VIRGINIA CANTON
Querida Susana:
Llovió mucho este invierno. Nubarrones oscuros reptaban el cielo y se metían
en las casas. Prendíamos la bombita que cuelga del techo de la cocina en pleno
día.
Las gotas mojaban el vidrio, los ojos, el cristalino, la pupila, el iris,
las pestañas temblaban. ¿Temblabas vos también junto con nosotros? O sentías
por fin alivio.
Después hubo una larga temporada de sequía. En el mismo invierno, raro, muy
raro. La polvareda cubría el aire y los cuerpos eran sólo sombras. Yo esperaba
que se despejara para ver si alguno de esos cuerpos era tuyo.
No limpié tu sangre, no me llevé ni un poquito de tu sangre y me hubiera
gustado llenar una petaca y colgarla de mi cuello como agua bendita, para la
protección contra nuestros enemigos comunes.
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