jueves, 24 de julio de 2014

LEOPOLD SENGHOR / POETA Y PRESIDENTE

 LEOPOLD SENGHOR 
 POETA Y PRESIDENTE




Mujer negra


¡Mujer desnuda, mujer negra,
Vestida del color que es tu vida, de tu forma que es
    belleza!
Crecí bajo tu sombra; la dulzura de tus manos vendó
    mis ojos
Y he aquí que en el corazón del verano y del mediodía,
    te descubro
Tierra prometida, desde lo alto de un cuello calcinado
Y tu belleza me fulmina en pleno corazón, como el
    alumbramiento de un águila.

Mujer desnuda, mujer oscura

Fruto maduro de carne firme, extasiadas sombras del vino
    negro, boca que hace lírica mi boca
Sabanas de horizontes puros, sabanas que se estremecen
    a las caricias fervientes del viento del Este
Tam-tam esculpido, tam-tam tendido que ruge bajo los dedos
    del vencedor.
Tu voz grave de contralto es el canto espiritual del
    Alma.

Mujer desnuda, mujer oscura

Aceite que ningún soplo perturba, aceite quieto en los
    flancos del atleta, en los flancos del príncipe de
    Malí
Gacela unida a las estrellas, las perlas son estrellas
    sobre la noche de tu piel
Delicias de los ojos del espíritu, los reflejos del oro
    encarnado sobre tu piel que reverbera
A la sombra de tu cabellera, se ilumina mi angustia
    en los soles próximos de tus ojos.

Mujer desnuda, mujer negra

Yo canto tu belleza que pasa, forma que fijo en la Eternidad,
Antes que el destino celoso te reduzca a cenizas,
    para nutrir las raíces de la vida.







Máscara negra


A Pablo Picasso

Ella duerme y reposa sobre el candor de la arena
Koumba Tam duerme. Una palma verde abanica la fiebre
    de los cabellos, la frente de cobre combada
Párpados cerrados, como dos copas, manantiales sellados.
Este fin creciente, este labio más negro y más pesado
    apenas
—¿dónde está la sonrisa de la mujer cómplice?
Las medallas de las mejillas, el dibujo del mentón, cantan
    al acorde mudo.
Rostros de máscara cerrada a lo efímero, sin ojos, sin
    materia
Cabeza perfecta de bronce y su pátina de tiempo
Que no ensucian afeites ni bochorno ni arrugas, ni huellas
    de lágrimas ni de besos
Oh, rostro tal que Dios te ha creado antes de la memoria
    misma de los tiempos
Rostro del alba del mundo, no te abras como un cuello
    tierno para conmover mi carne
Te adoro, ¡Oh belleza de mi ojo monocorde!






