miércoles, 4 de noviembre de 2020

Los años 90 y la movida cultural / J. SEAFREE

 AQUELLA MANERA DE ABRIR LOS OJOS

 No recuerdo con exactitud el primer lugar donde leí el nombre de aquella revista: “LA HOJA DE ALICIA”, pero apostaría a que sucedió en alguna de las páginas de un periódico de arte asturiano, “LA BROCHA”, en el que colaboré durante varios años en la década de los noventa. El propio nombre de aquella publicación de Buenos Aires era atrayente, singularmente literario; el apellido de la editora y poeta, Alicia Gallegos, lo hizo más encantador.

 Durante aquellos años resultaba normal el correo postal, el intercambio de ediciones, revistas, etc. a través del mismo, incluso de un lado a otro del Atlántico; con ello, también, el género epistolar - algo que un servidor no ha abandonado del todo -. Y así, la comunicación, el diálogo y el compartir la pasión por la poesía, por la escritura, por los libros… eran la antesala de una amistad y de una confianza generadas a pesar de miles de kilómetros de distancia. Pronto comprobé que mi amigo y admirado autor Rafael Marín, desde Valladolid, también conocía a Alicia, habiendo una mutua colaboración en P.O.E.M.A.S. que él editaba, y en la citada revista argentina además de otros proyectos editoriales que ella, incansable, mantenía. 

 En octubre de 1991 conocí a Yolanda Pérez Herreras en Madrid. Comenzamos a editar “ALABASTRO” en enero de 1993 junto a otros dos compañeros. Durante el primer año sacamos 24 trípticos con poemas y colaboraciones varias de muchos autores de aquí y de allá. Desde 1994 a 1998 editamos “cuadernos” en vez de trípticos: el espacio para mostrar poesía y más poesía creció en “Alabastro”, junto a nuestro entusiasmo. Nuestras páginas viajaron desde Madrid a tantos lugares de España, América y algunos países europeos. Aquellos seis años de “Alabastro” (1993-1998) hicieron que Yolanda y yo compartiéramos nuestras ganas editoriales con diversos compañeros que fueron entrando y saliendo del grupo, además de memorables veladas, recitales y presentaciones en diferentes espacios madrileños sobre todo. El entrañable Café Manuela nos acogió en multitud de ocasiones. Los aplausos y las cervezas eran grandes recompensas entonces. 

 Otra aventura había visto antes la luz: de 1992 a 1995 edité “LA NUEVA POESÍA ELÉCTRICA”; el primer número, octubre 1992, coedición de tres autores; uno de ellos, Tony Malagrida, había inventado esa “idea”, con nombre tan cautivador. Los números 2, 3 y 4, anuales, los edité en solitario. Páginas también en las que la poesía era la protagonista. Numerosos colaboradores con sus versos, sus textos y sus ilustraciones ayudaban a que la ilusión y el faro poético estuvieran encendidos.

 Posiblemente pretendía/pretendíamos cambiar el mundo con nuestros versos y nuestras páginas; con ese compartir, enviar, recibir, papeles que viajaban y eran constante aliento. O, al menos, si no podíamos cambiar casi nada, sí hacer más bella nuestra existencia y la de nuestros amigos y compañeros de viaje. Porque la poesía era – lo sigue siendo – nuestra gran pasión. Además, un hilo mágico: nuestras palabras exploraban latitudes, surcaban el océano, aunque nosotros no lo hiciéramos y/o no pudiéramos. 

 En gran medida todas aquellas tareas emprendidas, todas aquellas huellas de poemas y muestras editoriales supusieron una manera de “abrir los ojos” al orbe literario, llevando a cabo aquello en lo que creíamos: algo tangible que regaba nuestra memoria y nuestras emociones. No había pretensiones económicas; ni cifras que alcanzar como un objetivo; solamente saber que había un trabajo hermoso por hacer, que nos hacía felices a menudo, aunque no ayudara a poner un plato en la mesa ni a pagar factura alguna. 

 Varios lustros después, las circunstancias han variado de una manera impensable en aquellos años. Los medios de difusión actuales reflejan otro “espíritu” también en los ámbitos cultural, literario, poético… El paso del tiempo no puede borrar, no obstante, el recuerdo y el bello testimonio que todas aquellas páginas suponen, guardadas ahora en rincones de estanterías, cajas de cartón… En cierta medida, durante los años más recientes nos encontramos de otro modo: internet, redes sociales, blogs, etc. Como si una dimensión visual hubiera ocupado el lugar de lo tangible, de lo que viajaba, el soplo de magia que siempre es el papel, la página, el libro. En cualquier caso, la poesía permanece. Sigamos sintiendo eso. Para que en cada uno de nuestros espejos conservemos aquella manera de abrir los ojos.

                                                                                                      J. SEAFREE 

                                                                                                             (noviembre 2020)



DIBUJO ÁRBOLES… 


Dibujo árboles 

sobre un papel, 


trazo rostros 

inexistentes, 


duermo 

con las puertas cerradas 


y las manos esconden 

al papel del tiempo 


como una sombra 

dando vueltas 


en la cima 

de una montaña de cristal.

 

                                     J. Seafree (publicado en “SR. NEÓN”, n.º 10, Buenos Aires 1995) 



EL HOMBRE SUBTERRÁNEO 


Alguna vez fue la lágrima mi piel,

hoy ha de ser la piel de la lucha, 

la piel de la tierra, 

la piel del mar 

y de la palabra. 


Alguna vez fue la soledad mis ojos, 

hoy solo me tengo 

como un gran dragón 

envuelto en cuatro pieles. 


                             J. Seafree (publicado en “BIG BANG”, n.º 1, primavera 1995, Buenos Aires)



LA FUGA DEL ANTIFAZ 


Difícil siempre la verdad humana,

para arrancar la duda que encuentro hoy

 no me sirven la palabra, lo que soy,

la ciudad como la existencia, llana, 


la sinceridad en lágrima vana, 

los ojos nostálgicos que a buscar voy 

y no hallo, pues mis manos presas doy 

al viento de toda esperanza grana. 


Mirando dentro quisiera un pacto 

con lo real, apresurar toda huida 

en cada gesto, cada luz, cada acto, 


olvidar la máscara, ala caída 

de la memoria en el punto exacto 

donde hacer fácil un deseo de vida. 


