Todos mis partos de poeta se disuelven
hoy, así que salgo al viento fresco
y beso los harapos de los pobres,
orino en la bufanda de un director ejecutivo,
le casco treinta y un (ni uno más) huevos en la frente
a mi mejor amigo de la infancia,
que hace tiempo me trata como a un paria.
Todo esto con la felicidad de un niño tuerto
al que las mariposas le soplan al oído
tácticas sencillas contra el ego.
Consejos para artistas: objeto vibrante
no identificado
Suba al púlpito.
Si no sabe que decir
cómase una naranja.
Verá que el público
cree que su manera de pelarla
tiene el aroma bíblico de Arcadia.
Quaero homines
Huelo a cobre.
Si me golpean (con un palito de madera)
doy un eco a cloaca, sueno a pobre.
Si me acarician verán con estupor
(no se asusten) que desprendo rabia.
Si se atreven a mirarme al fondo de los ojos,
es posible que huyan, presas de la náusea.
Aquel en quien se miran no soy yo.
Soy un espejo de vuestra inanición,
el último eslabón ya despojado
de la sacrosanta cadena del trabajo,
de la categoría ideológica de productor.
Aquí os dejo este candil de versos maloliente,
voy buscando hombres, no me tapeís el sol.
Tendré por fin con qué librar mis días
a la certeza triunfante de la muerte.
Esa que administráis en nombre de Platón.
Nota de lectura de Alicia Gallegos
Los payasos tienen una máscara. Los payasos le dan sopapos a su contrafigura escénica, también patadas en el trasero, le toman el pelo y lo hacen ir de un lado al otro del escenario. Así el público ríe de las gracias del payaso.
La cuestión es: quién es aquí, en este libro, en estos poemas la contrafigura?
Será que la contrafigura aquí es la hipocresía, la ignorancia, la doble moral y la mentira, hacia allí va la patada bien calculada al punto de causar un sobresalto y una pirueta?
No matarás dice el quinto mandamiento.
Tácticas de payaso no es un libro de lectura rápida o fácil. Es de esos libros que pueden acompañarnos durante mucho tiempo ya sea que esté en nuestra mesa de lectura o en el morral. La mayoría de los poemas nos dejarán pensando porque aquí el que escribe es un intelectual, un filósofo. Manolo Marcos es poeta, pintor y músico. Todo lo que hace y piensa confluye en su escritura. Me gusta pensar que lee o recita alguno de los poemas después de algún breve concierto de saxo, cuando las mentes y almas de los oyentes se encuentran ya dispuestas para la poesía o la conversación.
Este libro cuenta con un valor agregado: el prólogo de Rafael Escobar Sanchez, cuya lectura recomiendo especialmente.
Acerca de la poética de Manolo se ha referido Alfonso Brezmes diciéndonos que
Se trata ésta de una poesía “disruptiva” en el sentido de romper con el pensamiento lógico para proponer nuevas formas de disfrute del poema. Son estos por tanto poemas que nos sacan de nuestras casillas del pensamiento lógico, poemas que se mueven como un caballo de ajedrez por el tablero, no como un peón o una torre otra cualquiera de las fichas que siguen movimientos lineales. Manolo es un “enfant-terrible” del verso, que gusta de la boutade y la eleva a categoría estilística.
Los poemas se escriben desde un yo voluntariamente alejado de la retórica sentimental al uso, de ese tú habitual del poeta romántico, ese tú al que se dirige como si el lector tuviese que ponerse en el lugar de la amada, o del amado.Este alejamiento de la retórica del tú – de Bécquer a Salinas, pero que sigue tan de moda hoy día- no es en sí mismo algo ni bueno ni malo, sino indicativo de que no se está apelando tanto al sentimiento del lector, ni tampoco a su uso de razón, como al yo más primario pero a la vez más elaborado: a ese lector ese que es capaz de reír ante un juego de palabras, pero también de sonreír ante una referencia cruzada, de un salto meta-literario en el vacío de la página.
En el libro es constante el uso del juego, del retruécano, del asociacionismo imposible, de la floritura verbal –la flor en el ojal del payaso que dispara un chorro de agua cuando nos acercamos a olerla-. Y el empleo, como si de un Chema Madoz de la palabra se tratara, de objetos cotidianos para darles una vuelta de tuerca y hacérnoslos ver con una nueva dimensión: como “objetos poéticos” ahora en lugar de como meros objetos cotidianos o domésticos.
El poeta, para lograr involucrar al lector en su propuesta literaria, ha de ganárselo mediante la complicidad, trayéndoselo a su terreno, a los “medios”: en la poesía de Manolo es frecuente de referencias meta-literarias, guiños al hombre de cultura sin las cuales los poemas pueden leerse solo como artefactos inofensivos, como flores artificiales, pero que no tendrán la fuerza de la bomba-lapa que en resumidas cuentas son estos poemas de Marcos.