Carta a un poeta

A Aimé Césaire 



¡Para el Hermano amado y para el amigo, mi saludo tosco
    y fraternal!
Las gaviotas negras, los navegantes de los grandes ríos
    han hecho que goce de tus noticias
Mezcladas con especies, con ruidos olorosos de los Ríos
    del Sur y de las Islas.
Ellos me han hablado de tu confianza, de la eminencia de
    tu frente y de la flor de tus labios sutiles
Que te hacen, tus discípulos, columna de silencio, una
    rueda de pavo real
Que se eleva hasta la luna, tú resistes su celo alterado
    y jadeante.
¿Es acaso tu perfume de frutas fabulosas o tu estela de
    luz en pleno medio día?
¡Cuántas mujeres con piel de zapotillo en el harem de tu
    espíritu!
Mi encanto más allá de los años, bajo la ceniza de tus
    párpados
La brasa ardiente, tu música hacia la que tendemos
    nuestras manos y nuestros corazones de antaño.
¿Habrás olvidado tu nobleza, que es el canto
 A los Ancestros, Los Príncipes y los Dioses, que no son
    ni flor ni gotas de rocío?
Debiste ofrecer a los Espíritus los frutos blancos
    de tu jardín
Tú no comes sino la flor, recolectada el mismo año
    del fino mijo
Y no hurtas ni un pétalo para perfumar tu boca.
En el fondo del pozo de mi memoria, toco
Tu rostro de donde saco el agua que refresca mi gran
    aflicción.
Te diluyes con aristocracia, acodado en la cima de una
    colina clara,
Tu lecho oprime la tierra que dulcemente castiga.
Los tam-tam, en las llanuras ahogadas, marcan el ritmo,
    tu canto, y tu verso es la respiración de la noche
    y del mar lejano.
Tú cantaste a los Ancestros y a los Príncipes legítimos
Tú cogiste una estrella del firmamento para la rima
Rítmica a contratiempo; y los pobres a tus pies desnudos
    arrojaron las esteras con la ganancia de un año
Y las mujeres a tus pies desnudos, su corazón de ámbar
    y la danza de sus almas desolladas.
Mi amigo, mi amigo —¡Oh, regresarás, regresarás!
Yo te esperaré — mensaje confiado al capitán del cúter
    bajo el Kaicedrat.*
Tú regresarás para el festín de las primicias. Cuando
    humee sobre los techos la dulzura del atardecer al
    declinar el sol,
Y paseen los atletas su juventud, adornada como los novios,
     conviene que allí estés.


 * Árbol de la familia de las acacias.
















Mujeres de Francia

A la señorita Jacqueline Cahour 




Mujeres de Francia, y vosotras hijas de Francia
¡Dejad que os cante! Que sean para vosotras las notas
    claras del sorong.
Aceptadlas aunque sea bárbaro el ritmo, disonante los
    acordes
Como la leche y el pan moreno del campesino, puros en sus
    manos torpes y callosas.
¡Oh, vosotras, bellos árboles erectos de pie bajo los
    cañones y las bombas!
Sólo brazos de los días de postración, de los días de
    desesperado pánico,
Vosotras, orgullosas torres y orgullosos campanarios bajo
    la arrogancia del sol de junio;
Vosotras, claro eco al grito del Galo de la Galia.
Vuestras cartas han mecido las noches de prisionero con
    palabas diáfanas y sedosas como alas,
De palabras dulces como un seno de mujer, cantarinas como
    un ruiseñor de abril.
Pequeñas burguesas y campesinas, por ellos solos no
    fuisteis avaras.
Por ellos os atrevisteis a desafiar la afrenta de la Hiena,
    la afrenta más mortal que las balas.
Y sus frentes duras por vosotras solas se abrieron, y sus
    palabras simples por vosotras solas
Eran claras como sus negros ojos y la transparencia del
    agua.
Solas entendéis este latido del corazón semejante a un
    tam-tam lejano.
Y hay que apoyar su oreja a la tierra y descender de su
    caballo.
Por ello fuisteis madres, por ellos fuisteis hermanas.
Llamas de Francia y flores de Francia, ¡benditas seáis!



Estoy solo


Estoy solo en la llanura
Y en la noche
Con los árboles entumidos de frío
Los codos contra el cuerpo, se estrechan unos a otros.

Estoy solo en la llanura
Y en la noche
Con los gestos de desesperación patética de los árboles
Cuyas hojas han abandonado las islas de su elección.

Estoy solo en la llanura
Y en la noche.
Soy la soledad de los postes telegráficos
A lo largo de los caminos
Desiertos.