                                   J. Seafree (publicado en “ALABASTRO”, invierno 1996, Madrid)




J. SEAFREE (Madrid, 1964)

Escritor de poesía y poeta experimental. Editor de “Dos Poemas y un Café”. 

Comenzó a publicar en 1990 y a exponer en 1991. Entre sus títulos: “La piedra huérfana” (1994), “Sol imposible” (1999), “Poemas del no siempre” (2011), “Primeras indulgencias verbales” (2015) y “Las ideas muerden” (2016) - con imágenes del pintor Antoni Miró – . 

Redactor y editor de diversas revistas poéticas en los años noventa. Ha realizado y coordinado múltiples exposiciones de poesía visual. Colaboraciones en decenas de publicaciones y ediciones impresas y electrónicas, tanto literarias como culturales. 

Trabaja las acciones poéticas y las consuma(c)ciones. Hacedor del Ministerio de Poesía Experimental. 

A diario busca “nuevos paisajes, momentos de paz / y de silencio, / claridad que el pensar aporta.”




domingo, 4 de octubre de 2020

Los años 90 y la movida cultural. Personajes. / Pascual "Pako" Rizzo

 Memorias de un librero

El fin del libro impreso pronosticaban los más pesimistas en los 90. Fin del milenio murmuraban los lectores de entonces. La llegada de las nuevas tecnologías no resultaban alentadoras.Se lo comparaba con la televisión versus la radio... pero no sucedió... cobró más fuerza igual que el libro, la digitalización no pudo con él. Lo tangible y el orgánico olor a papiro fue insuperable.

Don Manuel, experto bibliófilo lo vio en la vidriera y no dudó un instante.Cuánto cuesta preguntó al vendedor. El inhallable de Vito Dumas no se vende, pertenece a la colección de la Librería. No hubo oferta generosa para convencer al librero...pero lo puede bajar de Internet, dijo.
Nunca se pudo encontrar aquel ejemplar. Luego de ser despedido,el empleado de librero bebió un café con Don Manuel y nunca más se volvieron a ver. Los " Cuarenta Bramadores" volvieron a la mar.
           
                                                         Pascual " Pako" Rizzo.



















POEMAS DE PAKO, QUE CIRCULARON EN LOS 90



TURBULENCIA
                                   
                                                         Dedicado a Alicia Creste. Un sol en mi vida. Avellaneda 1971


Volver a comenzar
una vez más.
Se requiere un final tormentoso,
Huracanado,
Donde nada quede en su lugar,
desacomodado y perdido,
tumbado y deshecho
otra vez...
Si
Entonces parecerá
Que perece
este gusto aburrido
a la extática urbana.
armonizar los recuerdos
balanceando el tiempo.
Ser hoy.
No coincide ser ayer,
La palabra justa
aire cálido
en medio de tanta intemperancia










LANÚS

Con una chirola montada en la vía
por cuatro atorrantes del barrio Lanús
se acerca en tranvía por la calle vieja
ruidos de latas y olor a jazmín

chatada y contusa. algo calentita
esta monedita es para  mirar
la fuerza bestiuna de aquel cachivache
que tanto nos gusta al verlo pasar

el 51 ya viene, araca muchachos
que el guarda es gomía
y por todo el barrio
nos lleva a pasear

qué suerte la nuestra
no hace falta más

                                        Poema perteneciente al libro inédito "Caramelos Finos"
Publicado en la revista "Decires"




                                                                   PASCUAL "PAKO" RIZZO
Nació en Lanús, Provincia de Buenos Aires, en 1962
Escritor, músico, cantor y bailarín. 
Figura emblemática del arrabal tanguero. 
Su voz y música presentes en los eventos que giran alrededor de presentaciones de libros, recitales poéticos, tertulias, ciclos de poesía le han dado y seguirán dando a las reuniones durante muchos años el calor de la música en vivo y el color tan particular  del tango y la milonga.
Pako tiene muchos libros :los de su biblioteca que inició cuando era niño y los de su librería. No publicó libros de su autoría por ahora 






Nota editorial de Octavo Boulevard
Esta publicación es parte de una serie dedicada a revalorizar y recordar la gran movida cultural  que hubo durante los años 90, especialmente lo relacionado a la Poesía.
La generación del 90 no es mi objeto de trabajo y difusión, considero que la puesta en foco de las generaciones literarias deja por fuera a los reales protagonistas de una década. 
Los años 90 no son un producto histórico de la generación del 90 sino de las personas que actuaron en ellos. 
Relaciono la efervescencia y alegría vital que caracterizó a los años post dictadura con el futuro post pandemia. Si después de tantos años de miedo, terror, sequía, desencuentros y aislamiento pudo tener lugar ese desborde de vitalidad y energía creadora, de comunicación y abrazos, si efectivamente eso sucedió entonces podemos tener esperanza. 
                               Alicia Gallegos


  



sábado, 26 de septiembre de 2020

Claudia Schvartz / Retazos

 

Moreíto AntonioOtros sonidos

 

Raros sonidos. Más lejos y cerca el mundo.

Para un recién llegado, otros sonidos son el mundo.

Una descripción del paseo, balaustradas y plazas secas, la dulce inclinación del suelo, las vertientes del acudir. Estamos casi a fines de un siglo desconocido, el xx se asoma sin la alharaca que produjo el 21. Nadie creyó entonces en el fin del mundo. El cine y el automóvil ya andaban haciendo sus primeros pasos, había quien se deleitaba y quienes aborrecían. Pero el fin del mundo no se planteaba en absoluto. (Walser)

Y henos aquí, en el otro mundo.

Con mi particular modo de vivir los recuerdos, hace ya algún tiempo quería leer a Kafka a quien en mi fuero íntimo reconocía no haber leído. No podía abrir juicio dado que solo recordaba fragmentos de sus diarios, anotaciones sobre el teatro, sobre tal o tal actor o actriz, las noches de un país pleno y consciente. Así que por fin limpiando volví a abrir un tomito dos de los escritos de Franz Kafka. Me llamó la atención unas pequeñas muescas en un margen o un pliegue aquí o allá. Pero la cuestión formidable es que todo eso estaba ya leído por mí. Y recordaba cada texto a medida que lo volvía a leer. No sé cuánto tiempo ha pasado desde aquellas lecturas. Pero ahí está, incandescente siempre. El vértigo de la imaginación, el empecinado escritor que existe escribiendo. Y allí inconscientemente me encuentro. Soy lectora leyendo. Tal vez suene pretenciosa pero casi todos los papeles de mis libros aunque no llegan ni ahí, y ni siquiera forjan personajes ni peripecias casi, de todos modos me parece que en el meollo van por ese cauce, aunque bien modestamente. También reconozco que no me atrevo a decir lo que exactamente pienso.

