sábado, 27 de mayo de 2017

JEANNE KAREN / X 3



La desesperanza es tan densa como cualquier materia


Te he dicho: la vida es esta manifestación de hechos
y formas arbitrarias que desfilan frente a nosotros
Pero ¿cuándo comenzaremos a movernos?
¿O nos quedaremos quietos a escuchar cómo todo fluye
en una especie de efecto doppler de la mente?

No se nace con un dios
¿O es que no estamos hartos
de ver cómo se descuartiza el hombre
por cuestiones de afiliación religiosa?

Algo debiera ser universal
por ejemplo: amar a los demás como a uno mismo
aunque esto no aplique a los suicidas


(Del libro Hollywood, Editorial Ponciano Arriaga, San Luis Potosí 2008)




TARDE DE TEATRO

                                                               I                                                                              
Existió para nombrarlo o
existió al nombrarlo
Existes para ser nombrado,
para ser removido del fondo de la nada y
crecer como un relámpago sobre la calle.
Correr, retroceder                      cauce vencido por el río
El árbol trueno crece a las orillas.
Los ojos del relámpago se abren bajo su sombra
son acaso lo mismo:
                                   voz, luz, trueno y relámpago.


                                                                  II

Un pájaro azul
Canta a su agua azulísima en la panza y un látigo
de colores forja un hombro para un brazo, una mano para los dedos.
El personaje es una flecha que se incendia al tocar el suelo.
Pero la pesadilla está más clavada que una estaca de plata
en el corazón tembloroso del poema. Es un cascabel de sordidez,
una casa de espejos vacía, una flor que se desangra.

   Las plumas no son el vuelo; mi pluma es la libertad. Quien no ha saciado la vista está encontrando algo bajo las hojas muertas de los árboles. Yo busco algo con los ojos cerrados: una luz que crece en mis orillas, una flama que arde con el carbón de las palabras que pienso, un fuego que no se extiende.

                                                                   III

De pronto veo mis cabellos ovillarse en el suelo. Un ser nace de mi desgracia. Un ser que ha sido atado a la enfermedad por un pelo de color cobre y otro negro; por la mugre, las boronas, los restos de la cena, los hilos viejos de las sábanas. Soy yo en la locura, tendida muerta en una parte diminuta, allí en el salón, luego sobre el escenario, volando con mis cabellos que besan el aire. Estoy pesada como siempre y con las rodillas acalambradas; con la angustia de estar tendida sobre el mundo, absurdamente viva.
Lo he descifrado: Hölderlin cruzaba su corazón cada tarde por un puente, después su rebaño, otro día trataba de regresar y no sabía cómo pronunciar las palabras para construir el puente ya olvidado, la tarde, las ovejas.

   Cruzamos puentes, como la aurora cruza la noche. No debo ir sola sobre el puente, no debo caminar sola bajo el puente. Y el orégano refresca mi memoria como la brisa de la tortura. Vuelo por encima del puente. Es una postal de la tarde en una bolsa de mi pantalón.
                              Todo parece tan perfecto en el papel.


                                                                 IV

El relámpago es
un animal luminoso
en la palma de mi mano
El caballo de la noche
lleva en sus crines
un prendedor de trueno


(Del libro El club de la tortura, Ediciones Sin Nombre y editorial Nod, Ciudad de México 2005)




Carta desde el hospital.

Las venas se abrían para dar paso a la densidad de la vida, con su suero de tardes en un hospital. Los enfermos somos flores recién nacidas que nos cerramos a la caricia de la noche.
Voy en bata blanca por el mundo, mi cuerpo está ardiendo por dentro y los huesos buscan la forma de salir a dar un paseo y convertirse en aleación. Duele la tarde y su costillar de luz restregándolo en mi cama, la cama que es el único reino, soy parte de su esqueleto, mi dolor es su mugre, el llanto humedece su perfecta sincronía de metal y sábanas de algodón amarillo.
Las máquinas vigilan mi sueño, la torre desde donde descansa el frasco analgésico tiene una luz verde que se expande, ojo de cíclope, me recuerda el hada, las noches y los tragos, el universo verde de una botella, las líneas blancas por donde mi conciencia camina y se pasea, las líneas paralelas que nos llevan al estupor. Estoy colgado del tiempo, todo es blando y languidece. Estoy con la sangre fragmentada, mi peso es igual a la cantidad de líquido que corre por los brazos a través de las muñecas llenas de heridas. Fuera de este cuerpo todo brilla, la vida pasa con los ojos abiertos, con su aliento de estaciones que se van sin mí, con primaveras y veranos que no vuelven para verme romper en el mar desolado de esta habitación. 
Las bacterias comen también de mi espíritu, allí se recrean, construyen colonias que arrasan con lo que había y levantan con su poder dictatorial una civilización del terror. ¡Una destrucción de hemoglobina como fuegos artificiales!


(Inédito)






Jeanne Karen (San Luis Potosí, mayo de 1975), poeta y editora. 
Tiene siete libros publicados: Canto de una mujer en tierra
Cuaderno de Ariadna
La luna en un tatuaje
El club de la tortura
Hollywood,
Cementerio de elefantes
El gato de Schrödinger y algunas antologías. 
Su obra ha sido difundida a través de varios medios impresos y electrónicos en México y en otros países. 
Una escuela de nivel básico lleva su nombre. 
Ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en la categoría de creadores con trayectoria en el área de Literatura y ha ganado varios premios, entre ellos el Premio Manuel José Othón y el Salvador Gallardo Dávalos. Actualmente se encuentra preparando cuatro libros de poesía y una novela.