“In memoriam”


Es domingo.
Temo la multitud de mis semejantes con rostro de piedra.
Desde mi torre de vidrio, habitado por las migrañas, los
    Ancestros impacientes,
Contemplo los techos y las colinas entre la bruma
En paz — las chimeneas están desnudas y son esbeltas,
A sus pies duermen mis muertos, todos mis sueños hechos
    polvo,
Todos mis sueños, la sangre gratuita derramada por
    las calles que se mezcla con la sangre de las carnicerías.
Y ahora, desde este observatorio de los suburbios
Contemplo mis sueños distraídos por las calles, dormidos
    al pie de las colinas
Como los guías de mi raza sobre las orillas de Gambia
    y del Saloum
Del Sena ahora, al pie de las colinas.
¡Déjame pensar en mis muertos!
Fue ayer la fiesta de todos los Santos, el aniversario
    solemne del Sol
Y nada los recordaba en el cementerio.
Oh, muertos, que siempre rehusasteis morir, que supisteis
    resistir a la Muerte
Tanto en Sine como en el Sena, y en mis venas frágiles,
    mi sangre irreductible
Protege mis sueños como lo habéis hecho con vuestros hijos
    los emigrantes de piernas delgadas.
¡Oh, muertos! Defended los techos de París en la bruma
    dominical
Los techos que protegen mis muertos.
Desde mi torre peligrosamente segura, desciendo a la calle
Con mis hermanos de ojos azules,
De manos duras.



traducción de 
Miguel Ángel
Flores







Léopold Sédar Senghor nació en 1906 en Joal-la Portugaise, un pueblo de la costa a ciento treinta kilómetros de Dakar, capital de la república del Senegal. Su nombre es francés, ya que es católico en un país predominantemente musulmán. Su padre fue un próspero comerciante y ganadero lo que permitió al poeta gozar de una niñez idílica. Perteneció a la tribu Serer, cuyos miembros son muy reconocidos en el país como agricultores. Creció entre los hombres de esta tribu y de ellos adquirió su conocimiento de plantas y animales; de ellos también recibió un mundo poblado de espíritus mágicos, fuerzas invisibles y mitos que más tarde se habrían de reflejar en su poesía. En 1928 abandonó Senegal y se trasladó a París donde se inscribió en el Liceo Louis-le-Grand. Allí coincidió con George Pompidou. Ambos serían hombres de letras y de Estado. Más tarde, en la Universidad de París se relacionó con un heterogéneo grupo de estudiantes de las Antillas y el África. En 1933 fue el primer estudiante africano que obtuvo el diploma de Agrégé dʼUniversité, el grado académico más alto en el sistema educativo francés. Al estallar la segunda guerra mundial se enroló en el ejército francés y sufrió prisión. Al finalizar la guerra inició su vida política. De 1946 a 1959 ocupó una de las dos diputaciones por Senegal en la asamblea francesa. Durante esos años fundó la revista Présence Africaine. Entre febrero de 1955 y enero de 1956 fue secretario de Estado en el gabinete de Edgar Fauré. En 1958 creó el Partido del Reagrupamiento Africano; el 4 de abril de 1959 fue nombrado presidente de la asamblea legislativa de la federación Malí, que incluía al Senegal y al Sudán. Después del rompimiento de tal federación en 1960, Senghor se convirtió en presidente del Senegal, cargo que ocupó veinte años. Dejó la presidencia el 31 de diciembre de 1980. Durante su vida política, Senghor 
publicó los siguientes libros de poesía: 
Cantos de sombra(1945), 
Hostias negras (1948), 
Etiópicas (1956), 
Nocturnos(1961) 
Cartas de invierno (1972). 
Fue autor también de ensayos y de una Antología de la nueva poesía negra y malgache, que lleva al frente un prólogo de Jean-Paul Sartre titulado “Orfeo Ne­gro”. Murió el 20 de diciembre de 2001.






material gentileza de :
www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option...id...