 

Erase una vez un tal Moreíto Antonio. Un muchacho que no lograba decir exactamente lo que pensaba y se expresaba por elipsis a veces muy esforzadas. Fue así que descubrió casi accidentalmente que un frasquito de licor podía ayudarlo mucho. El calor se expandía en su cuerpo y una especie de risa subía de la sangre al hito y allí como un equilibrista, encontraba las palabras que una a una escalonaban el maravilloso placer del espacio. La lengua sí es espacio, se decía relamiéndose de ese dulzor de las tías enlicoradas por la tarde y súbitamente tristes apenas después. ¿Pero cuándo empezaron los arrebatos? Moreíto no podría haberlo precisado porque sombras y luces acompañaban su pensamiento y su acción. Sombras y luces y sobre todo un empecinado silencio que ninguna palabra o soplo atravesaba, rompía, iluminaba… otros sonidos, dijimos… pero ahora reinaba una confusión más amplia cada vez. Y aquellas tías embelesadas antes ahora lo cuestionaban y taladraban con desconfianza y hostigamiento.

El Antiguo Tartamudeo de regreso virulento arrasaba con toda la efímera construcción que andamiaje tras andamiaje había logrado pergeñar. Sí, una construcción efímera, como cualquier vida paisana, sencilla y natural, intocada por la gran especulación y el poderío. La construcción perfecta para un albañil como Moreíto Antonio. Manos acostumbradas a la mezcla, a lo seco y lo húmedo, a lo ácido y cortante. Al frío, y al calor; al vértigo y los olores detestables. Moreíto Antonio no pensaba en dios desde que era pequeño. Había habido tantas tantas cosas que resolver y aprender y someter y doblar y olvidar y beber y tanto dolor en el mundo que había tenido que escuchar y calmar y comprender y olvidar y masticar y soñar tanto tanto… el vértigo y el golpe; la pértiga y la columna… qué lejos el pensamiento de las palabras como brazadas en el aire entre uno y otro equilibrista, esos pasos en el cielo de la carpa ojos en los ojos y la confianza hecha de otro calor –un calor construido en la alternativa de la educación, tal vez y por ejemplo– no , no tendría eso ya. Otro sonido en el aire, la atmósfera de otra época en la curva de la garganta… ¡dónde, dónde! ¡Ah! El saco estrecho sobre la camisa blanca, el cuello semiescondido porque esa prenda no conoce plancha ni cuidado otro que el jabón y el sol en la cuerda, bailando hasta la hora en que el Moreíto Antonio vuelve del trabajo y entonces recorre limpio la zona donde le gusta ser visto y saluda aquí y allá con la sensación de que cada respuesta a su mano curtida, lastimada y gorda de pena es un verdadero puente con el mundo y ese que ha respondido a la vuelta de la esquina entre los breves árboles de las veredas, es un alter de este mundo que lo convoca a seguir y aquí echa en su garguero la celebración que lo pierde. ¡La primera! La primera de la jornada que ya termina y mientras el crepúsculo lo abraza con su fino frío por la espalda, escalofrío sí que sí, Moreíto ya ha descubierto el último escalón y ya resbala por la amplia lengua media y sin sentido y se deja atrapar por su sólida promesa descartada una vez más.

Pues bien, ya es hora de dejarlo un poco solo, que reflexione y comprenda y después de un sueño merecido, a solas la mañana comience lavando su camisa manchada vaya a saber dónde y por qué caminos. Ese lavar en el agua fría inclinado en la humilde palangana de metal es el comienzo de cada día y dos broches sobran para que el aire vivo del día deje perfectamente lisa la camisa, blanca y humilde que lo envalenta cada tarde para terminar su día como solo puede un Moreíto Antonio, castigado desde siempre por ser tan su Moreíto.

–¿Balaustrada…? –Mecha siempre sería reina en el centro de un mundo incomprensible para Moreíto Antonio. No es que no lo viera, simplemente inaccesible, no solo lejos sino que… mundos paralelos, hubiera querido explicarle él a ella que era el sumum de la belleza y la potencia femenina: su modo de sentarse, los muslos cuando se ríe, el descuidado escote que perfuma desde la puerta misma y los rulos en ella tan naturales como ella misma toda. También espontáneo su modo de ignorarlo formidablemente.

–No era desdén sino algo peor, porque no exigía de ella ninguna expresión ni voluntad. Moreíto Antonio se presentaba una y otra vez y asimismo ella olvidaba su nombre y su existencia hasta la próxima vez en que se sentaban casi frente a frente y nuevamente tenía él que presentarse y hacerse inútilmente el gracioso y soportar sin embargo ser observado tras una especie de bruma inaccesible y esa sonrisa espléndida llena de hoyuelos y ensoñaciones seguro no era para él sino para quien tallaba allí de modo incomprensible pues Moreíto Antonio era un agudo observador capaz de predecir muchas cosas misteriosas, y le hubiera querido decir, él no te ama. En cambio yo … soy capaz. Y también de hacer feliz a una persona hermosa, de cuidar y adorar. Incluso como quien tallaba allí nunca podría… entonces el Antiguo Tartamudeo volvía a aparecer y quien no se le reía simplemente se aburría de su fatal desgracia…

Pero llegó el día de Moreíto Antonio.

 

                                                                    claudia schvartz



Claudia Schvartz nació en Buenos Aires (1952). Escritora, traductora y editora, publicó Xímbala (1984), La Vida Misma (1987), Pampa Argentino (1989), Nimia (nouvelle 1993-2018)Tránsito es nombre (2005), Miyó Vestrini o el encierro del espejo (2002 Ed. Blanca Elena Pantin. Venezuela)ávido don (1999 y 2008)que mereció Mención del Premio Nacional 2001-  , Eólicas (2011). En 2015 publica El papel y su futuro, reunión de prosas. En 2018 presenta alcanforPoemas impugnados en 2019.
Participó en lecturas en diversas jornadas poéticas  Compiló, en los años 90, las Antología Erótica y Nueva antología del amor (Leviatán).
Su poesía aparece también en  Analectaliteraria, Cuarta Prosa y Octavo Boulevard sitios virtuales.
Editora responsable de Leviatán de Buenos Aires, desde 2002.


