Un castor atrapado por dientes de acero.
Burgueses blancos comen lo que cazan
para justificar el acto.
Un castor hierve en Canadá, hierve en un caldero vintage,
justifica el acto. Hay un discurso
que justifica el acto.
Cazar es
perseguir en un cuerpo a cuerpo.
Pero no soy de esos.
Persevero en lo que me mantiene quieto ante el devenir de la desgracia
tal como lo dijo en cientos de entrelíneas
Anthony Bourdain.
Las palabras me amparan, justifican mis actos, mi quietud.
Agonizan pobres y castores por igual
caen en las trampas,
persiguen espejismos creados por el sol
por la blancura de la nieve
por los criminales dientes de la dialéctica,
la política y las falsas esperanzas. Blanco y negro
un ataúd sobre la nieve.
Confundido por mi valioso capital cultural olvido que soy pobre
y me pregunto
¿Será el trabajo esclavo parte de un sistema más honesto que las mentiras dispersas en el discurso de aquel viejo sociólogo de izquierda?
Porque no es lo mismo
que de hecho carezcas de derechos
a que te quiten tus derechos
como si te quitaran el techo o un pecho
como si te dieran una guerra, una peste, un hijo condenado a emigrar,
una ciudad: Detroit, un país: Argentina.
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