Se ha discutido mucho sobre si realmente es Senghor el padre de la negritud. Este término lo acuñó por primera vez Aimé Césaire, y el propio Senghor ha repetido en varias ocasiones: "Dad a Senghor lo que es de Senghor y a Césaire lo que es de Césaire".
Padre o compadre, de lo que no cabe ninguna duda es que Senghor ha sido el difusor de la negritud, el que le ha dado contenido, el que la ha asumido como valor y patrimonio. El movimiento de la negritud jugó un papel decisivo incluso para la emancipación política de los pueblos africanos.
La realidad histórica es que Senghor empezó a darse a conocer por la fundación del movimiento de la negritud, en los años treinta. La negritud, denostada por los anglófonos africanos -y muy particularmente por Wole Soyinka- fue una gran síntesis del panafricanismo que había surgido en América. Hoy es innegable que el movimiento de la negritud sentó las bases de una amplia renovación cultural, que iba a dar paso a la revista Présence Africaine, fundada por su gran amigo y compatriota Alioune Diop, en 1947.
Para Senghor, la negritud no fue una exaltación racial, ni un narcisismo. Él mismo lo ha explicado: "Si lanzamos el movimiento de la negritud en los años 1931-1935 fue porque algunos negros anglófonos, más exactamente negro-americanos, habían lanzado antes que nosotros el movimiento de la Negro-Renascence".
Para Senghor, "la negritud es, objetivamente, el conjunto de los valores de la civilización del mundo negro... Una cierta visión del mundo y cierta manera concreta de vivir en este mundo... Un ser negro y un pensar negro, una visión original del mundo, lo que los alemanes llaman una Weltanschauung".

Senghor ha sido pionero en muchas cosas: es el primer poeta que canta a la mujer negra; el primer africano que entra en la Academia Francesa; el primero que da a conocer la poesía negra... Y, asimismo el primer jefe de Estado africano que legaliza los partidos políticos antes de la caída del muro de Berlín y el primero que renuncia voluntariamente a la presidencia, después de negarse a ser elegido presidente vitalicio, que era lo habitual en el resto de los países africanos. En varias ocasiones fue delegado por Francia en la UNESCO y en la Asamblea General de la ONU. En 1960 fue elegido presidente de la Asamblea Federal de Malí y, poco después, primer presidente del Senegal independiente.
Como presidente de Senegal, fue uno de los padres fundadores de la OUA (Organización para la Unidad Africana), en mayo de 1963. Como la mayoría de los dirigentes africanos, fundó un partido único, la Unión del Pueblo Senegalés, cuando se creía que este sistema político serviría para generar en los distintos pueblos un sentido de pertenencia a una sola nación.
Como humanista convencido, Léopold Sédar Senghor abogó siempre por una civilización de lo universal, que servirá para hacer la tierra más habitable durante los años venideros. Este talante de apertura es, sin duda, lo que valoró el Vaticano para nombrarle Miembro del Consejo Pontificio para la Cultura, junto a otros intelectuales. Senghor declaró al ser nombrado: "La finalidad del organismo la sugiere su título. Se trata de alimentar activamente una concepción religiosa y católica de la cultura. Por tanto, de construir una cultura que sea la simbiosis de todos los valores y culturas de nuestro planeta. Pienso aportar una concepción africana del cristianismo, una concepción dinámica que hace de la religión la fuerza vital para animar, es decir, espiritualizar el mundo, estableciendo una especie de escala de Jacob, escala de las fuerzas, desde el grano de arena hasta Dios. Porque, como dice la metafísica negroafricana, Dios tiene necesidad de los hombres"





canto de primavera
                    
                                    [FRAGMENTO]
                     
                                               Para una muchacha negra de talón rosa 

                                   I 

¡Cantos de aves se elevan diáfanos en el cielo primitivo, 
El aroma verde de la hierba asciende, Abril! 
Escucho el aliento de la aurora conmovida, las nubes blancas 
    de mis cortinas. 
Escucho el canto del sol sobre mis postigos melodiosos. 
Siento como un aliento el recuerdo de Naët sobre mi nuca 
    desnuda amotinándose. 
Mi sangre, a mi pesar cómplice, murmura en mis venas 
Eres tú, amiga mía — ¡Oh! escucha la respiración ya cálida 
    en el abril de otro continente. 
¡Oh! escucha cómo se deslizan escarchadas de azul las alas 
    de las golondrinas migratorias. 
Escucha el aleteo blanco y negro de las cigüeñas en el 
    extremo de sus velos desplegados. 
Escucha el mensaje de la primavera de otra época, 
    de otro continente. 
Escucha el mensaje del África lejana y el canto de tu 
    sangre 
Escucho la sabia de abril en tus venas cantar. 