                    La foto es del Archivo General de la Nación Argentina. Foto Inv: 12396

martes, 22 de septiembre de 2020

Michel Houellebecq/ Serotonina/ nota de Alicia Gallegos

 


SEROTONINA. El eterno retorno de MEURSAULT por Alicia Gallegos

SEROTONINA es el último libro de Michel  Houellebecq, lo publicó Anagrama en 2019. No voy a decir que el personaje central de la novela, un francés de 46 años es el álter ego de Houellebecq. Detesto a los lectores-críticos que se complacen al encontrar el  alter ego del autor en cualquier personaje, esa práctica es una forma sutil de desvalorizar el trabajo creativo, de bastardear al escritor y de disimular prejuicios morales, enemistad política, ignorancia, pobre nivel de lectura, pacatería. El hecho de que el personaje central sea un ser decadente lo acerca a cualquiera de nosotros aunque no formemos parte del sector hombre blanco, clase media.

Los efectos de un medicamento psiquiátrico que genera Serotonina (hormona que mientras produce sensación de felicidad va disminuyendo el deseo sexual hasta llegar a eliminarlo) no son lo central del libro, la dosis máxima  no le cambia la vida al protagonista, no deja de ser el que era. Estar un poco más o menos bañado es anecdótico. Cómo título está muy bien, es atrayente. 

La descripción de la situación que padecen  los productores agrícolas franceses víctimas de las decisiones  de la Unión Europea, recorre toda la novela. Florent Claude LABROUSTE es ingeniero agrónomo, su vida actual y su pasado están relacionados de una u otra forma a ese universo y tanto varones como mujeres se ven afectados por sus devenires.


Personalmente si analizo la estructura y construcción de este libro podría decir que parece  escrita por un principiante, que es una obra carente de valor literario, no hace ninguna innovación, no se destaca por una escritura cuidada, parece escrito a las apuradas, parece que su cantidad de páginas fueran fruto de un rellenado con información que el autor sacó de Google y volcó con muy  poco trabajo de procesamiento de transvasado. La historia de Houellebecq como escritor arrastra un modo de repetición de sus estrategias de trabajo, al publicar “El mapa y el territorio” en 2010 se lo acusó de plagiar textos de la Wikipedia francesa y él reconoció haberlos usado. Así mismo su “ausencia de estilo” ya ha sido criticada en sus otras obras.

 Sin embargo lo esencial del libro es una profundidad que lamentablemente pasará desapercibida para muchos.

La cuestión es que Serotonina  es un libro que atrapa, que engancha de cierta forma, logrando que por momentos uno lo lea con esa sensación de que va a pasar a algo, que la historia va a estallar. Mientras  eso  no sucede seguimos atravesando las distintas instancias, las distintas historias  comprobando que no pasó lo que imaginamos y que pasó otra cosa. Así una construcción que parece una hilera de bucles, algo que sería  una forma de línea recta  en realidad tiene circularidad.

Hay un momento en la novela en que Florent descubre la vida sexual secreta de su novia japonesa, yo diría que ese capítulo puede ser tomado como ejemplo para llegar a entender al personaje central Florent-Claude. Ese Florent es la esencia, la radiografía de Florent , su drama. 

Florent Claude es un punto enfocado en un microscopio y  a través de él  descubrimos lo que Houellebecq quiere señalar como el problema de la sociedad actual: el individualismo.

Su libro anterior se titula Sumisión, este se llama Serotonina. Las SS de Houellebecq intentan hacernos ver un problema: estamos abandonando el mando de nuestras vidas y el futuro del mundo que dejaremos, somos seres debilitados, sometidos y adictos a creencias o sustancias que nos vuelven esclavos.

Otro de los libros de Houellebecq publicado en 1994, “Ampliación del campo de batalla” ya había sido comparado a “El extranjero” de Camus. Con este de 2019 vamos a encontrar  un registro que a nos remite allí. Es una "ampliación del campo de batalla". El ratoncito cuasi psicótico en que se ha convertido Florent-Claude LABROUSTE ( el nuevo MERSAULT) camina por el lado interno de una rueda, de esas que se ponen en las jaulas para hámsters, él  toma un medicamento cuya advertencia es que reduce el deseo sexual y no le importa porque ya no lo tiene, a su psiquiatra el Doctor Azote tampoco le importa. LABROUSTE no empezó a caer a los 46 años, el cayó de rodillas mucho tiempo antes, sin darse cuenta de que vivía la gran caída. Un error estúpido que estúpidamente nadie lo ayuda a ver o a corregir y que estúpidamente él tampoco nota ni corrige. De ahí en más su vida será una herida absurda, tratar de volver al pasado lo es. Los padres de Florent se habían suicidado y él  nada sabía acerca de que los aquejaba. La familia como sostén y cómo ideal ya había dejado de funcionar en ese momento, el individualismo cada vez calaba más hondo rompiendo lazos.

 No hay medicamento que nos transforme en otro ser humano. Es mucho más fácil salir de un laberinto que de situaciones del tipo del eterno retorno.


 

Si les interesa el libro está en You tube, en audiolibro. Aquí les dejo la Lista de Reproducción, van a encontrarlo por capítulos, lo cual es muy práctico para ir escuchando una novela. 

https://www.youtube.com/playlist?list=PLQPGD1aq4fUkSZ1Ktu4t-A-hPHwEqviOp




martes, 7 de julio de 2020

Si fuese un río.../ Soledad Fariña responde.../ Río Mapocho, Chile

Octavo Boulevard pregunta: Si fueses un río del mundo...¿cuál serías? y ¿por qué?
           Soledad Fariña responde:


