ROGELIO RAMOS SIGNES
TARDE DE PRESAGIOS
Algo extraño está por suceder.
Siento olor a tierra mojada
cuando abro mi pasaporte,
veo el encanecido color del viento
entrando en la despensa cerrada,
escucho el crecimiento de las plantas,
el insoportable ulular de las estrellas.
Algo difícil de explicar está por suceder.
Juego con tus huesos y se me hiela la sangre,
por decir “araña” siempre digo “Penélope”,
contagio de tristeza la alegría de los bailongos,
cocino a temperaturas bajo cero
el encendido carmín de tus labios,
entiendo la letra de los médicos.
Algo que no aparece en los libros está por suceder.
Algo extraño está por suceder.
Siento olor a tierra mojada
cuando abro mi pasaporte,
veo el encanecido color del viento
entrando en la despensa cerrada,
escucho el crecimiento de las plantas,
el insoportable ulular de las estrellas.
Algo difícil de explicar está por suceder.
Juego con tus huesos y se me hiela la sangre,
por decir “araña” siempre digo “Penélope”,
contagio de tristeza la alegría de los bailongos,
cocino a temperaturas bajo cero
el encendido carmín de tus labios,
entiendo la letra de los médicos.
Algo que no aparece en los libros está por suceder.
MOVIMIENTOS RELATIVOS
Bajo la tenue luz del atardecer
el señor cura ha perdido el pelo,
no sabemos qué sucederá con sus mañas.
Una jovencita sin corpiño
que hizo de Guillermo Tell
en una fiesta escolar
pregunta si está nevando, pero nadie le contesta.
Los prestamistas del barrio
insaciables
mueven sus primeras piezas.
Los peones rodean al alfil
mientras el alfil abre y cierra su canasta.
Por el blanco de las manos
sabemos que el talco no se ha perdido
y que los juglares de los nuevos tiempos
finalmente actuarán para nosotros
aquí,
tras el ligustro, bajo la escalera.
Tiemblan los cristales de la trinidad.
El agente de prensa de la parroquia
sale a desmentir algunos trascendidos:
no es que el señor cura haya perdido el pelo,
sucede que ha crecido su tonsura
hasta dejarlo calvo.
Bajo la tenue luz del atardecer
el señor cura ha perdido el pelo,
no sabemos qué sucederá con sus mañas.
Una jovencita sin corpiño
que hizo de Guillermo Tell
en una fiesta escolar
pregunta si está nevando, pero nadie le contesta.
Los prestamistas del barrio
insaciables
mueven sus primeras piezas.
Los peones rodean al alfil
mientras el alfil abre y cierra su canasta.
Por el blanco de las manos
sabemos que el talco no se ha perdido
y que los juglares de los nuevos tiempos
finalmente actuarán para nosotros
aquí,
tras el ligustro, bajo la escalera.
Tiemblan los cristales de la trinidad.
El agente de prensa de la parroquia
sale a desmentir algunos trascendidos:
no es que el señor cura haya perdido el pelo,
sucede que ha crecido su tonsura
hasta dejarlo calvo.
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