                                                          







Léopold Sédar Senghor, (Joal, Senegal, 9 de octubre de 1906 - Verson, 20 de diciembre de 2001). Poeta senegalés que llegó a la Jefatura del Estado de Senegal, catedrático de gramática, fue ensayista, político y miembro de la Academia francesa.

Biografía

Senghor llegó a Francia en 1928, iniciando así lo que él llamaría sus «dieciséis años errantes». Comenzó sus estudios en la Sorbona, pero decepcionado entró gracias a la ayuda del diputado de Senegal Blaise Diagne en el liceo Louis-le-Grand, donde preparó el concurso de entrada en la École normale supérieure. Allí frecuentó la compañía de Paul Guth, Henri Queffélec, Robert Verdier y Georges Pompidou. Fue también allí donde encontró por primera vez a Aimé Césaire.
Durante su época de estudiante creó, junto al martiniqués Aimé Césaire y al guayanés Léon Gontran Damas, la revista L'Etudiant noir, en 1934. En esas páginas expresó por primera vez su concepto de la negritud, noción introducida por Aimé Césaire, en un texto titulado “Négrerie”. Fue el primer profesor de raza negra que impartió clases de lengua francesa en Francia.
Mientras representaba a Senegal en la Asamblea nacional francesa, junto a Lamine Guèye (también socialista, pero que votó contra la huelga de ferroviarios de la línea Dakar-Níger que paralizó la colonia), él la apoyó, y consiguió con ello una enorme popularidad. Envalentonado con su éxito, el año siguiente dejó la sección africana del SFIO francés, que había sostenido financieramente en gran parte el movimiento social al que pertenecía, y fundó el Bloc Démocratique Sénégalais, que ganó en las elecciones de 1951.
Fue uno de los impulsores de la Federación de Malí junto a Modibo Keïta y llegó a la presidencia de la Asamblea Federal. Tras el desmembramiento de la Federación de Malí y la independencia de Senegal en agosto de 1960, se convirtió en el primer presidente de la República de Senegal, tras las elecciones del 5 de septiembre de 1960.
Apoyó la creación de la Francofonía y fue vicepresidente del Alto Consejo de la Francofonía.
Su poesía, esencialmente simbolista, fundada en el canto de la palabra encantatoria, se construye sobre la esperanza de crear una «civilización de lo universal» que una las tradiciones por encima de sus diferencias. Senghor opinaba que el lenguaje simbólico de la poesía podía constituir la base de este proyecto. Fue elegido para la Academia francesa el 2 de junio de 1983.
Pasó los últimos años de su existencia junto a su esposa, en Verson, Normandía.

Bibliografía

Obra poética
- Cantos de sombra (1945)
- Hostias negras (1948)
- Cantos para Naëtt (1949)
- Etiópicas (1956)
- Nocturnas (1961)
- Letras de invierno (1973)
- Elegías mayores (1979)
- Obra poética (1990)
Textos políticos
- Pierre Teilhard de Chardin y la política africana (1962)
- Libertad 1: Negritud y humanismo (1964)
- Libertad 2: Nación y vía africana al socialismo (1971)
- Libertad 3: Negritud y civilización de lo universal (1977)
- Libertad 4: Socialismo y planificación, discursos, conferencias (1983)
- Libertad 5: diálogos de las culturas (1992)
- Lo que yo creo: negritud, francofonía y la civilización de lo universal (1988)
Crítica y colaboraciones
- Los escritos más bellos de la Unión Francesa -colaboración- (1947)
- Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa, precedida de Orfeo negro, de Jean-Paul Sartre (1948)
- La bella historia de Leuk la liebre -colaboración- (1953)
- La poesía de la acción, diálogo (1980)
- Damas negras (1986)

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