Soy el Mapocho

Mucho antes que los incas depositaran al niño dormido en un hueco de su cumbre, yo estaba corriendo peña abajo. Nací aquí, en el inmenso cerro El Plomo.
La cosecha había sido mala y ellos tenían que ofrecer un niño al Apu.
El Plomo, mi padre, es un  monte sagrado, un Apu y abrazado a sus hermanas forman una cadena montañosa que llaman Yerba Loca.  
Mi nombre, Mapocho, lo tomo en el lugar donde se juntan los ríos San Francisco y Molina.  Algunos dicen que Mapocho viene de  maipuche, “gente que cultiva la tierra”.  Otros, con más razón tal vez, dicen que significa “río que desaparece”.
 Son muchos  años en que  salto  peña abajo queriendo alcanzar el valle. Así, voy bajando por Farellones, Corral quemado,  el Arrayán, pero al llegar a  Las Condes ya soy un río de valle.
En Las Condes veo las casuchas que levantan los ripieros en mi orilla. Húmedas, débiles, a la menor lluvia se anegan.  También veo sus carretelas, sus caballos escuálidos con que transportan el ripio.  Y si levanto mi espuma –mis ojos- al sur de las casuchas
alcanzo a ver las ostentosas torres  que han construido  los hombres de negocios.
Puentes antiguos, puentes nuevos atraviesan por sobre mis cinturas:
Pedro de Valdivia Norte / Puente del  Arzobispo / Pío Nono / Puente del Teatro /
Puente Purísima /  Puente Loreto / Patronato
En uno de mis muros, -cerca del puente Pío Nono,  cuando el parque rebozaba
de jóvenes, banderas y cantos en Octubre-, escribió una estudiante

Papá, no me esperes, estoy haciendo la revolución.  

Mi agua es imparcial, ella fluye, baja, corre.
Yo no, a mí me llenaron de esperanza esos gritos pintados en mi orilla.
Así como el 73 lloré y  retraje mis aguas para no tener que soportar
sobre mí los cadáveres.
Cercanos al Puente Bulnes, algunos llegaban a la mi orilla,
otros quedaban atascados en las compuertas cerca del cementerio. 

Tantos, tantos, donde antes crecían los chaguales, quiscos,
peumos, maitenes. Ahora ahí, flotando en mi corriente o tirados.
La gente los mira desde el puente y llora. No lo pueden creer:
viejos, jóvenes, mujeres, niños, cercenados, fusilados.

Y yo corro, corro, mi agua impasible baña los cuerpos y yo lloro,
mi espuma llora.
Pero sigo y recibo las aguas del Zanjón de la Aguada que viene del oriente
y baja atravesando los poblados más pobres de Santiago. Con  basura y desechos,  el Zanjón esa vez también  trajo cadáveres.

Pero miren esta foto.
Fue tomada hace dos años luego de una noche de lluvia torrencial.
El sol de la tarde iluminó la cordillera nevada y ese  gran paredón, que nos separa de todo,  por un momento  dio a mis aguas un reflejo dorado.  Me veo hermoso en esa imagen de postal. Yo sé que así querrían verme siempre: atravesando la ciudad calmo, limpio.

Pero eso no es verdad, esa es solo una foto.  Yo no soy ese río.

Antes de vaciar mis  aguas en el Maipo, recojo las historias cotidianas
de la gente que vive en mis orillas:   niños, vagabundos, locos,      
ánimas de suicidas.  

Ellas, las historias, se han quedado aquí,  mudas. Desde siempre las escondo en mis aguas, que en este valle son cada vez más densas. Cada vez más oscuras.  Cada vez más lejanas de mis rápidos saltos desde la cumbre del Plomo, donde mi padre solo guarda el recuerdo de ese niño reclinado en su manta.

Él ya no cuida el Valle, él le fue arrebatado y hoy duerme en una  árida y oscura pieza de museo.

Soledad Fariña - Junio, 2020



Soledad Fariña
Nací en Antofagasta, Chile, en diciembre de 1943, pero he vivido principalmente en Santiago.  Al finalizar la secundaria, entre 1962 y 1973  trabajé en la Empresa Nacional de Electricidad,  y a la vez estudié Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad de Chile. En 1973, luego del golpe militar, me exilié en Suecia con  mi marido e hijos donde trabajé y estudié Filosofía y Humanidades en la Universidad de Estocolmo. De vuelta en  Chile, junto con trabajar estudié los diplomados de Ciencias de la Religión y Cultura Árabe en la Universidad de Chile. Finalmente hice un Magíster en Literatura en la misma Universidad.

Entre mis publicaciones de poesía están: El primer libro, Santiago,1985; Buenos aires, 1991; Albricia, Santiago, 1988; 2010;  En amarillo oscuro, Santiago, 1994; Narciso y los árboles, Santiago, 2001; La vocal de la tierra, Santiago, 1999Madrid 2007;  Tuxtla, Chiapas, 2019;  Donde comienza el aire, Santiago, 2006; Se dicen palabras al oído, Madrid, 2007; Todo está vivo y es inmundo, Santiago, 2010; Ahora, mientras danzamos, Santiago, 2012; Yllu, Santiago2015; “1985”, Santiago2016; El primer libro y otros poemas, Santiago2016; Pide la lengua, antología, Santiago, 2017.  En 1999 se publicó en Santiago el volumen de cuentos Otro cuento de pájaros.

Entre 1991 y 1994 fui co-fundadora, productora y conductora de programas de literatura  en Radio Tierra, proyecto comunicacional feminista.

He dado clases de literatura y literatura infantil en la Universidad de Chile. Dirigí talleres de Escritura Creativa en las Universidades Diego Portales, Finis Terrae y Universidad Mayor.  Coordiné  talleres de lectura y escritura creativa para niños en diversas escuelas y diferentes ciudades en Chile y Latinoamérica.  He asistido a numerosos Encuentros y Festivales de poesía en Chile en las ciudades de Santiago, Valdivia, Antofagasta, entre otras. Participé en el Festival de poesía de Medellín, Feria del Libro de Guadalajara, Feria del libro de Buenos Aires, Guayaquil, Quito, Ciudad de México, Chiapas, entre otros.

En 2006 recibí la beca de la Fundación J.S. Guggenheim; en 2007 fui nominada al Premio Altazor y en 2018 recibí el Premio por Trayectoria de la Fundación Neruda. 





Río Mapocho
Ph Soledad Fariña

LEOPOLDO MARECHAL / Canción

Canción

El Río de tu Sueño cantará el abecedario del agua.
Tendrá árboles, como llamas verdes
chisporroteando alondras;
y altos bambúes cazarán el girasol de las lunas
en el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
El alba será un loto que perfuma
la muerte de tus noches;
de picotear estrellas estarán ebrios tus pájaro-moscas.
Habrá remansos y un polen que hace dormir al viento
en el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
Con mi remo al hombro he visto zarpar cien días.
Mis hermanos pelarán la fruta del mundo, la más roja...
Con mi remo inútil, a lo largo de las noches,
busco el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.




