martes, 3 de marzo de 2020

TERESA RAMOS / 3 Poemas de SABE LA NOCHE


II
                                                                       “Bajo el cristal las flores olvidan
                                                                           que la luz del sol existe,
                                                                             y cómo temblaban bajo el rocío”
                                                                                                                      K. Kavafis

La memoria busca ser borrada para ahuyentar el dolor de los cachorros
alejados de las calles y sus risas. Pequeños que expulsaron al frío
más helado del exilio, adolescentes que empuñaron fusiles,
niñas que supieron cantar y amar hasta morir.

¡GENTES!

Escucho un sonido
de mandíbulas que baten;
son niños que se mueren de frío en primavera.

Saben que la escuela es paraíso de otros niños.

Existen niños que llevan balas en la boca,
emiten vocablos que hieren…

Tan desatendidos:
los de matar, los de acabar muriendo.





IV

                                     “ Quiénes son quiénes son.                                                                                                                                                                                     Qué camada de muertos para el suelo que pisan
                                                         qué tierra entre la tierra mañana y hoy en mí
                                                                   qué fantasmas de tierra obligando mi amor”.
                                                                                                                      Idea Vilariño


La memoria, tierra fértil, abre su vientre para devolver a sus hijos.

Sabe del silencio de los cuerpos acallados, lloran las cunetas,

los montes y las entrañas del mar.

¿Cómo comparece una madre ante una tragedia presentida?

¿Cómo se aprende a abrazar a un hijo acribillado?

¿Cuál fue el último pensamiento del hombre que se desvanecía?

¿Cómo lograr olvidar a un abuelo que jamás has visto?

Abuelo pez, abuelo tierra, abuelo viento, abuelo fuego-inerte.


¿Dónde
queda la patria
cuando uno se siente partir?

¿Y cómo vivir partido entre el recuerdo y el ahora?

Para qué quiere una niña la memoria de un capitán ausente,
las medallas, los honores de caídos o la heroicidad del que habita
entre el plancton y sus galones esparcidos de suerte abisal.

Para qué quiere el océano rosas rojas, panoplias, uniformes, trofeos
de la patria, buques de la armada invencible, botines de piratas
y el oro esquilmado de las Américas.

Para qué quiere el océano metal y orfandad de patrias,
para qué, repite el eco.





V

            “No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría;                                      muertos son los que tienen muerta el alma y aún viven todavía “
                                                                                                           Antonio Muñoz Feijoo

Quién se atrevería a negar que un solo hombre no fuera torre, almena, patria.
Yo me atrevo a proclamarlo, yo que vengo del lugar que se lamenta de un abismo
de orfandad y de su lepra.
Qué muertos enmudecen con las llagas del alma en carne viva para persistir
en su extravío. Que incómodo afán de hacerse ver y quiénes son,
en dónde se hallan los que exhiben su presencia inconveniente.

Qué lento el discurrir de décadas aciagas, cobardes, amordazadas,             
asustadizas y ruines.

Qué anhelo de buscar el rostro blanco y su sembrada luz.
Adónde fuiste a parar, con qué temblor de boca y garganta entumecida de dolor.

Qué tristeza grande, espantoso el funeral de margaritas, qué contenida furia
en los travesaños y la arteria que cruza los campos, qué trance de cornisas.

Qué plañido de las madres, los chiquillos y el río sin las ropas que lavar.

Qué perro que rastrea,
su osamenta perturbada,
su pulsar a contra ritmo,
qué lamento sin su amo.

Saben las calles de fantasmas, de aceite de ricino, de hambruna,
de niños raquíticos y sus vísceras que gritan,
saben de suspiros de leche en polvo en las escuelas.

De libros no leídos y un pasar de las páginas frías, con sabañones
en los dedos esclerosados de un mañana sin futuro.

Saben los rincones a miedo y felonía. A duelos sin rostros, sin cuerpos
que llorar, sin últimos abrazos, ni adioses, ni testamentos, ni vino,
ni azucenas…

Perdura el hambre de rosas blancas y la prisa de geranios
en los patios de colmenas humanas en destierro.



Los poemas aquí presentados pertenecen al libro SABE LA NOCHE, parte primera LA MEMORIA DE LAS FLORES, poemas II, IV y V


Teresa Ramos Oviedo (1961). Reside en Pamplona-Iruña.
 Poeta y psicoterapeuta formada en la Escuela Española de Terapia Reichiana.   Miembro del Ateneo Navarro. 
 Creadora de ANAITAVERSO, espacio dinámico y participativo para la difusión de la poesía, reconocido de interés social por el Gobierno de Navarra y del Grupo Psicosocial de Encuentro y Poesía.

En el 2020 publica Cierta Belleza autoedición. 
En 2017 publica: Bancales de perfume (Colección Poética y peatonal -Ejemplar Único-) con el pintor Gabriel Viñals. En 2018 reedita de nuevo Bancales de perfume con Cénlit Ediciones. 
I Premio Concurso de poesía “Noches poéticas de Bilbao” 2015 con Sabe la noche y Premio del XXXVIII Certamen de Poesía “Rafael Fernández Pombo” 2012, La conjura de las letras. Ha tenido diversas colaboraciones con revistas y antologías.





ph Ricardo Olmos

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