJAI
Cuando decidí jubilarme
Cayó granizo y agujereó el techo.
Recuerdo que se lo comenté a mi
anfitrión:
la vida.
Desde entonces brindamos cada noche
bajo las estrellas.
Le confieso que a veces camino al
borde de una rosa
Y Dios se deshace entre los dedos.
Igual, le pido que me bañe con agua del
río y jabón para la ropa
que me abrigue con pantalones de
bolsas de portland
cosidos con aguja de colchonero.
De lo otro
me encargo yo.
CIUDAD DE
REFUGIO (Deut. 4:41 y ss.)
Mi tío Otto pasó un
tiempito en el Hotel de los Inmigrantes
después se hizo relojero
del infinito
en la calle Libertad.
Ahora habita un campanario
en Notre Dame
y a veces pernocta en el
Cabildo.
Ya le creció la barba,
canta
mejor que un cantor de
rock sin guitarra
porque educó su voz con el
shofar del abuelo.
Suele visitarme con la
primera estrella del viernes,
entonces disparamos al
blanco
de nuestras propias
sombras
con palomas en los pies.
Algunas veces acertamos
y las campanas vuelan
solas
pero erramos más de las
veces
por eso están resecas y
marchitas.
Papá, en cambio, siempre
fue maestro mayor de obras,
desde la escuela Teodoro
Herzl viene haciendo cálculos
para vigas y hormigón
armado.
Nadie como él para
reconstruir un camino, una casa en ruinas
o para amoldar un par de
zapatos
donde nos duele el amor.
Y todo en base al sonido
del mar que lo trajo.
Lo escucho
cuando techan noche y día
los ángeles guardianes,
ramas que agita desde el cielo
con aquella vieja
costumbre suya
de bendecir el hogar.
En cada mojón del camino,
en todas las intersecciones
pone un cartel con su
letra minuciosa:
“ Ciudad de Refugio”,
“Ciudad de Refugio”
para que a nadie le quepan
dudas
a dónde cobijarse.
Y es un camino amplio
por el que voy todavía.
LO QUE NO VEMOS NOS VE
“Descubre
mis ojos y miraré las maravillas de tu luz”
Salmo 119-18
De pronto
Se abre una flor detrás del ojo,
un cuarzo
que nadie, ni Linneo, es capaz de
describir.
Para papá, el constructor,
la flor es un puente con ventanas
redondas
como las del barco que zarpó de
Trieste.
Para mamá
es un idioma extraño
que le tocó develar pacientemente
entre sábanas y acordes de violín.
Y así para el resto del mundo que
levanta vuelo en los andenes
cada uno, a su manera, con su flor.
Es así como Dios pasa por el hombre.
LOS ENAMORADOS
VOLANTES DE CHAGALL
Rosaura
empezó a levitar
en el
35,
cuando
un ex soldado de Galitzia
llamó a
la puerta de su casa
y cruzó
entre lo permitido y lo prohibido.
“Cuando
los dinosaurios cazan mariposas
con
dedos de pianista,
es que
se cierne un milagro”, dijo y abrió.
Desde
entonces se parecen más uno al otro
pero
juegan a no parecerse. Tal vez en eso
consiste
el amor
y en
desconocer las leyes de la gravedad, de la luz y otra minucias.
Todos
los días los veo pasear del brazo
a cinco
metros del suelo;
ya no
tienen materia
la
blandura del aire los convierte en profetas.
Ella,
paladar
de caña dulce,
espléndida
como las eras en vendimia.
El,
como un
caballo troyano
sin
estribo para el pie
en el
espacio
de los
tiempos venideros.
Ella,
hija de José.
El, hijo
de David.
Así me
concibieron.
MILAGRO DE UNA PÁJARA
Una anciana florista de la plaza
Cibeles
Afirma que una pájara migra tras los
océanos de su cerebro
Y que gracias a la pájara
Pudo superar los 15.000 km del canto de
amor de las ballenas
De modo que vino a caer justo en el
balde de lluvia
En la escuela de Pozo del Tigre
A la hora exacta de servir los 40
jarros de mate cocido
Ave raris, esta pájara
Las rodillas iguales a las de mi
abuela.
A pura guitarra sobrevuela la Aconquija , los patios de
San Telmo.
Sin pronunciar un discurso ni una
fórmula
Para multiplicar el pan y los peces
Acampa en el Pilcomayo junto a
mujeres que bañan niños al margen de la historia. De tanto en tanto, improvisa
nombres
Y caen ungüentos de lino para el
alma.
Ybiripitá, por
ejemplo. No es un satélite espía, ni siquiera un comando secreto. Ybiripitá
no es un escudo nuclear
pero ¿quién no se va a curar las
arritmias de león enjaulado
bajo la fronda valseada del
Ybirapitá?
Azucena Salpeter, nació en Formosa, (1942), reside en La Plata.
Obra édita:
“El pescador de sombras”, poesía, 1979. Sello de honor dela SADE.
“Y el cielo sonrió”, poesía, 1989, Cuadernos de Sudestada.
“Las puertas del cielo”, poesía, premio bienal profesor Dr. Pedro Laín Entralgo. 1996.
“La mitad del cielo”, novela, premio Mercosur 1998.
“El pescador de sombras”, poesía, 1979. Sello de honor de
“Y el cielo sonrió”, poesía, 1989, Cuadernos de Sudestada.
“Las puertas del cielo”, poesía, premio bienal profesor Dr. Pedro Laín Entralgo. 1996.
“La mitad del cielo”, novela, premio Mercosur 1998.
Su obra inédita anda desperdigada por el tiempo, el silencio y los amigos que quieren recibir.
foto : Azucena Salpeter |
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