De "Días como flechas" 1926





Leopoldo Marechal
Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista.
Buenos Aires (1990-1970)





lunes, 8 de junio de 2020

Si fuese un río.../ Ana Cerri responde.../

Octavo Boulevard pregunta: Si fueses un río del mundo...¿cuál serías? y ¿por qué?
           Ana Cerri responde:


Si fuese un río y pudiese elegir mi destino de agua, sería un río subterráneo. Uno de esos que no se sabe dónde nacen y que, con transparencia anónima y oscura, llevan peces ciegos y rosados por oquedades y heridas en las piedras. Uno de esos ríos que no saben de luz, de redes, de anzuelos ni de barcos encallados. Uno esos ríos que le dan de beber a las raíces que se filtran como lenguas entre las piedras y que a veces, como al descuido, se asoman un instante a la fresca penumbra de algún bosque para volver, con la prisa de lo anónimo, al lecho y su laberinto de peces ciegos y transparencia oscura.





Ana Cerri. Rosario, Periodismo y Ciencias de la Comunicación. Escritora, traductora, lectora empedernida. Libro: Límite Oeste.





Para el tema de ríos subterráneos se puede entar en 
"La aventura del saber" : El agua invisible https://www.rtve.es/alacarta/videos/la-aventura-del-saber/aventura-del-saber-13-10-14/2804786/#




                                         

Si fuese un río.../ Ezequiel Wolf responde.../

Octavo Boulevard pregunta: Si fueses un río del mundo...¿cuál serías? y ¿por qué?
           Ezequiel Wolf responde:

Si yo fuese un río cuál sería…
Pienso y me miro al espejo, y veo un hilo fino que surca grietas del olvido y sonrío.
Me digo con voz alzada pero sin sonido que si fuera un río, sería uno que al fin sea lo que pasa y lo que nos pasa. Uno que arrulle lo que cada tanto nos toca, y nos provoca, y nos trastoca.

Si yo fuese un río sería un río fresco serpenteando bocas, un río vivo y orgánico como un vino. Intermitente e impreciso, (dis)funcional a mí mismo. Un río frac-tura-ble y di-se cable, un río sorpresivo.

Si yo fuera un río sería uno festivo y camaleónico, por momentos convulso y confundido. Un río de corrientes a veces tersas y revueltas. Un río que su superficie, desde lejos, luzca de aguas negras.

Si fuese un río sería uno que, a veces, se aquieta y que en sus orillas reseca algunas historias en la tierra y que borronea las huellas antes de hundirse del todo a los humedales, y por eso sus costas se embarran, y agrietan cuando gotas rebrotan sus partes secas y conectan con otras aguas quietas.

Si fuera un río sería uno en el que puedan bañarse con heridas aún abiertas porque no arderían ni de más ni de menos. Un río en el que el placer de caminar desde los bordes palpe con los pies, y los dedos hagan juego con el suelo removiendo deseos quietos, y las manos se hundan en el barro amarronado de los años, y sin embargo barrerlo sea también barrenarlo, drenando algunos duelos.

Si fuese un río sería uno en el que navegar fuese como hacer burbujas con la respiración de o el aliento de los labios.


Si fuera un río sería uno que apoye donde la cabeza, en cualquier suelo, sepa que a pesar de todo siempre desemboca en el Río Paraná. 







Ezequiel Wolf nació en Baires, en 1985. Es un palabrista, radiohablante y militante del Caféconleche que todavía escribe a mano. Publicó la novela Retazos en la casa del viento (2009) y varios poemas editados en antologías. En 2019 publicó su poemario Mientras tanto (Indómita Luz). Actualmente se encuentra becado en Hungría estudiando Filología española y Lenguas Romances en la Universidad de Szeged, mientras trabaja en sus próximos dos libros: Textuales2020 y Sobre20canciones21ajenas.

https://www.facebook.com/WolfEzequiel

https://www.youtube.com/user/ezewolf 

@pedrito.miller




Fotógrafías de
Juliana Mandolesi
@lapoesiaviva

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Ph Juliana Mandolesi




Ph Juliana Mandolesi

lunes, 1 de junio de 2020

Si fuese un río.../ Edgar Vidaurre responde dialogando con "El río hondo, aquí" de Elizabeth Schön

Octavo Boulevard pregunta: Si fueses un río del mundo...¿cuál serías? y ¿por qué?
           Edgar Vidaurre responde:



Si yo fuera río.

El Río es todo y todos somos un río. Yo tengo un río dentro de mi, y a la vez muchos ríos confluyen en mi adentro. Todo es el río y el río lo contiene todo. Esta epifanía, esta verdad, está contenida en el libro "El Río hondo, aquí" de Elizabeth Schön...He aquí entonces la crónica anímica de dicha epifanía.




Del río hondo aquí



“El gran Tao es río que se divide para volver luego a juntarse
Se divide de izquierda a derecha
Los diez mil seres viven de Él y Él a nadie se niega
Obra y no pregona su obra
Viste y nutre los diez mil seres y no se enseñorea de ellos
Su perpetua falta de ambición lo hace parecer pequeño
Pero al no enseñorearse de ellos, los diez mil seres vuelven a Él y se hace grande”.
 Capítulo 34 del Tao Te Ching


           
Yo estoy aquí, en el borde. Cierro los ojos y las puertas para empezar a ver la hondura del río, su profundidad oscuramente luminosa y secreta. Mas, ¿cómo conocer su rostro en este aquí, cómo saber si ese presentido rostro es el de ella –su esencia-, cuándo aún no alcanzo a tocar su centro oscuro, primigenio, de necesidad y empuje?, ¿cómo penetrar en su cuerpo doble de aguas fluidas que son y no son, que expresan toda la posibilidad universal y al mismo tiempo el flujo y reflujo de las formas?. Quién es este río que en su hondura contiene de manera co-idéntica la fuerza abstracta y la fuerza conformante, la materia pura y la materia visible, la energía y la forma, lo intemporal y aquello que viaja con el tiempo, y a ella que con su aliento vital penetra al mundo con su infinita alternancia?. Y dónde está, dónde comienza y termina este río?. Aguas que corren hacia todos los horizontes posibles e imposibles abajo, e igualmente río arriba con sus aguas purificadoras que caen, aguas cambiantes, claras, turbias, sin perfiles, anchas, iridiscentes, arremansadas hacia lo permanente. Pero es aquí, ahora, sobre ese mismo río, donde las pupilas entran para cerrarse… y descubrir.

