El rechazo ha sido siempre un gesto fundamental.
Las pocas personas que han escrito la historia son las que han dicho “no” –los santos, los eremitas, pero también los intelectuales-, y no los cortesanos y los asistentes de los cardenales.
Para ser eficaz, el rechazo no puede ser puntual, ha de ser grande, total, y no ha de centrarse en este o ese otro punto “absurdo”, no puede ser un rechazo de sentido común. (…)
Así que las preguntas son tres: cuál es, como tú dices, la “situación”, por qué se debería detener o destruir, y cómo.
fotografía de Alicia Gallegos |
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