SIMON ESAIN
(de pJ Poemas II)
el domingo de la nada
es en Febrero cuando las hojas en las ramas
comienzan a cantar con entusiasmo otra canción
pero las escuelas vacías llenaron la calle
con la mejor sordera de los hombres
pasé como un extraño frente a mi casa
dejé la bicicleta enfrente
y las fotografié juntas
el asiento negro tibio en primer plano
hace tiempo ya / ha renunciado a
ver el automóvil tomando el sendero de entrada
escucharlo regular frente al portón del garaje
la muchachita desciende primero y viene
a dejar cerradas ambas hojas de hierro
la madre utiliza sus llaves y entran a la casa
cierran / concluyen esa serie de ruidos
en aquel entonces la puerta lucía recién barnizada
como ahora que otros la pintaron
en la cuadra donde antes era mi casa olí fritura de pasteles
pero nada me detiene hasta llegar aquí
que queda al otro lado de nada
atrás quedan la cumbre del siglo y los enterramientos
acarreo cuesta abajo mi desconcierto
tan sospechoso el mundo en la espuma que me rodea
he cometido el error de no sospechar de mí
cayendo vivo a la crónica de los magnicidios
cada vez más sereno en alto el resplandor de la cumbre
me hace sentir la inmensidad del interior de una sonrisa
mi mano lleva una caja de papel madera con un regalo
demasiado pueril / y
a quién voy a encontrar vivo si voy llegando al espejo
afligido de haber comenzado este desplazamiento
la casa de al lado es fea
su frente descarnado y descuidado
lo salva un perrito echado / a la sombra
sin saber
estoy frente a mi calle
sin embargo miro hacia atrás
hace tiempo pasé por aquí
y me gustó el lugar
no busco otro lugar
insisto en éste
donde la culpa
se orea y humedece
y de nuevo se orea
donde me rinde trizas de su cascarón
cada vez que barro la vereda
cada quien pela una naranja a su propio modo
piensa algo revelador mientras mira el trabajo de sus manos
he observado las imágenes que pasan
en viaje hacia el domingo
me he puesto de este lado
el tránsito de los que miran
se lleva trozos ridículos de mí
así he desfilado por mis días
y he visto al verdadero ausente
que deslumbra por su desenvoltura
a sus propias reliquias mi museo reducido
fabricado por la repugnancia
salgo a caminar sabiendo que voy a volver
no sé qué sería alejarme para siempre
sin mirar atrás
amo el horizonte pero no me enamora
me parece la mirada de una amiga fiel
pero no me duermo en sus brazos
para mi consuelo aún me despide sonriente
el pezón del día y
la decepción / fruto alcanzado
y las fotografié juntas
el asiento negro tibio en primer plano
hace tiempo ya / ha renunciado a
ver el automóvil tomando el sendero de entrada
escucharlo regular frente al portón del garaje
la muchachita desciende primero y viene
a dejar cerradas ambas hojas de hierro
la madre utiliza sus llaves y entran a la casa
cierran / concluyen esa serie de ruidos
en aquel entonces la puerta lucía recién barnizada
como ahora que otros la pintaron
en la cuadra donde antes era mi casa olí fritura de pasteles
pero nada me detiene hasta llegar aquí
que queda al otro lado de nada
atrás quedan la cumbre del siglo y los enterramientos
acarreo cuesta abajo mi desconcierto
tan sospechoso el mundo en la espuma que me rodea
he cometido el error de no sospechar de mí
cayendo vivo a la crónica de los magnicidios
cada vez más sereno en alto el resplandor de la cumbre
me hace sentir la inmensidad del interior de una sonrisa
mi mano lleva una caja de papel madera con un regalo
demasiado pueril / y
a quién voy a encontrar vivo si voy llegando al espejo
afligido de haber comenzado este desplazamiento
la casa de al lado es fea
su frente descarnado y descuidado
lo salva un perrito echado / a la sombra
sin saber
estoy frente a mi calle
sin embargo miro hacia atrás
hace tiempo pasé por aquí
y me gustó el lugar
no busco otro lugar
insisto en éste
donde la culpa
se orea y humedece
y de nuevo se orea
donde me rinde trizas de su cascarón
cada vez que barro la vereda
cada quien pela una naranja a su propio modo
piensa algo revelador mientras mira el trabajo de sus manos
he observado las imágenes que pasan
en viaje hacia el domingo
me he puesto de este lado
el tránsito de los que miran
se lleva trozos ridículos de mí
así he desfilado por mis días
y he visto al verdadero ausente
que deslumbra por su desenvoltura
a sus propias reliquias mi museo reducido
fabricado por la repugnancia
salgo a caminar sabiendo que voy a volver
no sé qué sería alejarme para siempre
sin mirar atrás
amo el horizonte pero no me enamora
me parece la mirada de una amiga fiel
pero no me duermo en sus brazos
para mi consuelo aún me despide sonriente
el pezón del día y
la decepción / fruto alcanzado
No hay comentarios:
Publicar un comentario