Y descubrimos a Ulises, lanzando sus anclas hacia lo más hondo de las aguas y a sus proas iluminadas por el tejido cósmico de Andrómeda, la tejedora de arriba, la que gira mostrándole el camino, haciéndole la piel combatiente. Símbolo de un hombre que con su fuerza de hombre trata de remontar la fuerza más allá del río –la fuerza del río está en su hondura-, perdiendo el cuenco para ser arrastrado por las aguas. Luego, la pérdida de las aguas será sustituida por el amor y la del amor por la mirada. Comprender con el alma mirando al río que es un árbol y una vez perdido todo, iniciar la Gran Búsqueda: la renuncia de las flores, por el corazón del primer fruto. Fruto que por contener la semilla, porta también en su centro la abundancia desbordada de los orígenes.

Decido entonces desde aquí, zambullirme en el río, olvidar la otra orilla, la ribera opuesta. Para hacerlo, mojo primero las manos en sus aguas y escojo el lugar arremansado donde nacen las espumas, posando el pie en el primer peldaño de las aguas, de la corriente, hacia el principio, hacia el Ser, o ese árbol que de tantos frutos se va inclinando hasta rozar las aguas.


Peldaño este, bullicioso, más suave y limpio… amor de las aguas dejando a la raíz llegar al fruto hasta alcanzar los cielos, doblemente cielos grandes, pequeños… fruto este que al descender, arrastra el rastro del origen. Y yo,  el zambullidor, abro entonces los ojos a la hondura dejándome arrastrar por el blanco levantamiento de la corriente… y hay tanta inmensidad para decir que algo se alcanzó. Una cáscara se abre donde la corriente va y la raíz empieza. Empiezo el ascenso, abriendo también esta otra puerta dispuesta a abrirse sin más prisa que la que se pone al amar y seguir, para escalar el río. Pisar con el alma encendida cada peldaño de él, que siempre es igual a lo que nunca concluye… y el peldaño, salto de agua, espacio, irrupción, pie y empuje en amor de hombre y ala, entendiendo que si se quiere tocar la hondura primaria del principio, es imprescindible el vínculo entre los empujes acuáticos, yendo, retornando y la piel blancamente dócil de toda pulpa, límite o corazón de alma.

Y esto es lo que los ojos miraron: Primero la hondura, un eterno umbral sin nombre, lo invisible, lo inmutable, una oscura-luminosa-soledad en calma perpetua, el abismo, el vacío, la oquedad, la nada. Pero, ¿qué es lo que hace irrumpir este fluir de la vida y de la muerte? Qué desdoblamiento es este que penetra la existencia con su doble hilo oro-azul, este anverso y su reverso, este ascenso y descenso. El amor supremo es como el agua, como el río y en su centro ella con su vientre lleno de realidades. Y he aquí que el río pierde su alta trascendencia y se hace inmanente al mundo, al hombre, carne de su carne y hueso de sus huesos. El río es también entonces la madre, la madre del mundo, la hembra misteriosa. Este río que se entrega, se abre, se divide de izquierda a derecha en infinitos arroyos que volverán de nuevo y siempre al cause materno.

El río es la vida de los seres como “El verbo que es vida y luz para todo hombre que ha venido al mundo”. Mas no el verbo de San Juan que es revelado por un Dios trascendente, inasible, innombrable, inalcanzable. No ha sido el hombre quien desprendido de su cuerpo, de su aquí, de su ahora, inicie el vuelo para que su alma y sólo su alma se una con lo trascendente del ser, más allá de su entendimiento, de lo explicable. Es el río quien ha renunciado a la absoluta quietud de su inalcanzable trascendencia, para venir al mundo y aflorar en él, fluir con la vida, la existencia a través de la duración de esa vida, madurar y hacerse fruto para permanecer entre nosotros. El río es vida aquí, ahora. Vida cuya única revelación es aquello visible a la superficie, la fugacidad del relámpago, el tiempo de un fruto, la paciencia húmeda del secreto, la oscilación de un ir hacia el ocre rojo del retorno, la carga del fuego, la vendimia de rostros escarpados junto a miradas enterradas entre redes, radas y escalones desolados, la mudez de lo lejano, cercano, el esplendor de los pinos siempre en pos de un luego arriba y seguir, la sombra del peso, la carga de la paz, lo intemporal con su piel de agua, el viento, la lluvia y la espuma que riega plena de lo huidizo, entre el martillo del relámpago y el fruto que se va estableciendo.

La hondura del río aquí, en la espuma de su orilla. Fue entonces cuando vi también con mi cuerpo, a lo fértil de lo pasajero hacerse campo de raíces permanentes y al torrente del río que nunca se separa, dejar a la raíz regresar a través del fruto para alcanzar mis labios. Y si me tocara describir la permanencia, diría como la poeta: “Línea de lenta paciencia… rostro, huella, pálpitos cargándose sobre los hombros neblinosos del río… corriente que asoma en los espejos de las aguas, un rostro que llega y un aroma que si se desprende sigue inundándonos… suceso inalterable si las capas encendidas del corazón, permanecen en los centros abismales de la soledad”.