Este libro se inscribe en una tradición, en un río del que bebe Marcos y que viene de antiguo: la poesía que emplea el humor y la ironía como piedra de toque del lector: desde los poemas de Catulo, pasando por el barroquismo de Góngora y el verbo ingenioso de Quevedo, para llegar a las greguerías de Gomez de la Serna, a su adorado –debería decir nuestro adorado, pues es pasión compartida, Nicanor Parra (“Todo lo que nos une es poesía; todo lo que nos separa es prosa”), o a mi venerada Gloria Fuertes; pero pasando también por el cine mudo, en cuyos actores no podemos dejar de pensar cuando nos asalta el yo poético de Manolo –esa cara de palo de Buster Keaton transformado en maquinista de La General, ese Chaplin poniendo tornillos o ese hombre colgado de las agujas de un reloj que encarnaba Harold Lloyd como poderosa metáfora del hombre moderno. Pero también bebe, cómo no, del Teatro del absurdo, Samuel Beckett y sus personajes de su Vladimir y Estragon esperando al escurridizo como el horizonte Godot. Sin embargo, el verdadero caudal de la literatura española no es otro que Cervantes, y su inimitable personaje.
El poeta, para lograr involucrar al lector en su propuesta literaria, ha de ganárselo mediante la complicidad, trayéndoselo a su terreno, a los “medios”: en la poesía de Manolo es frecuente de referencias meta-literarias, guiños al hombre de cultura sin las cuales los poemas pueden leerse solo como artefactos inofensivos, como flores artificiales, pero que no tendrán la fuerza de la bomba-lapa que en resumidas cuentas son estos poemas de Marcos.
Este libro se inscribe en una tradición, en un río del que bebe Marcos y que viene de antiguo: la poesía que emplea el humor y la ironía como piedra de toque del lector: desde los poemas de Catulo, pasando por el barroquismo de Góngora y el verbo ingenioso de Quevedo, para llegar a las greguerías de Gomez de la Serna, a su adorado –debería decir nuestro adorado, pues es pasión compartida, Nicanor Parra (“Todo lo que nos une es poesía; todo lo que nos separa es prosa”), o a mi venerada Gloria Fuertes; pero pasando también por el cine mudo, en cuyos actores no podemos dejar de pensar cuando nos asalta el yo poético de Manolo –esa cara de palo de Buster Keaton transformado en maquinista de La General, ese Chaplin poniendo tornillos o ese hombre colgado de las agujas de un reloj que encarnaba Harold Lloyd como poderosa metáfora del hombre moderno. Pero también bebe, cómo no, del Teatro del absurdo, Samuel Beckett y sus personajes de su Vladimir y Estragon esperando al escurridizo como el horizonte Godot. Sin embargo, el verdadero caudal de la literatura española no es otro que Cervantes, y su inimitable personaje.
Pese a dicho empleo constante de la ironía, hay una crítica social evidente aunque semi-soterrada en muchos de los poemas de Tácticas de payaso: “sumo a la mía todas las tristezas y penas que el anónimo mundo lleva encima”, pero sin dejar por ello de reflexionar sobre la condición humana, como lo demuestran poemas como Quaero homines: “Voy buscando hombres, no me tapéis el sol”
Reseña de Juan Poz (frag.)
“La mezcla de la poesía con la agudeza y el duende del humor no es una aleación que fragüe con facilidad, y ahí es donde nos convencemos de la singularidad de la obra de Manolo, porque su facilidad engañosa no permite engaño ninguno ni falsas interpretaciones: no hay fórmulas, ni clichés, ni recursos de manual, y mucho menos imitación desustanciada; sino todo lo contrario: fenomenales hallazgos que, más allá de la inspiración, parecen nacidos de una rigurosa disciplina científica de observación.
El surrealismo no fue la única vanguardia, ni la más irreverente, si la comparamos con Dada, por ejemplo, pero, junto con el creacionismo de Huidobro hicieron nido en la literatura española y se han naturalizado en nuestro paisaje literario como aves propias del lugar. Por eso nos parecen tan familiares brillos líricos como el de Murciélago rumbero: las nubes/cogidas con alfileres en un tablón,/amenazan tormenta./Un desplome de plumas con lágrimas de plomo. O en Recetas contra la melancolía: Oriéntese a poniente/ (…)/Cacaree y espere:/seguro que le regalan un estenógrafo y/pone Vd. un huevo./Cripto vive.
La casi inverosímil facultad de Manolo para jugar con los conceptos y con las palabras crea siempre una alegre pelea de golpes y risas entre los payasos en la pista del circo donde se refleja, distorsionada, la patética realidad que los espectadores llevan consigo cuando entran. Frente al aullido de Rivel, dueño magistral de sus silencios, Manolo nos ofrece el verbo bullicioso y juguetón de la feria, como en Remedios caseros contra la ansiedad: La dialéctica de Dios es hablar entre líneas,/no se le ocurra imitarle./Dios es camaleón en calma./(…)/La nada nada fatal, no se acerque a socorrerla./Morirá usted por nada./Nada más. Eso es todo.”
Autorretrato. Manolo Marcos |
Obra de Manolo Marcos. tinta china sobre papel Arches |
ph AliciaGallegos |
Manolo Marcos
Rotterdam, Holanda, 1968
Vive en Córdoba, España. Ha cursado estudios de Filosofía y Música.
Es pintor y saxofonista.
Publicó: TÁCTICAS DE PAYASO (2015) . Ediciones Tigres de Papel
Más de Manolo Marcos en
https://aliciagallegospoeta.blogspot.com/2018/07/manolo-marcos-poemas-y-pinturas.html
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