ALBERTO PIPINO
3 POEMAS de Meneo Fúnebre
VENAMÍ EN HALLOWEEN 
A Lishy Mullen
La caída de la tarde le suelta la luz al
día,  
Venamí y amigos festejan no estar 
muertos ni ser respetables, 
él hace un giro, casi un can en busca de su
cola,
golpea un atabal alcahuete
amarrado a la cintura. 
Vira en redondo una y otra vez, baila junto 
a Donna en su túnica de retazos 
que alardea de gruesa boa
y de Samantha que repica un pandero, seducida
por un peatón que salta como ardilla 
unido al cortejo.
Abrazan con la mirada a transeúntes y vecinos
pues un beso o un sabor dulce está 
vedado en el nuevo ciclo,
maquillados, vestidos como muñecos de trapo 
y paja siguen el ritmo que consagra 
a Hamilton Heights, al país.
En Riverside Drive frente al Hombre invisible, 
a
imagen y semejanza de Ralph Ellison
su
creador,
el
grupo hace mímicas entre sí simulando 
ser
abstractos, vagos,
transparentes.
Soltando
canto y baile siguen al norte y doblan 
al
este en la 155, bordean sepulcros 
de
olvidos a medio llenar. 
Con golpes de vista y aplausos anhelan
liberar 
la escena de desalientos, asustar 
el agua que no circula, 
poner alas al falo de piedra de J. J. Audobon 
picoteado
por aves, víctimas del arte
y
la ornitología.
Llegan a la
151 oeste, amagan con bajar al 
río Hudson
pero vuelven atrás, 
cruzan
Broadway 
retozan de un
lado a otro en zigzag para que 
las pérdidas no
hallen como volver.
¿Truco o trato? 
En el vecindario un tilín tilín del pastor
Lost 
invita a un café, a una galleta y 
a un barbijo desechable. 
In
memoriam a Jerry Pipino 
Mientras en la calle desfilaban el abandono 
y el desencanto me enseñaste a 
mover las piezas de ajedrez.
En Buenos Aires eran años en que el general 
montaba su yegua y la brisa batía 
el follaje de utopías.
Así conocí el reino al alcance de la mano, 
a una dama más poderosa que un rey 
y a un peón que podía definir.
El tiempo se sumó a la partida, el tablero
cambió de tamaño, el juego
se hizo vértigo.
 
¡Ay, hermano, dan ganas de sacudir el tablero
para jugar nuevamente la partida!, pero 
el tiempo empuja en contra. 
El infinito deshilachándose deja ver que
el desenlace, el abandono 
y el desencanto 
siguen en la calle. Coronaste sin piedad 
a la ausencia, conmueve la jugada, 
ganaste, yo perdí.
CANCIÓN PARA UN
ALMA 
A Alex Cunningham
Esperando el atardecer inhala el humo 
del tabaco como si quisiera
tragar todo el anhelo.
 
Está tan bella o tan rudo en la acera,
rezonga sin fe de erratas y suma 
sombras por venir,
quizá no es tan bella sino bello o 
joven, acaso algo setentón, 
tan guapa.
Pero vino el crepúsculo y solo quedó 
un vaho a medio disfrutar, una 
pesadilla por evadir.
Parecía tan fría, tan roto con el deseo 
quebrado, el ojal sin botón 
tan verdadero
entregado
a la brisa del barrio, con la 
belleza
reflejada en el lado 
de
afuera 
del
Beauty Salon My Dream. Hoy  
navega
en una mesa con mástil 
de
vidrio y velamen
alentado
por vino y limón. Con la mirada 
desordena
la cabellera del río, 
va
a tientas en la memoria,
pero no puede
reescribir aquel momento, 
armar otra vez la
cita, encender 
el cigarrillo, 
colocar la palabra
en su sitio. Entra al museo 
busca la sala, pasea por absurdos
y se exhibe.  
Estaba debajo de una maraña de trapo
en la calle, distante del tránsito 
y de peatones, boca abajo
sobre un cartón, entre una puerta
cerrada y basura embolsada,
un ulular grosero 
aleja los restos del indigente del refugio
de harapos. Aún en la vereda 
hay baldosas con orín,
vino, semen, bronca, mugre, legado ideal 
para jugar a la rayuela brincando 
con un pie o con ambos 
en cada mancha. Un vecino acerca el gato, 
Tejo, que se echa como piedra 
entre las marcas 
de la entrega. Virginia, anciana seductora 
con la pollera recogida salta una 
a una las huellas del infeliz,
busca atravesar las máculas, va del vicio 
a la duda, huye del confín, quiere 
el cielo aquí, sola y áspera 
canta para sí, invoca al amor que como 
la política es verdad 
y fantasía.
Alberto Pipino nació en Buenos Aires en 1942, donde ejerció el periodismo y publicó Comunicado del olmo que da peras de liberación (1973), Durante la dictadura militar (1976-1983) fue perseguido por su actividad política y salió del país. Durante su exilio vivió en México, Nicaragua, Haití y Francia, entre otros países. Publicó Espeso país, (Barcelona, 1984), Nada por el estilo (Buenos Aires, 1985), Ahogado de vosz (Buenos Aires, 1987-1989). Con la democracia regresó al país, entre 1990 y 1991 dirigió Utopías del Sur, publicación dedicada a difundir el pensamiento y creación desde una izquierda crítica donde entre otros, colaboraron León Rozitchner, Ramón Plaza, Esteban Moore y Osvaldo Bayer. Desde hace 15 años reside en Estados Unidos. Su último libro Meneo fúnebre (Manhattan, 2022) se suma al corpus de una producción donde evidencia que la utopía es personal, posible y vulnerable.


 
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