Pero, ¿cómo tocar desde aquí, desde esta plena y fluida fugacidad, el corazón de lo permanente?. El niño pregunta, la mujer contesta. El peldaño entonces se colma. He aquí a lo inefable. Lo inefable de azul-oro del relámpago, tendido, insisto, inviolable. La hoja solitaria, las espumas y entre ambas la corriente que no deja perecer a la raíz: vinculación inefable del río con la muerte… lo inefable vivo en la claridad de lo oscuro… junto al río con semblante de jamás separarse. Lazo inaprensible que no tiene forma ni nunca hace sombra. Vuelvo entonces a cerrar los ojos, y es mi alma la que se abre e inclina hacia el principio, conociendo así lo inexpresable: “esencia y existencia de la realidad absoluta”Es mi propia ella quien mira que en el espejo de las aguas arremansadas a la ella del río, estableciéndose entre ambas una unidad de vida. Así, me despojo de la realidad toda –lo oscuro y lo visible- pero no para que la realidad sea eliminada sino más bien iluminada, transfigurada por el corazón de ese fruto que trae consigo todo lo indecible, lejos de la razón, de la mirada. Mas en este aquí, en este ahora, en este cuerpo, en esta mano del hombre que sostiene y se lleva a la boca deseosa el árbol todo con el fruto, también hallamos lo inefable. Es la realidad en su conjunto, presente aquí, en todo su esplendor ante nosotros, sin necesidad de expresarse ni de explicarse, absoluta pero fluida, mostrándose a sí misma y mostrándonos que lo permanente y lo fugaz son un mismo y maravilloso suceso. Cuerpo y alma unidos al río, envueltos ya apasionadamente en los motivos del amor, en los motivos del vuelo.

San Juan de la Cruz nos decía: “Que cuando las cosas divinas son en sí más claras y manifiestas, tanto más son al alma de oscuras y ocultas; así como la luz cuanto más clara es, tanto más ciega y oscurece la pupila”… Por su parte, Bergson nos dice que lo inefable es ese continuo religarse de Dios con el mundo, bajo un fluido vital que perpetuamente continúa el empuje creador de la vida, por el amor a lo creado. Pero la poeta nos enseña que lo inefable, también aquí, en lo inmanente, en la duración de su manifestación existencial, se muestra a sí mismo y no necesita expresarse. Entonces aquello que no puede ser expresado, encuentra su virtud más verdadera en el silencio.

La extensión del alma es el silencio. Silencio intacto tan necesario para la conciliación de los dobleces. Silencio que nunca se contempla por permanecer ligado a lo siempre puro y completo del Ser. Y en este blanco silencio, el río ya no me habla de retornos. Unido a él por la constante pasión de la raíz, encuentro la paz, el remanso iluminado. Lo cóncavo aquí, ahora, en mi propia duración, y en reciprocidad, mi mano generosa que se alarga para entregarle en el final del viaje, todo cuanto traje de voz, de cuerpo y de deseo. Así nunca se separa la vida del río. Es entonces cuando el río se vuelve casa para el hombre y el hombre casa para el río. Casa, donde el amor hace cálidas las paredes… la mujer, su voz, su siembra de uvas, su dolor de corrientes, sus senos de cuencas, caminos. Y en los cabos del silencio, la epifanía del mundo a través de la palabra que se hace cuenco de río, casa compartida que se alarga en su entrega, pues es ella quien le atribuye su estructura con un poder que va más allá de lo descriptivo. El mundo como contexto de la manifestación absoluta de la realidad, y el hombre que a través de la palabra se hace trascendente para así corresponder a la inmanencia amorosa de ese Ser, de ese río: La palabra es la casa del Ser. La salvación nos llega entonces desde allí: en el río con la ribera de tu casa. Luego, los hilos empiezan lo asombroso.

Un solo hilo doble. El hilo oro de la casa en el hilo azul de los buscadores, entretejiendo a la hondura de allá, con la luz madurada del sol en el corazón de las manzanas. Hilo de la hoja, del sueño, de la piel, de lo débil, de lo dulce. Hilo del ave, del vacío móvil de los valles. Hilo de la sangre, de la luz y el hilo de los hombres entre las casas, las penumbras y una laja blanca en el amanecer. Hacia dentro y hacia fuera, para que prosiga el goce de la vida, los espacios íntimos de la voz en canto-sol-libre.

Lanzo mi voz en canto-sol-libre como una red sobre las aguas extendidas del río. Voz entretejida a la voz de una mujer que me mira también con el azul oro del río, junto a las aguas claras que arropan el balcón de la casa, de esta casa blanca. Solo una mujer anudando los hilos de lo inmanente y lo trascendente de un tejido inefable para que el hombre lo vea. Canto de regocijo al entender lo inexpresable también aquí, ahora: La raíz y el fruto unidos por el deseo de mi boca.

En el fondo de la red esta visión: El río puro y completo, río este, nuestro, hondo, que da la casa, el pan, el agua: prolongación de redes. Únicamente él dejando ser y el sendero del viaje de un hombre para anclar y alcanzar los hilos indetenibles tejidos por la siempre ella. Callada cruz de las aguas donde los hilos se ensartan a la voz, al corazón y a cada hombre del río hondo aquí, nuestro: Ser.




NOTAS :
"El río hondo, aquí" es un libro de poemas que Elizabeth Schön publicó en el año 2000, casi a sus 80 años.

Elizabeth Schön nació en Caracas en 1921 y murió en el 2007.
En 1953 publicó su primer libro.
Poeta, dramaturga y ensayista. En 1994 recibió el Premio Nacional de Literatura.

El libro " El río hondo, aquí"  completo aquí ,en PDF, editado por edit. Diosa Blanca, pueden leerlo siguiendo los enlaces :





 Edgar Vidaurre, nació en Caracas el 5 de diciembre de 1953, abogado, pianista, escritor y licenciado en filosofía. Integrante de los talleres del poeta Alfredo Silva Estrada y de los talleres libres con las poetisas Elizabeth Schön e Ida Gramcko. En el año 2006 obtiene el diplomado en teología de la Universidad Monteávila de Caracas.
Autor de los libros de poesía:
- La resurrección de los frutos (1993)
- Poemas de la tierra (1995)
- La fugitiva (1996)
- La séptima Rosa (1996)
- El lugar más sosegado de la tierra (1997)
- Panayía (1998-1999)
- El lamento de Ariadna (2002-2004)
- Diario de un Piano Abierto (2006-2019)
- El diario de Kabir (2008)
- El pié de la doncella (2013)
- Al este de la melancolía (2018)
- La ciudad de Awan (2018)
Desde el año de 1989, es colaborador y coeditor de la Editorial Vertiente Continua del Poeta Alfredo Silva Estrada, y director fundador del Fondo Editorial Diosa Blanca. Profesor y conferencista del Centro De Estudios Junguianos de Caracas. Profesor de literatura hebrea e inglesa en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente Presidente de Círculo de Escritores de Venezuela




Elizabeth Schön fotografíada por su esposo, el pionero de la radiodifusión venezolana, Alfredo Cortina